El Federalismo Sanitario

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Y el concepto de ciudadanía incorpora la necesidad de este tutelaje de la salud por parte del Estado y lo convierte – más allá de un derecho social – en un derecho humano básico que incluso lo excede en el marco de la dignidad a la que debe acceder la sociedad. La protección de la salud se convierte así en una responsabilidad indelegable del Estado que debe cumplimentarse de tal forma alcanzar universalidad en la cobertura, con base en la solidaridad y con el objetivo de alcanzar a todos con equidad. Los tres aspectos son casi imposibles de lograr en un sistema de salud en el que todos reconocemos su alta fragmentación y su segmentación, diagnósticos sobre los que se han implementado “reformas” de todo tipo al mejor estilo de “parches”, que representaron soluciones coyunturales, pero no reformas de fondo, que permitieran “integrar”, lo que en el ámbito del diagnóstico todos reconocemos como fundamental. Y esto es tan así que tanto no se habla de “integración”, como no se habla de muchas otras cosas en salud. Seguramente hablar de “integración” supone reacciones inmediatas de quienes temen perder su posicionamiento personal o de sector, más allá de las necesidades de la población que quedan en este aspecto relegadas. Otro aspecto es además reconocer, que nuestra historia nos ha conducido por un camino difícil de desandar y en el que la enorme fragmentación permite además una dilución de responsabilidades, en un juego ambiguo entre la Nación y las provincias en el que estas aducen que la atención sanitaria es “una función no delegada”, pero finalmente acuden al apoyo discrecional de la Nación mediante la distribución de recursos. Nuestra organización política y el juego perverso del “autónomo – dependiente” nos ha sumido en una serie de procesos que más que reformas, presentann en casi todos sus aspectos un oscuro “gatopardismo”. En algunos casos me he planteado las enormes dificultades que implica llevar adelante verdaderos procesos de reforma. Más tarde mis planteos fueron dirigidos a la carencia mencionada de una masa crítica de gestores con la capacidad necesaria. Pero me inclino ahora por pensar que además de los aspectos mencionados tampoco “se quiere” hacer demasiado, porque es preferible – mientras los reclamos sociales no superen ciertos límites – evitar el enfrentamiento que desencadenarían verdaderos procesos de reforma con diversos grupos de interés, siempre presentes, pero ante los que el reclamo social no parece aún incontenible. Resulta una cuestión declamatoria y de bajo impacto en términos de cambio de la realidad sanitaria, firmar un “Pacto Federal de Salud” por todos los ministros


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