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UN TSUNAMI LLAMADO SINSOMBRERISMO A TSUNAMI CALLED “SINSOMBRERISMO” (the hatless look
CAPÍTULO // CHAPTER 8
Casa Exportadora de Sombreros // Exporting hat warehouse
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UN TSUNAMI LLAMADO SINSOMBRERISMO A TSUNAMI CALLED “SINSOMBRERISMO4” (the hatless look)
Foto // Photo Felipe Díaz H.
“La crisis del sombrero de paja toquilla sobrevino después de la guerra mundial. Los norteamericanos, sobre todo, dejaron de usar el sombrero, y la exportación bajó notablemente de volumen. Se produjo, lo que en aquella época se llamaba el sinsombrerismo”.
“De pronto, comienza la moda del sinsombrerismo. La gente cree que utilizar sombrero es malo, y esta forma tan maravillosa de cubrir la cabeza comienza a declinar, y a declinar y a declinar”.
“Se dio el cambio, se dio la crisis del sombrero de paja toquilla, simplemente porque siendo el sombrero algo vinculado a la moda y al uso, al cambiar la moda hubo una demanda mucho menor”. “The crisis of the paja toquilla hat came after the World War II. Most Americans stopped wearing hats and consequently the volume of exports dropped considerably. The “sinsombrerismo ”phenomenon, as it was called at that time, had started.
“Suddenly, trends were changing and wearing a hat was no longer fashionable. So the use of the hat, whether for protection or for looks, started to decline.”
“Along with the change in fashion came the paja toquilla crisis, simply because hats were linked to fashion; when fashion changed, the demand dropped.”
“Era una prenda de vestir más que usted tenía que utilizar. No se va a imaginar jamás salir sin sombrero. Es como si usted en este momento sale sin pantalones. Así era una vestimenta tan arraigada en el uso. Pero cuando se cortó de golpe el pedido de sombreros, empezó usted a ver gente que no usaba sombrero, pero no por uno o dos, sino miles”.
Los relatos de Alejandro Serrano, Guillermo Aguilar, Claudio Malo y Eduardo Ugalde describen ese cambio en la moda que tendría consecuencias trágicas en las provincias de Azuay y Cañar.
Pocos, sino ninguno, pudieron imaginar ese tsunami llamado sinsombrerismo que barrió la economía regional en la década del 50; más cuando el auge de la exportación no había ocurrido en los años 20 o 30, sino en la década anterior.
“El incremento de la exportación y por ende de la producción, se da a partir de 1940 y llega hasta 1946; a partir de aquí comienza un descenso más o menos permanente”, escribe en su libro Tejiendo la vida María Leonor Aguilar.
La profesora de la Universidad de Cuenca explica que ese auge se debió a que el sombrero ecuatoriano reemplazó a los sombreros chinos, japoneses, filipinos e italianos en el mercado estadounidense, debido a que esta competencia no podía llegar al país del norte por los efectos de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Cuando la importación de estos productos se normalizó tras el conflicto bélico, la manufactura ecuatoriana sufrió su primera crisis (1947-1948), pero a partir de 1951 comenzó la crisis estructural “pues a la reaparición de la competencia se añade la disminución de la demanda, originada en la tendencia de la gente a prescindir casi totalmente del uso del sombrero”, describe la profesora Aguilar.
“Según mi suegro (Homero Ortega) para el Azuay y Cañar fue catastrófico porque existía gente que dependía 100% del sombrero. El sombrero era la fuente de sustento, no es como en “It was like any other garment. In those days you would never imagine going out without a hat, it was like going out without pants. It was an indispensible part of everybody’s wardrobe. When the demand for hats suddenly dropped, it wasn’t just two or three people who weren’t wearing hats, it was thousands.”
Alejandro Serrano, Guillermo Aguilar, Claudio Malo and Eduardo Ugalde describe the change in fashion that would have tragic consequences in Azuay and Cañar Provinces.
