Antologiaquinto (1)

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¡Vete, te digo! le repitió el pescador y alargó la pierna para darle una patada. Entonces el perro, que cuando tenía hambre de veras sabía sacudirse las moscas de la nariz, se revolvió furioso contra el pescador, mostrándole sus terribles colmillos. En aquel momento se oyó en la gruta una vocecita muy débil que decía: ¡Sálvame, Alidoro! ¡Si no me salvas me fríen!... El perro reconoció en seguida la voz de Pinocho y, con gran asombro suyo, se percató de que la vocecita había salido de aquél bulto enharinado qué tenía en la mano el pescador. Pega un salto, coge con la boca aquella masa enharinada y sosteniéndola ligeramente con los dientes, sale corriendo de la gruta huyendo como un relámpago. El pescador furiosísimo al ver que se le iba de las manos un pescado que él se habría comido tan a gusto, intentó perseguir al perro, pero, a los pocos pasos le vino un golpe de tos y tuvo que volverse atrás ¡Si llego a tardar un minuto más! ¡No me lo digas! Entre tanto, Alidoro, una vez encontrada la callejuela que conducía al pueblo, se paró y puso delicadamente en tierra al amigo Pinocho. ¡Cuán agradecido te estoy! Dijo el polichinela, tú me salvaste a mí, y las deudas se pagan. Ya se sabe. En este mundo nos tenemos que ayudar los unos a los otros. Alidoro riendo, tendió la pata derecha al polichinela, quién se la estrechó fuertemente en señal de amistad; después, se separaron. Carlo Collodi, Las aventuras de Pinocho. México, SEP-Juventud, 2004.


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