Emociones y acciones colectivas: un bosquejo preliminar de su situación hoy Adrián Scribano - Matías Artese Los estudios sobre acciones colectivas desde sus orígenes han estado relacionados con el estatuto y lugar que en ellas se les daba a las emociones. Las indagaciones sobre revueltas, revoluciones y motines de una u otra forma otorgaban un lugar especial a las emociones de los sujetos y colectivos implicados. Desde Le Bon, pasando por Sorel hasta Thompson, postularon un rol importante para las emociones y sentimientos en las acciones de masa, en la huelga general y en las luchas obreras. En el proceso de refundación de los estudios aludidos en el periodo del surgimiento de los así llamados “nuevos movimientos sociales”, las emociones no dejaron de ocupar un lugar importante en las explicaciones de los mismos. Desde las inversiones emocionales que supuso el concepto de identidad colectiva de Melucci, y los componentes “afectivos” de los procesos de enmarcamiento de Benford, se “retomaron” las emociones como ejes de análisis. Desde finales de los años ‘90 del siglo pasado se re-tomaron las emociones como centro de análisis de los sentidos y “alcances” de las acciones colectivas, las protestas y movimientos sociales. Tal vez los textos editados por Goodwin, Jasper y Polletta (2001) en el libro “Passionate politics. Emotions and social movements”, y por Goodwin y Jasper (2004) “Rethinking social movements. Structure,meaning and emotion”, hayan sido los más conocidos e influyentes de este reflujo sobre la centralidad de las emociones. En el contexto descripto, adquiere relevancia preguntarse ¿cuál es la situación actual del lugar que ocupan las emociones en los estudios de acción colectiva? Sin pretensiones de exhaustividad, el
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