Few, if any, could imagine this tsunami called “sinsombrerismo” that damaged the regional economy in the 50’s, considering that the boom of exportation was not in the 20’s or 30’s, but during the previous decade.
“The increase in exports, and therefore of production, went from 1940 to 1946. But that year there was a considerable decrease in demand,” writes Maria Leonor Aguilar in her book, Weaving Life.
The professor of the University of Cuenca explains that the paja toquilla hat boom had taken place because the Ecuadorian hat replaced the Chinese, the Japanese, and the Philippine and Italian hats in the United States market. This happened because these suppliers were not able to reach the America due to the effects of World War II (1939-1945).
When the importation of these products was normalized after the war, Ecuadorian manufacturing had gone through its first crisis (1947-1948). In 1951, it would go through a structural crisis “because as competitors reappeared in the market the demand for hats was decreasing ,” describes Professor Aguilar.
4 Sinsombrerismo refers to the action of not wearing a hat. It would literally translate as the “without a hat phenomenon” or the “hatless look.”
la actualidad que se teje como algo complementario”, indica el doctor en Química Eduardo Ugalde.
En su artículo La psicología del pueblo azuayo, aparecido en la “Monografía del Azuay” de 1926, Octavio Díaz –con el lenguaje florido de la época- describe la importancia que tenía esta actividad en el interior de la provincia:
“En las comarcas azuayas el tejido de sombreros de paja toquilla, artículo de exportación, ha sido la industria que les ha dado vida propia y a ella se han dedicado todas nuestras clases sociales, desde la niña de la más alta nobleza, hasta la infeliz labriega”.
María Leonor Aguilar dice que la crisis no solo golpeó al campo sino también a las ciudades porque “por lo que se ha estudiado de esta artesanía, se sabe que no solamente en el sector rural sino en el sector urbano se tejían sombreros de paja toquilla”.
“Hay una serie de anécdotas que cuentan que las señoras encopetadas o las señoras de la sociedad, hacían sus sombreros, pero no los vendían ellos sino que mandaban a vender con sus empleadas, para no ser mal vistas. Pero Cañar y Azuay eran un solo cordón manufacturero de sombreros de paja toquilla”, concluye la profesora Aguilar.
Así como el sinsombrerismo no hizo distinciones entre el campo y la ciudad, tampoco discriminó entre sus víctimas a hombres, mujeres y niños “porque con el sombrero de paja toquilla, trabajaban todos los integrantes de la familia”, acota Alejandro Serrano.
Los autores de la monografía azuaya antes mencionada, Luis F. Mora y Arquímedes Landázuri, escribían a comienzos del siglo pasado la importancia que tenían las mujeres en estas labores.
“¿Cuántos obreros se emplean en este trabajo? A punto fijo nadie sabrá responder hasta ahora, y en el porvenir, será también difícil decirlo. Y la razón es por lo que pasamos a manifestar. El tejido de sombreros podemos asegurar que es general, y sobre todo “According to my father-in-law (Homero Ortega) it was catastrophic for Azuay and Cañar because many people depended 100% on hat manufacturing. The hat was their sole source of sustenance, unlike now when it is a complement to their main economic activity,” indicates Eduardo Ugalde, a doctor of chemistry.
In his article “The Psychology of the People of Azuay” which appeared in the Monograph of Azuay in 1962, Octavio Díaz, using the refined vocabulary of his age, describes the importance that this activity had in the province:
“In the communities of Azuay, weaving the paja toquilla hat, a product of exportation, has been the industry that has given life to people from all social classes, from the girl of the highest nobility to the saddest peasant.”
María Leonor Aguilar tells us that the crisis not only affected the countryside but also the cities because “from what we know from our studies, those paja toquilla hats where not only woven in the rural sectors but also in the urban sector.”
“Several anecdotes tell of pretentious ladies of the high society who produced their own hats but would not sell them themselves. Rather they made their housekeepers do so, so as to not be criticized, but Cañar and Azuay were one part of the manufacturing chain of paja toquilla hats,” concludes Professor Aguilar.
