Revista IC junio 2018

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La gran coyuntura. Planeación ferroviaria

N

Ciudad Juárez

Estados Unidos

Nogales

Hermosillo Guaymas

Terrazas Madera Cumuripa

Ojinaga Ciudad Acuña

Chihuahua

Nuevo Laredo Saltillo

Torreón

Matamoros

Monterrey

Culiacán Durango

Océano Pacífico

Aguascalientes San Blas

San Luis Potosí

Guanajuato

Querétaro

Guadalajara Simbología Capitales Estación de trenes Vías férreas Límite estatal Frontera internacional

Mérida

Pachuca Xalapa Veracruz

Manzanillo

Escala 1: 23,263,000 0 300

Golfo de México Tampico

Campeche

Coatzacoalcos

600 km

Puebla

Salina Cruz

Valladolid Tihosuco

Belice

Oaxaca

México

Espita

Mar Caribe

Zacatecas

Guatemala

Suchiate

Figura 1. Red ferroviaria en 1910.

Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada, inauguró el ferrocarril México-Veracruz. El porfiriato (de 1876 a 1910) trajo como una de sus aristas benéficas más de 19 mil kilómetros de red ferroviaria, que comunicó a la mayor parte del territorio nacional. Tan sólo durante este periodo de nuestra historia se construyó más del 85% de la infraestructura férrea actual. Este crecimiento acelerado se debió al capital extranjero; las concesiones otorgadas sobre todo a inversionistas británicos y franceses, las acciones gubernamentales y privadas impulsaron el crecimiento de la industria y la economía durante esos 34 años. A lo largo del siglo XX, el transporte ferroviario de pasajeros de nuestro país creció a la par que el de carga. En el año 1969 se contabilizó el mayor número de viajeros por tren (39 millones de personas por todo el territorio nacional). Después de este pico estadístico, el sistema fue perdiendo usuarios paulatinamente. Entre 1980 y 1982 se llevó a cabo el esfuerzo de diseñar y armar en Aguascalientes las locomotoras eléctricas E60-C2, construidas por General Electric. Las máquinas fueron inauguradas para el viaje entre la Ciudad de México y Querétaro, trayecto que duraba sólo 3 horas. Hoy ese mismo viaje tiene una duración de 5 horas, en promedio, debido a la tremenda congestión vial. Para 1996, año en que se inició la privatización de Ferrocarriles Nacionales de México, sólo se transportó al 1% de los pasajeros totales por vía terrestre.

La red ferroviaria mexicana solía tener una enorme importancia para nuestras comunicaciones y transportes. Conectaba gran parte de la geografía nacional, y un número considerable de poblaciones en la República contaba con una estación de tren. La empresa estatal Ferrocarriles Nacionales de México llegó a tener, en algún momento de nuestra historia, un papel incluso aun más importante que el de Petróleos Mexicanos para la economía nacional. Los caminos de fierro constituían sin duda la columna vertebral de la movilidad entre el Bravo y el Suchiate. No sólo se trataba del medio de transporte de pasajeros de menor costo y mayor cobertura, sino que representaba también la opción más conveniente para el transporte de carga. Buena parte de la actividad económica nacional descansaba sobre los durmientes de nuestra sólida estructura ferroviaria. A partir de la privatización de Ferrocarriles Nacionales de México, la totalidad del transporte popular de pasajeros comenzó a realizarse por carretera, y la mayor parte de las mercaderías empezó a distribuirse en el territorio nacional también por este medio. Las mercancías se trasladaron entonces a lo largo del país en tráileres de doble remolque, que causan cuantiosos y frecuentes daños en el pavimento y más de dos terceras partes de los accidentes en las carreteras de México, con lo que éstas se vuelven más lentas y riesgosas. En este mismo sentido, el transporte de productos y mercancías se ve encarecido y el medio ambiente contaminado por los

IC Ingeniería Civil Órgano oficial del Colegio de Ingenieros Civiles de México ❙ Núm. 587 junio de 2018

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