El zoo humano

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Desmon Morris

El Zoo Humano

establecida se separan uno de otro durante cierto período de tiempo por causa de guerra, negocios o alguna otra exigencia externa. Cuando se reúnen, se produce un típico resurgimiento de intensa actividad sexual durante las primeras noches en que están juntos de nuevo, al paso que recorren un segundo proceso de formación de vínculo. Existe una aparente contradicción que debe ser resuelta aquí. En algunas culturas, donde el proceso biológico natural de "enamorarse" se ve interferido por matrimonios convenidos o por propaganda antisexual, un par de jóvenes pueden encontrarse a sí mismos recién casados sin haberse producido siquiera los principios de formación de pareja, o con un acceso fuertemente inhibido hacia la actividad copuladora. En casos semejantes, tal vez informen que (si tienen suerte) su conducta sexual adquiere más intensidad en una fase posterior. Para ellos, la fase de mantenimiento de pareja parece, a primera vista, ser más intensa sexualmente que la fase de formación de pareja, invirtiendo aparentemente la correlación que he descrito. Pero no se trata de una verdadera contradicción; se trata, simplemente, de que la auténtica fase de formación de pareja ha sido artificialmente diferida. No siempre son tan afortunadas estas parejas. Lo que en semejantes casos sucede con frecuencia es que la unidad familiar tiene que depender de presiones sociales externas para mantenerse unida, en vez de confiar en el proceso vinculador interno, más básico y seguro. Si uno de los miembros de un matrimonio permanece biológicamene "desvinculado" en este sentido, existe considerable peligro de que se forme súbitamente un poderoso vínculo o lazo extramarital. La verdadera capacidad de formar pareja yacerá ociosa, por así decirlo, y estará dispuesta a entrar prontamente en acción, causando estragos en el oficialmente reconocido "pseudo-vínculo". Existe una diferente clase de peligro para los jóvenes que no consiguen basar su matrimonio en la formación de un verdadero vínculo de pareja. Este peligro no es provocado por una propaganda antisexual, sino más bien por un exceso de propaganda prosexual, que puede conducirlos a suponer que la elevada intensidad de la fase de formación de pareja debe persistir aun después de que la pareja haya quedado plenamente formada. Cuando, inevitablemente, resulta no ser así, imaginan que algo ha marchado mal, cuando lo que en realidad ha ocurrido es, simplemente, que han alcanzado la fase sexual de mantenimiento de pareja. La importancia del sexo reproductivo puede ser exagerada o puede ser empequeñecida, y cualquiera de ambas conductas puede suscitar problemas. Estas tres primeras categorías -sexo procreador, de formación de pareja y de mantenimiento de pareja- componen las funciones reproductoras primarias del comportamiento sexual humano. Antes de pasar al examen de las funciones no reproductoras, procede hacer un último comentario general. Individuos cuyo mecanismo de constitución de pareja ha sufrido algún deterioro, han encontrado conveniente, en ocasiones, afirmar que no existe en la especie humana nada semejante a un impulso biológico de apareamiento. El "amor romántico", como prefieren llamarlo, es considerado como una reciente y completamente artificial invención de la vida moderna. El hombre, alegan, es fundamentalmente promiscuo, como tantos de sus parientes simios. Los hechos, sin embargo, demuestran lo contrario. Es cierto que en muchas culturas las consideraciones económicas han conducido a una grosera perversión de la pauta de formación de pareja, pero, aun allí donde la interferencia de esta pauta con "pseudo-vínculos" oficialmente diseñados ha sido más rigurosamente reprimida, con penas crueles, siempre ha mostrado señales de reafirmarse. Desde tiempos antiguos, jóvenes amantes, conscientes de que la ley podía arrebatarles nada menos que la vida si eran capturados, se han visto, no obstante, impulsados a arrostrar el riesgo. Tal es el poder de este fundamental mecanismo biológico.

4. Sexo fisiológico En el macho y la hembra humanos, adultos y sanos, existe una básica exigencia fisiológica de repetida consumación sexual. Sin esa consumación, se origina una tensión fisiológica, y, finalmente, el cuerpo exige un alivio de la misma. Cualquier acto sexual que implique un orgasmo proporciona este alivio al individuo orgásmico. Aun cuando una copulación deje de cumplir cualquiera de las otras nueve funciones del comportamiento sexual, puede, al menos, satisfacer esta básica necesidad fisiológica. Para un macho no apareado o, de cualquier otro modo, sexualmente fracasado, una visita a una prostituta puede cumplir esta función. Una solución más extendida, y a la que se entregan ambos sexos, es la masturbación. Un reciente estudio realizado en América reveló que el 58 por ciento de hembras y el 92 por ciento de machos de aquella civilización se masturban, hasta llegar al orgasmo, en algún momento de sus vidas. Debido a que este acto sexual no exige la presencia de un compañero y no puede, por tanto, conducir a la fertilización, se han realizado en diversas épocas intentos puritanos para extirparlo, habiendo surgido a su

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