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EDIPO: LA PREDESTINACIÓN Y LA MUERTE
EDIPO: LA PREDESTINACIÓN Y LA MUERTE
Sófocles, en su trilogía sobre Edipo, nos muestra una dimensión, presente en nuestra cultura, respecto a la vivencia del dolor humano derivado de
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Más allá de la razón
Reflexionamos sobre dos narraciones de la antigüedad griega, estrechamente conexas: el mito de Edipo y el de la Esfinge. raleza, su cumplimiento. Los actos de Layo señalan a Edipo como el vehículo de la venganza de los dioses. Por su causa y sus equivocadas pasiones, el hijo de Pélope ha muerto y es su propio hijo, Edipo, el que hará justicia. un mal que aparece como fruto de lo que se interpreta como destino, sin presencia directa de culpa. Sin embargo, el hombre debe cargar con una culpa impuesta por la creencia en esos dioses. La estructura cultural requiere de algo trascendente que le dote de sentido y significado. Sin esas figuras, que imponen un orden, se corre el riesgo de la rebelión continua y anárquica. También se corre el riesgo de asumir que la existencia misma carece de sentido y que la existencia humana es en realidad inútil e insignificante. En oposición a las pretensiones del entendimiento contemporáneo - que nos obliga a poseer toda la realidad, a explicarla y a tratar de dominarla - el “no entender” tiene como respuesta
negar esa realidad incomprensible y el silencio ante el límite
de la razón humana. Los mitos y la tragedia griega son parte de esos intentos humanos por comprender su propio devenir en un universo demasiado complejo. Sin estos intentos, y sobre todo sin creer en ellos, la angustia, el temor y el sinsentido dominarían, nos obligarían a vivir en un mundo sin horizontes ni expectativas, quizás ya habríamos acabado con todo; es interesante observar que, mientras la falta de fe avanza, se va instalando la tragedia sin sentido y la muerte funesta. En el relato de Edipo, el dios Apolo representa la imposición de un designio o más bien de un destino por cumplirse. Pero, a pesar de las apariencias, debemos cuestionarnos: ¿es esto lo que determina la suerte de Edipo y de todos los demás o son los actos humanos los que desencadenan la tragedia? ¿Qué sería de la vida de Edipo sin este oráculo? El guion es complejo. Layo, el padre de Edipo, estaba ya marcado por la infamia: él ha faltado a la hospitalidad de Pélope, que le ha cobijado ante la persecución. Layo ha secuestrado y abusado del hijo de Pélope, lo cual provoca el suicidio del joven. Ante esto Pélope lo maldice. Es así que los dioses consideran que Layo merece un castigo. Esta decisión de castigo se transforma en un oráculo. Según Sófocles el oráculo tiene, en su natuPodemos ver como las desgracias ya están presentes en la vida del niño Edipo, que no sabe nada y, sin embargo, sus propios actos harán que se cumpla lo dictado por los dioses. En Delfos le han dicho a Layo que su hijo le mataría. Al nacimiento de Edipo, el propio Layo le traspasa los talones con hierro y le pone una correa, es enviado a unos pastores que lo reciben como a un animal, para ser abandonado en la montaña. El pastor se compadece y lo lleva ante sus reyes que no tenían descendencia; ellos lo acogen y lo crían como a un hijo. Escucha de la gente, de sus compañeros que los reyes no son sus padres; ante esa duda va a buscar respuestas a Delfos y espera saber la verdad: el
oráculo le señala un destino funes-
to; matará a su padre y se casará con su madre. Decide irse de la ciudad para escapar de la suerte revelada por el oráculo. Desconociendo su origen, Edipo da – al término de múltiples peripecias – cumplimiento al oráculo. Vemos como el dios Apolo va uniendo las partes de la historia para, finalmente, cumplir
la venganza por los actos de Layo. En este sentido no es que Apolo determine la libertad de Edipo o Layo: son las
decisiones que ellos toman, las que terminan por rea-
lizar la historia. El hombre es libre de cumplir su destino, un destino tejido por las decisiones y las consecuencias de estas. La Esfinge amenaza con matar a todos los que no puedan descifrar su enigma. Creón ofrece, como premio a quien fuera capaz de vencerla, tanto el trono de Tebas como la mano de la reina: La Esfinge proponía - Existe sobre la tierra un ser bípedo y cuadrúpedo, que tiene sólo una voz, y es también trípode. Es el único que cambia su aspecto de cuantos seres se mueven por la tierra, por el aire o en el mar. Pero, cuando anda apoyado en más pies, entonces la movilidad en sus miembros es mucho más débil.
Edipo como un hombre de frontera, ha sabido sobrevivir; parece conocer los designios de los dioses. Edipo resuelve el enigma de la Esfinge y despeja el terror que dominaba al pueblo tebano. Entra triunfal en la ciudad, como nuevo rey y esposo de la reina. Se cumple por completo el oráculo. Ante estos hechos, los dioses no pueden aparecer como los conspiradores, no pueden confirmar las ideas sobre los destinos escritos, dejando a los pobres hombres el rol de simples juguetes de su destino, como si su vida fuera una gran obra que se vive para divertir a los aburridos dioses intemporales, aburridos de sus largas vidas sin necesidades. Es así que este relato se completa con el final funesto de sus personajes. Los dioses se revelan, aparece la peste, que tiene una causa y debe resolverse. Edipo, hace la consulta al oráculo y allí se renueva el problema del asesinato de Layo como mancha impune. El asesino del rey está en la ciudad y debe ser desterrado. Edipo carga el rigor del tema sobre sí e inicia una pesquisa que, en primer término, se formula como proclama hacia el pueblo. Hay una exhortación y una amenaza: Edipo maldice al culpable. En su búsqueda de la verdad convoca a Tiresias; el adivino comunica las verdades que los dioses le revelan y la historia se encamina sutilmente hacia su desenlace. Tiresias dirá, de forma criptica, la primera parte del oráculo – parricidio -; enseguida la segunda -incesto - y el tercer oráculo sobre el destierro del asesino. Edipo se abre una comprensión nueva, total. Entiende como paso a paso, tratando de huir de su destino, lo ha cumplido. El destino empujó a Edipo a ser un héroe y ahora lo hundirá en la desgracia; tal vez ha errado su interpretación de las palabras o simplemente los dioses, conocedores de las cualidades y carencias humanas, se han servido de ello para provocar que sus apuestas se cumplan. Edipo enfrentará su destino final, escrito por sus propias palabras. Él mismo se ha maldecido, maldiciendo al asesino de Layo. Las emociones que experimenta le desencajan: su verdad y su mundo se han derrumbado. Se entera que el rey de Corinto ha muerto y debe ocupar el trono del que creía su padre. Teme cumplir todavía la otra parte del oráculo y no quiere acercarse a su madre. Su verdadera madre, Yocasta, lo ha entendido todo: se retira para darse muerte en el interior del palacio. Edipo se ciega y, envuelto en dolor, sale de Tebas acompañado de su hija menor, Antígona. La reflexión final puede contradecir la idea de un cierto fatalismo, muy presente en la literatura de la Grecia antigua. Layo fue imprudente: no supo escuchar a los dioses. Edipo no pudo comprender y puso en marcha una serie de eventos que, finalmente, lo destruyeron. No son los dioses los culpables: en las encrucijadas prevaleció la intención del hombre al margen de los otros; fue el egoísmo. Había otras opciones. Siguen siendo las decisiones humanas las que, en cada encrucijada, determinan cómo afrontar el destino.
