EJÉRCITO EN LAS GUERRAS DE LA INDEPENDENCIA

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CAMPAÑA DE BUIJO El cambio evidente de actitud del mariscal José Domingo La Mar, hizo igualmente cambiar las decisiones y los planes de los vencedores de Tarqui. Parecería que el presidente del Perú pretendió con fingido y sospechoso sometimiento, sujetarse a las condiciones que le hizo conocer el mariscal Sucre, inclusive firmar el Tratado de Girón, hasta rodearse de circunstancias favorables que le permitiesen exteriorizar sus verdaderos propósitos e intenciones. Efectivamente, desde Gonzanamá (Zozoranga, según otros autores), hizo conocer el presidente La Mar su decisión de no abandonar Guayaquil, decisión que ya estaba cumpliéndose a través de sus representantes que se negaron a entregar la ciudad a los comisionados de Sucre, en flagrante desafío a los compromisos adquiridos. Ante la inesperada y delicada situación, al mariscal Sucre no le quedaba otra opción que hacer cumplir, inclusive con el poder de las armas, la devolución de Guayaquil y la salida inmediata de las tropas peruanas de ocupación. Sin embargo, la situación militar implicaba prudencia y un meticulosa plan para recuperar Guayaquil en cuando las condiciones s presentaran favorables. La precipitación de iniciar operaciones se representaran favorables. La precipitación de iniciar operaciones convencionales no convenían al ejército de Colombia: no disponía del poder militar suficiente, las unidades disponibles se encontraban incompletas, se presentaba muy remota la posibilidad de recibir refuerzos desde el norte, en contraposición de las tropas peruanas de Guayaquil que fueron reforzadas con personal y medios provenientes de Paita. Entonces, la alternativa para recuperar la ciudad ocupada era mediante continuos hostigamientos de grupo irregulares y a través de las unidades que se complementarían con voluntarios de la provincia. Es decir, el ejército de Sucre no solo recibió contingente guayaquileño para la campaña de Tarqui, sino también para superar la grave emergencia motivada por la arbitraria ocupación. En el mes de marzo se producen movilizaciones de algunas unidades colombianas, dentro del plan concebido por el general Flores para recuperar la ciudad cautiva. En Sabaneta, a fines de marzo, debían converger los batallones “Caracas” y “Rifles”, además del escuadrón “Dragones del Istmo”. Entre tanto, en la población civil se evidenciaba la oposición progresiva a la actitud colonialista de los peruanas; igualmente, grupos irregulares actuaban en diferentes sectores de la provincia, propiciado rápidos y audaces golpes de mano y ejecutando incursiones y emboscadas, particularmente en la Bolsa (a orillas del río Macul), entre Daule y Nobol, e inclusive incursionando en la misma ciudad hasta el cerro El Carmen. Todas estas acciones impactaron psicológicamente en las tropas peruanas, creando la consiguiente inquietud en el coronel José Prieto, comandante de las de ocupación, quien dispuso al comandante Juan Arrieta, que estaba al mando de la guarnición de Baba, que “ apreste con todos los elementos precisos para la defensa”. Igualmente, solicita del general Illingworth detener las hostilidades por un lapso de 45 días hasta “recibir las últimas determinación de los jefes de mi Gobierno”.


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