El Diario de Ana Frank

Page 83

EL DIARIO DE ANA FRANK

en poseer algo de esa perspicacia y hallar la ocasión de aplicarla. Tuya, ANA

Lunes 24 de enero de 1944 Querida Kitty: Me ha ocurrido una cosa muy extraña. Otrora; tanto en nuestra casa como en la escuela, se hablaba de temas sexuales, a veces con misterio, a veces con vergüenza. Las alusiones sobre el particular se hacían únicamente cuchicheando, y quien se mostraba ignorante era motivo de bromas. Yo juzgaba eso estúpido y pensaba: «¿Por qué hablan de esas cosas con tanto misterio? Es ridículo». Pero, como no podía remediarlo, me callaba todo lo posible o trataba de obtener información de mis amigas. Ya puesta al corriente de muchas cosas, hablé también de ello con mis padres. Mamá me dijo un día: «Ana, te doy un buen consejo. No discutas nunca este tema con muchachos. Si son ellos los que empiezan a hablar de ello, no respondas». Recuerdo todavía mi respuesta: «¡Claro que no, vaya una idea!». Las cosas quedaron así. Al principio de nuestra permanencia en el anexo, papá, de tiempo en tiempo, dejaba escapar detalles que yo hubiera preferido conocer por mamá, y amplié mi conocimiento gracias a los libros y a las conversaciones que se entablaban a mí alrededor. Sobre el particular, casi como excepción, Peter Van Daan nunca ha sido tan fastidioso como los compañeros de clase. Su madre nos contó una vez que ni ella ni en principio su marido habían hablado nunca de esas cosas con Peter. Por lo tanto, ella ignoraba hasta qué punto su hijo estaba informado. Ayer, mientras Margot, Peter y yo pelábamos las papas, charlamos como de costumbre, y, al hablar de Muffi, yo pregunté:

-Seguimos sin saber si Muffi es un gato o una gata, ¿verdad? -No -repuso él-, es un macho. Yo me eché a reír diciéndole: - ¡Un lindo macho que espera gatitos! Peter y Margot rieron también. Peter había hecho notar, hace dos meses, que Muffi tendría gatitos a breve plazo: su vientre aumentaba a ojos vistas. El grosor, sin embargo, provenía de muchas rapiñas, y los gatitos no parecían crecer y mucho menos nacer. Peter quiso defenderse, y dijo: -Nada de eso. Si quieres, puedes venir a comprobarlo tú misma. Mientras jugaba con él el otro día vi bien que es un macho. Impelida por mi gran curiosidad, lo acompañé al depósito, pero Muffi no esperaba visitas y tampoco aparecía. Aguardamos un momento; luego, como teníamos frío, volvimos arriba. Después, por la tarde, oí que Peter bajaba de nuevo. Armándome de valor para atravesar sola la casa silenciosa, llegué al depósito. Sobre la mesa de embalaje, Muffi jugaba con Peter, que acababa de ponerlo sobre la balanza para controlar su peso. -¡Hola! ¿Quieres verlo? Sin más miramientos, tendió al animal boca arriba, sujetándole hábilmente por las patas, y la lección comenzó: -Aquí tienes los órganos sexuales masculinos. Ahí algunos pelos, y eso otro es su trasero. El gato dio un respingo y volvió a ponerse sobre sus zarpitas blancas. Si otro muchacho me hubiera mostrado «los órganos sexuales masculinos», nunca más habría vuelto a mirarlo. Pero Peter continuó hablando sin segunda intención, con toda naturalidad, de este tema delicado y acabó por ahuyentar en mi toda aprensión. Jugamos con Muffi, charlamos y nos marchamos despreocupadamente del enorme local. -Si quiero saber algo, siempre termino encontrándolo por casualidad en algún libro, ¿Tú no?

© Pehuén Editores, 2001.

)83(


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.