Runner 00

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—Hazlo. Ahora. Colócate junto a Alec; así puedo verlos a ambos. Mark hizo lo que le pidió. Caminó unos metros hasta Alec y, cuando se dio vuelta, comprobó que cualquier indicio de la Trina llorosa, indefensa y derrotada había desaparecido y había sido reemplazado por la mujer firme y resuelta de siempre. Ella se puso de pie y cruzó los brazos. —Desde que ustedes se treparon a ese Berg he sido muy cuidadosa. Los trajes que llevaban esos idiotas, los dardos, la rapidez con que la gente que recibió los disparos se enfermó... Incluso antes de que Lana nos hablara, era obvio que estaba ocurriendo algo. La única persona con la que estuve fue Darnell, quien se mantuvo a distancia. Él mismo se atrincheró en ese lugar y me obligó a tapiar la choza —se detuvo para tomar aire y miró detenidamente a cada uno—. Lo que intento decir es que no creo que esté enferma. Especialmente dado que el virus actuó con tanta rapidez en los que sí lo estaban. —Te entiendo, pero... —empezó Alec, pero Trina lo interrumpió, molesta. —Aún no he terminado —replicó con una mirada cortante—. Sé que tenemos que tener cuidado. Yo podría estar enferma. Sé que nos tocamos pero trataremos de no hacerlo más hasta que estemos completamente seguros. Y los tres tenemos que hacernos máscaras nuevas y lavarnos la cara y las manos como locos. A Mark le gustó que ella tomara la iniciativa. —Yo estoy de acuerdo. —Totalmente —concordó Alec—, ¿Pero dónde están los demás? ¿Lana, Misty, el Sapo? Trina apuntó en varias direcciones. —Todos se encerraron en sitios diferentes hasta que ya nadie presente ninguna señal de poseer la enfermedad. Tal vez un par de días más. Quedarse sentado sin hacer nada durante uno o dos días le pareció a Mark la peor idea del mundo. —Si hacemos eso, me voy a volver loco. Encontramos una tableta con un mapa del lugar de donde provenía ese Berg. Juntemos algunas provisiones y larguémonos de aquí. Quizá logremos averiguar algo. —De acuerdo —intervino Alec—. Deberíamos alejarnos de este lugar todo lo que podamos. —Esperen... ¿qué hacemos con Darnell? —indagó Mark. Pese a que sabía lo que dirían, el hecho de preguntar lo hizo sentir un poco mejor—, ¿Lo enterramos? Los ojos de Trina y de Alec lo decían todo: no podían arriesgarse a estar cerca de su cuerpo. —Llévanos adonde se encuentran Lana y los otros —le dijo Alec a Trina—. Después nos marcharemos. Al recorrer la aldea en busca de sus amigos, Mark temió que los demás quisieran unirse a ellos. Sin embargo, el miedo los había golpeado con tanta violencia que nadie se atrevía a aventurarse fuera de su casa. En el poblado reinaba un silencio inquietante, pero podía sentir los ojos clavados en él mientras atravesaba senderos y callejones. Cuanto más lo pensaba, menos le sorprendía. El mundo los había castigado suficientemente a todos, ¿para qué buscarse más

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