LUNES 17 DE MAYO DE 2010 / CIUDAD CCS
CULTURA
19
Aquiles Nazoa tenía un caballo que era bien bonito > El poeta nos legó sus letras y el chocolate del niño que siempre mantuvo en su bolsillo ÁNGEL MÉNDEZ CIUDAD CCS
Allí no cabía un alfiler. Esa tarde los profesores suspendieron las clases para que fuésemos a escuchar al poeta de “Las Cosas más Sencillas”. Tuvimos el privilegio de recibirle a las puertas del Liceo Andrés Bello y de conducirlo al auditorio. Para nosotros era un honor poder hablar, tras bambalinas, con ese sujeto de hablar pausado que gesticulaba en cada palabra. Un sujeto muy serio, bastión del Partido Comunista, seguro de sí mismo. Todo un personaje, ese era Aquiles Nazoa. Alguna vez el viejo “Cuminaco” me habló de Aquiles, porque fueron amigos de la infancia en ese Guarataro que ya no volverá a ser el barrio que alguna vez fue. Ambos nacieron en ese lejano 1920 del pasado siglo y disfrutaron de los aguerridos duelos de trompo, garrufío, perinola y metras en la esquina de Albañales, en el propio San Juan, en la plaza Capuchinos, siempre llena de palomas y de muchachos que se jubilaban de la Escuela 19 de Abril para babearse con las damiselas que se ponían su mejor traje para lucirlo en misa de once. En realidad esa Caracas, la de los cuentos, se perdió en el oscuro desván de alguna casa donde se quedaron acurrucadas las muñecas de trapo que en televisión exhibía el poeta en su programa, abandonadas con los huesos del caballo que según Aquiles, era bien bonito
y que falleció de tanta melancolía. “Yo conocí un caballo que se alimentaba de jardines. Todos estábamos muy contentos con esa costumbre del caballo; y el caballo también, porque como se alimentaba de jardines, cuando uno le miraba los ojos las cosas se veían de todos los colores en los ojos del caballo”. Pareciera ser una figura sacada de la nada, de esa imaginación que le sobraba al poeta, pero es que en el San Juan de ese entonces era común ver por las calles, aún de tierra, algún caballo escapado de las haciendas que por allí quedaban o del mismísimo Hipódromo de El Paraíso yendo a trancar por las calles de una ciudad que se empeñaba en mantener los techos rojos. Era esa Caracas donde los caballeros cedían el paso a las damas y siempre había una frase hermosa para lanzarla como piropo. El caballo de Aquiles en realidad era multicolor, posiblemente escarchado con imágenes de caleidoscopio para encantar a los pequeños. Seguramente la mirada de Nazoa tenía la virtud de convertir los objetos en cosas que se tornaban hermosas cuando de ellas hablaba. “A nosotros cuando más nos gustaba verlo era aquellos domingos por la mañana que estaban tocando la retreta y ese caballo de colores llegaba por ahí vistiéndose de alfombras por todas partes… Cómo sería de bonito ese caballo que con ese caballo fue que se alzó Miranda contra el gobierno porque se inspiró en el tricolor de sus labios y en el rubio de sus ojos”.
El Credo (fragmentos) Creo en Pablo Picasso todopoderoso, creador del cielo y de la tierra. Creo en Charlie Chaplin, hijo de las violetas y los ratones, que fue crucificado, muerto y sepultado por el tiempo, pero que cada día resucita en el corazón de los hombres. Creo en el amor y en el arte, como vías hacia el disfrute de la vida perdurable. Creo en los grillos que pueblan la noche de mágicos cristales. …
Creo en el amolador que vive de fábricas de estrellas con su rueda maravillosa. ... Creo en las monedas de chocolate que atesoro bajo la almohada de mi niñez. … Creo en la amistad como el invento más bello del hombre. Creo en la poesía. Creo en los poderes creadores del pueblo. Y en fin, creo en mí mismo, puesto que sé que hay alguien que me ama.
Y juega el genio de Nazoa con las palabras para entretejer situaciones posibles y cabalgar en la Historia. El caballo de Aquiles, ese que era bien bonito, en verdad bien pudo ser el de Francisco de Miranda, el del niño Bolívar o el que llevaba el Mariscal Sucre. El caballo alado de las ilusiones del niño que siempre estuvo anidado en el corazón del genio y que se fueron plasmando con el tiempo, a través de su voz, de sus escritos, de su teatro, de su poesía, porque fue todo eso el hombre que hoy cumpliría 90 años de edad y que se nos fue temprano, patinando sobre el espejo de un arcoíris. LAS GENIALIDADES DEL POETA Cuando uno quiere hablar de Aquiles Nazoa el enredo es total, porque resulta imposible encasillarlo en determinado lugar. Abarcó todas las expresiones del arte. Fue lírico, costumbrista, humorista, escritor en prosa y verso, periodista ocasional y comunista militante, como siempre se calificó. Quienes disfrutamos con esas “cosas sencillas” del lenguaje, descubrimos en Aquiles una veta importante para desglosar. Pocos escritores venezolanos han logrado jugar con las imágenes como él lo hizo, porque sus figuras no sólo cobran vida en la memoria, sino que además son poseedoras de olor y sabor. Leer a Aquiles es trasladarse a un tiempo que se marchó cuando definitivamente se instauró la luz eléctrica. La de
Aquiles es una Caracas romántica, bucólica y definitivamente añorada, mucho más cuando observamos cómo la anarquía la hace pedazos sin contemplación alguna, porque en la Caracas de Aquiles vivía el caballo del cual se habla... “Todo el mundo era cariñoso con aquel caballo tan bonito, y más las señoras y señoritas del pueblo, que estaban muy contentas con aquel caballo que se
alimentaba de jardines. ¿No ve que como consecuencia de aquella alimentación lo que el caballo echaba después por el culito eran rosas?” Hoy añoramos, no sólo al caballo de Aquiles, sino a todas las imágenes que pinta el poeta para justificar su conversación. ¡Cuánto nos agradaría encender el televisor y admirar a ese tipo que hablaba “de las cosas más sencillas!”
Transitar sobre sus obras > Credo > Caperucita roja criolla (1955) > Poesía para colorear (1958) > El burro flautista (1958) > Los dibujos de Leo (1959) > Caballo de manteca (1960) > Los poemas (1961) > Cuba de Martí a Fidel Castro (1961) > Mientras el palo va y viene (1962) > Poesías costumbristas, humorísticas y festivas (1963) > Pan y circo (1965) > Los humoristas de Caracas (1966) > Caracas física y espiritual (1967) > Historia de la música contada por un oyente (1968)
> Humor y Amor (1970) > Retrato hablado de matapalo (1970) > Venezuela suya (1971) > Los sin cuenta usos de la electricidad (1973) > Gusto y regusto de la cocina venezolana (1973) > Vida privada de las muñecas de trapo (1975) > Raúl Santana con un pueblo en el bolsillo (1976) > Genial e Ingenioso: La obra literaria y gráfica del gran artista caraqueño Leoncio Martínez” (1976) > Aquiles y la Navidad” (1976)