Cuentos de educación sexual

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la niña del otro lado del espejo

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corriendo y gana a algunos niños. Y su pelo hoy no está tan enmarañado, y cuando se ríe, también se le hacen los ojos pequeñitos y brillantes, como a Raquel». «Además, no hay en el mundo nadie como esta chica del espejo», pensó mientras se acordaba de su padre. Inmediatamente Sonia comenzó a sentirse mejor, y la chica del espejo no se hacía pequeñita, como siempre, sino más y más grande. Hasta sonreía. ¡Qué distinta era la chica del otro lado del espejo cuando sonreía!. Sin duda, parecía mucho más guapa. Ese día, Sonia se fue a clase sin notar ese peso tan desagradable en la espalda, ese que sentía a veces, parecido a una mochila muy muy grande cargada sobre sus hombros. Se fue tan contenta, que se olvidó de la hora del recreo. Pero el recreo llegó y Alfredo le recordó que era hora de salir a jugar. —Ya no me gusta jugar a las películas —le dijo de repente Sonia a su amigo, mientras salían al patio.


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