129722574 jacques le goff el orden de la memoria

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MEMORIA

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bas y de los funcionarios literarios, inventor de los números, del cálculo, de la geometría y de la astronomía, del juego del tablero y de los dados y de las letras del alfabeto. En esa circunstancia Sócrates observa que, al hacerlo, el dios ha transformado la memoria, contribuyendo, empero, sin ninguna duda, antes bien a debilitarla que a desarrollarla; el alfabeto «generará olvido en las almas de quienes lo aprendan; éstos dejarán de ejercitar la memoria puesto que fijándose en el texto traerán las cosas a la mente no más del interior de ellos mismos, sino de fuera, a través de signos extraños: lo que tú has encontrado no es una receta para la memoria, sino para reclamar a la mente» [ibid., 275a]. Se ha pensado que este pasaje evoca un,a supervivencia de las tradiciones de memoria oral [véase Notopoulos, 1938, pág. 476]. La cosa más notable es, indudablemente, «la divinización de la memoria y la elaboración de una amplia mitología del recuerdo en la Grecia arcaica», como bien dice Vernant [1965], que generaliza su observación: «En las diversas épocas y en las diversas culturas existe solidaridad entre las técnicas de rememoración practicadas, la organización interna de las funciones, su puesto en el sistema del yo y la imagen que los hombres se hacen de la memoria» [ibid.]. Los griegos de la edad arcaica hicieron de la memoria una diosa, Mnemosine. Es la madre de las nueve musas, por ella generadas en nueve noches transcurridas en compañía de Zeus. Ella reclama a la mente de los hombres el recuerdo de los héroes y de sus grandes gestas y preside la poesía lírica. El poeta es, por lo tanto, un hombre poseído por la memoria, el aedo es un adivino del pasado, así como el adivino lo es del futuro. El es el testimonio inspirado de los «tiempos antiguos», de la edad heroica y, aún más, de la edad de los orígenes. La poesía, identificada con la memoria, hace de ésta un saber e incluso una sabiduría, una ao<pía. El poeta tiene su puesto entre los «maestros de verdad» [véase Detienne, 1967], y en los orígenes de la poética griega la palabra poética es una inscripción viviente que se imprime en la memoria como en el mármol [véase Svenbro, 1976]. Para Homero —se ha dicho— componer versos era recordar. Mnemosine, revelando al poeta los secretos del pasado, lo introduce en los misterios del más allá. La memoria resulta entonces un don para iniciados, y el ócvá|i,vnai(¡, la reminiscencia, al mismo tiempo una técnica ascética y mística. La memoria tiene


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