8vo Básico - Las aventuras de Tom Sawyer

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—Rebeca Thatcher… (Tom la miró: estaba lúcida de terror), ¿has sido tú…?; no, mírame a la cara… (La niña levantó las manos suplicantes). ¿Has sido tú la que has rasgado el libro? Una idea relampagueó en el cerebro de Tom. Se puso en pie y gritó: —¡He sido y o! Toda la clase se le quedó mirando, atónita ante tamaña locura. Tom permaneció un momento inmóvil, recuperando el uso de sus dispersas facultades; y cuando se adelantó a recibir el castigo, la sorpresa, la gratitud, la adoración que ley ó en los ojos de la pobre Becky le parecieron paga bastante para cien palizas. Enardecido por la gloria de su propio acto sufrió sin una queja el más despiadado vapuleo que el propio míster Dobbins jamás había administrado; y también recibió con indiferencia la cruel noticia de que tendría que permanecer allí dos horas con él a la puerta hasta el término de su cautividad y sin lamentar el aburrimiento de la espera. Tom se fue aquella noche a la cama madurando planes de venganza contra Alfredo Temple, pues, avergonzada y contrita, Becky le había contado todo, sin olvidar su propia traición; pero la sed de venganza tuvo que dejar el paso a más gratos pensamientos, y se durmió al fin con las últimas palabras de Becky sonándole confusamente en el oído: —Tom, ¿cómo podrás ser tan noble?


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