Mortales 01

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Capítulo veintisiete —AVRA, ¿VERDAD? —PREGUNTÓ SARIC bajando la mirada hacia la joven arrodillada. —Mi señor. Solo minutos antes le habían informado que debía arrodillarse, que ahora Saric era soberano en lugar de su padre. Y a pesar de que esto la había sobresaltado por completo, el temblor que ahora sentía en las manos no era de temor... al menos no por lo que podría sucederle. Sino porque podría fallar en su misión. Le habían negado la entrada a Triphon, pero ahora nada podía él hacer. Todo dependía de ella, y Rom era ahora lo único que importaba. Había dos individuos en el aposento, uno de ellos vestido con más elegancia que el otro. Esta era la primera vez que Avra miraba directamente a los ojos a Saric, hijo de Vorrin. Moreno y hosco, el hombre que caminaba a su alrededor y que le había dicho que se pusiera de pie no se parecía en nada a su hermana. Avra se había desabotonado el abrigo, el cual estaba abierto al frente, dejando ver uno de los más elegantes vestidos de Neah. Sin embargo, ella se sintió común y corriente en comparación con el siniestro esplendor de este lugar, del soberano mismo. —Usted dice que viene con cierta clase de información — declaró Saric dejando la boca ligeramente abierta, pasándose la punta de la lengua contra los dientes mientras la miraba. —Así es. Respecto a los custodios. Tengo sus secretos. Saric lanzó una mirada al otro hombre, quien permanecía callado. Su mirada era penetrante. —¿Y qué secretos son estos? —No he venido a ofrecérselos de forma gratuita — advirtió ella. —Ah, desde luego — concordó él, inclinando la cabeza— . ¿Y qué pago está buscando? —Los compartiré a cambio de un hombre en poder de usted. —¿Por qué cree que tengo a alguien en mi poder? —Sé que así es.


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