Mortales 01

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Por unos momentos, ella le sostuvo la mirada. Luego le soltó la mano y se alejó. —Si los sentimientos de amor se desvanecen, ¿también se desvanece el dolor que produce? —¿Dolor? Cómo puedes decir eso... el amor es la vida misma. —Entonces la vida debe de estar llena de dolor. El propio corazón de Rom se sintió destrozado. —¿Lo ves? — demandó ella— . Por esto lo llamaron Caos. Con la felicidad viene tal dolor. El sufrimiento de la pérdida, el deseo por lo que no se puede tener, la ambición de tener más... ¡todo eso repleto de mucho dolor! —¡Pero también es vida! — exclamó Rom. —De ser así, entonces puedo ver por qué algunos preferirían la muerte. Al menos en la muerte hay paz. La osadía de ella lo sorprendió. No podía ser que la chica estuviera volviendo ya a la muerte. Un escalofrío le bajó a Rom por la espalda. —Feyn, hay algo más. No tuve una porción completa de sangre para darte. Los efectos podrían ser más fugaces contigo que con los otros. —Entonces es verdad. La humanidad vuelve a la muerte, la cual se ha convertido en su estado natural. Este cuento de hadas fue real por un día. Una hermosa mañana de intoxicación — declaró ella, mirándolo con una sonrisa triste— . Una parte de mí quisiera ahora nunca haberla experimentado. —No es un cuento de hadas. —Por supuesto que no lo es. Porque ¿qué tenemos? Una historia. Acerca de la vida. Acerca de la muerte. No tiene un final feliz. —El niño, Feyn. Está el niño — recordó él— . Por eso estamos aquí. —¿Cómo podría ser posible para algún niño asumir el poder? — objetó ella soltando una corta carcajada— . ¿Menos que un lisiado? —¿Y si es de la realeza? ¿En línea de sucesión para el trono? Rom bajó la mirada hacia el relato traducido en el suelo. Feyn había garabateado una nota al borde de la tela: Niño. Sangre real. Nueve años de edad. —Sé de todo niño de la familia real que califica para la soberanía — objetó ella meneando la cabeza como si esto ya le hubiera pasado por la mente— . La lista es corta. Y además, los lisiados ya no existen. Los de la realeza nunca hubieran


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