As the sinsombrerismo did not discriminate between city and countryside, neither did it discriminate against gender or age. Men, women and children were equal “because all members of a family worked on the hats,” says Alejandro Serrano.
Luis F. Mora and Arquimedes Landázuri, authors of the abovementioned Monograph of Azuay, who wrote during the beginning of the last century, talk about the importance women had in this field.
Tejedoras de sombreros de paja toquilla // Weavers of paja toquilla hats Foto // Photo Felipe Díaz H.

entre las mujeres. Teje la mujer del pueblo bajo, la de mediana comodidad y hasta la de elevada posición”.
Los autores concluyen el apartado dedicado a la producción de sombreros con una frase que 30 años después de escrita sería fatídica:
“La alza o baja del sombrero, es un termómetro casi seguro para fijar la prosperidad relativa o miseria del pueblo”.
Dentro de este “pueblo” estaban también los niños, como refleja esta anécdota de la infancia de Alejandro Serrano. “How many laborers did it take to do this job? No one can be sure. The reason is that mostly women did the weaving. The hats were woven by low class, middle class and even high class women”
The authors conclude the note on production of paja toquilla hats with a phrase that, after 30 years later would still be considered fateful:
“The increase or decrease of hat sales is the barometer which indicates the relative prosperity or poverty of a town.”
Inside this “population” there were children as well, as reflects
“Había un sombrero de especial valor que era el sombrero de paja torcida. Se cogía la hebra, se la partía en dos, y el niño –generalmente- la torcía utilizando su canilla”.
“Yo pertenezco a una familia que tenía sus haciendas en Charasol, y Charasol era un centro de producción de paja toquilla extraordinario. Es un pueblito, para mí un Macondo3 de esta región, que está muy cerca de Azogues”.
“Entonces en mi familia, primos, sobrinos, más o menos de la misma edad, no había mejor distracción, mejor juego, que el fútbol. En aquella época se jugaba con pelotas de trapo. Pero generalmente no conseguíamos compañeros para el juego porque se necesitaban, si nosotros éramos cuatro, otros cuatro o algo por el estilo”.
“Entonces inquietábamos a los muchachos contemporáneos nuestros que estaban en su labor del sombrero de paja toquilla y sus padres no les dejaban salir, si no habían cumplido la tarea que le daban por día para que entregaran las hebras a efecto que pudieran trabajar”.
“Entonces nosotros, con el ánimo de jugar cuanto antes, aprendimos, yo aprendí a torcer, y así duplicábamos la producción y podíamos sacarles de su ocupación a nuestros compañeros y armábamos el partido de fútbol en la plaza del pueblo”. Alejandro Serrano’s anecdote from his childhood:
“There was one hat that had more value than the others. It was the hat made of twisted straw. The weaver had to take the strand, part it in two, and generally a boy twisted it using his spindle.”
“I belong to a family that had farms in Charasol. Charasol was an important paja toquilla hat producer. This little town for me is the Macondo5 of this region, and very close to Azogues.”
“In my family there was no better game than playing soccer with cousins and nephews of a similar age. When I was young, we played with balls made of rags. We usually did not have enough players for the game because if we were four, we needed another four to play or something like that.”
“We tried to persuade the children of our age who wove the paja toquilla hats, but their parents would not let them go out if they had not finished their daily work as they needed the strands of twisted fiber to be able to work.”
“So, in order to get a game started quickly, we learned, I learned, to twist the straw. We would double their production and were able to take them out to play soccer with us in the town square.”
3 Macondo es un pueblo ficticio descrito en la novela de Gabriel García Márquez ‘Cien Años de Soledad’ el cual era el hogar de la familia Buendía. 5 Macondo is a fictional town described in Gabriel García Márquez’s novel One Hundred Years of Solitude. It is the home town of the Buendía family.