Runner 00

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11 Los aullidos no parecían humanos. Al llegar a la cabaña tapiada, Trina retrocedió unos pasos y se volvió hacia Mark y Alec. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y, mientras permanecía frente a ellos respirando con fuerza, Mark pensó que nunca había visto a alguien tan triste. Aun después de todo el infierno que habían vivido. —Sé que es terrible —exclamó ella por encima de los gritos del prisionero. Mark se dio cuenta de que se trataba de un hombre o de un chico, pero no podía decidir si era algún conocido. Los sonidos eran aterradores—. El nos obligó a hacerlo. Dijo que si no, se cortaría las venas. Y desde entonces está cada vez peor. No sabemos por qué no se murió como los demás. Pero Lana se aseguró de que fuéramos muy cuidadosos desde el principio. Le preocupaba mucho la probabilidad de que algún virus contagioso quedara en libertad. Apenas comenzó a enfermarse más gente, nos puso en cuarentena. Todo sucedió muy rápido. Mark estaba perplejo. Abrió la boca para hacer una pregunta, pero volvió a cerrarla sin decir nada. Tal vez ya sabía la respuesta. —Es Darnell el que está allí adentro, ¿no? —inquirió Alec en su lugar. —Sí —dijo Trina y un nuevo torrente de lágrimas se derramó por su rostro. Mark habría querido abrazarla y quedarse con ella el resto del día y toda la noche. Pero en ese instante no tenía más que palabras. —Está bien,Trina. Ambas hicieron lo correcto. Como dijo Lana, Darnell sabía que lo habían infectado. Todos tenemos que ser muy cautelosos hasta que estemos seguros de que este virus ha dejado de propagarse. A través de las grietas de la pared se filtraron nuevos gritos. Parecía que Darnell se estaba desgarrando la garganta y Mark deseó poder taparse los oídos. —¡Mi cabeza! —exclamó de pronto, con dolorosa desesperación. Mark giró violentamente y clavó los ojos en la cabaña. Era la primera vez que Darnell utilizaba palabras inteligibles. Sin poder contenerse, corrió hacia una ventana que tenía un hueco de unos cinco centímetros entre los tablones. —¡Mark! —gritó Alec—. ¡Vuelve acá! —No te preocupes. No voy a tocar nada. —No me voy a poner nada contento si pescas alguna horrenda enfermedad. Te lo aseguro. —Solo quiero ver a mi amigo —dijo echándole una mirada tranquilizadora. Oprimió con fuerza la tela contra la nariz y levantó las cejas. Alec lanzó un gruñido y desvió la vista. Trina lo miró fijamente, desgarrada entre detenerlo o unirse a él. —Quédate donde estás —le dijo antes de que pudiera moverse. Aunque la máscara le ahogaba la voz, ella lo escuchó claramente. Tras un leve asentimiento, bajó la mirada al suelo.

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