EXALUMNOS Entrevista a César Frixone, cónsul general de Ecuador en Portugal y exalumno PUCV:
“Ser profesor es indispensable para servir a la sociedad” El Ingeniero Civil Químico estudió en la Universidad a fines de la década de 1950 con apoyo de una beca otorgada por UNESCO. Fue uno de los precursores de la Escuela de Ingeniería Química de la Universidad Católica del Norte. También fue candidato a la vicepresidencia del Ecuador. “En la secuencia de la vida, después de los 40 años uno se desempeña en eso hasta que muera. Después de los 50, la persona va hacia la dinámica social, se proyecta a la sociedad, la convivencia en común”, relata. Por Juan Paulo Roldán César Frixone César Frixone Franco recuerda excelentes momentos vividos en la Universidad Católica de Valparaíso mientras recorre los pasillos de la Casa Central. A ella llegó desde Ecuador cuando tenía sólo 19 años y era la primera vez que salía de su país y de su casa. Gracias a una beca de la UNESCO, pudo estudiar Ingeniería Civil Química y aquí conoció también a su esposa que estudiaba Trabajo Social. “Mi mujer es el mejor recuerdo de Chile y el mejor souvenir”, agrega entre risas junto a algunos compañeros de generación. Por esas sorpresas que da la vida, el cónsul general de Ecuador en Lisboa (Portugal), volvió después de varios años a la PUCV para reunirse con amigos, compañeros y directivos de la Universidad para ser parte de una ceremonia de donación de un retrato del padre Jorge González Förster. ¿Qué recuerdos guarda de su paso por la Universidad Católica de Valparaíso? “El principal recuerdo que tengo es de gratitud. Vine a Valparaíso a los 19 años. Tuve la oportunidad de estudiar en una Escuela muy buena en Ingeniería Química. La gratitud es porque recibí una beca a través de UNESCO, que la UCV concedía para Ecuador. Tuve el gusto de conocer profesores de la talla de Luis Cortázar, que era muy exigente. Una vez le reclamé porque estudiaba mucho y le dije: ‘usted no me enseña a hacer problemas’. El profesor me dijo que yo venía a aprender y que cada uno tenía que ver cómo resolver sus problemas. Me encantó la respuesta. Recibí una formación muy exigente. Egresé en 1961 y en el último semestre me casé. Cuando salimos no había calculadoras electrónicas, ni computadoras. Sin embargo, en 1965 me fui a Antofagasta y aprendí la investigación de operaciones con computadoras. En 1968 llegué a ser director del Centro de Cómputos de la Universidad Católica del Norte. Esa fue la formación que recibí de la Universidad”. ¿Cómo era estudiar Ingeniería Química por esos años? “Este era un reino. Éramos pocos alumnos, alrededor de 52 en todos los semestres sin contar a los de primer año. Teníamos todo el tercer piso para nosotros, también residíamos en la planta baja y el subsuelo. Había mucha mística y no había quejas de parte de los estudiantes, trabajábamos del orden de 52 horas semanales entre clases y actividades. Estudiábamos hasta motores diésel, de combustión interna, caldera, había talleres de mecánica. Teníamos al profesor Cancino que nos enseñaba metalurgia desde el séptimo semestre. Después de clases a veces nos invitaba al cine”. ¿Por qué tomó finalmente la opción de venir a estudiar a nuestro país? “Mi padre era italiano e ingeniero electromecánico. Yo quería ser como él. En 1953, allá no había ingeniería mecánica ni eléctrica. No quería ser ingeniero civil. Me metí a la mejor universidad que encontré. Estudiaba harto, mi familia era de clase media, mi padre empleado, así que no podía defraudarlos”.
SU PERIPLO POR EL NORTE Y EL REGRESO A ECUADOR ¿Qué recuerdos guarda de su paso por la Escuela de Ingeniería Química de la Universidad del Norte en 1962? “Fue otra aventura de la vida. No había dinero, ocupábamos frascos con botellas de cerveza y bebidas de papaya. Nos conseguimos material con las salitreras y con un profesor de química inorgánica que era farmacéutico del hospital regional quien tenía acceso a los reactivos. Nosotros construimos el laboratorio e hicimos la anilina para teñir de negro las mesas. Después recibimos apoyo de la Alianza para el Progreso. Empezamos en 1967 a incluir en el currículum la investigación de operaciones. La mayoría de los profesores eran exalumnos de la UCV, como Enrique Carretero, Patricio Herrero, Fernando García de Pablo, Gustavo Radovic, entre otros”. En 1972, volvió a Ecuador a la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Central... “En diciembre de 1971 tuvimos una visita del presidente de Cuba, Fidel Castro, donde se firmó un convenio de intercambio sobre procesamiento de datos con la Universidad de La Habana. En ese entonces ya era cónsul honorario de Ecuador en Antofagasta. Estuve allí y conocí la estructura política de Cuba. Vi cómo funcionaban los Comités de Defensa de la Revolución (CDR). Cuando volví a Chile, vi que los CDR eran muy similares a las Juntas de Abastecimientos y Precios (JAP) que repartían las tarjetas de racionamiento. En Cuba te vigilaban en cada cuadra. Eso era gravísimo. Con mi esposa teníamos cuatro hijos en esa fecha. Nos fuimos de vacaciones en una casa rodante y partimos inmediatamente luego de mi regreso desde Cuba. El sistema de salud era muy bueno, se sentía la mística en las universidades, pero no había libertad. Uno se sentía cohibido. El 24 de diciembre nos fuimos de vacaciones a Ecuador por tierra. Celebramos la Navidad en Tacna y después me quedé en Ecuador”. ¿Qué impresión le deja la política que se desarrolla en su país? Usted fue candidato a la vicepresidencia… “Fue una experiencia bonita. He trabajado con distintos sectores. La política no sólo es la práctica de una ideología en un partido, son los grupos sociales los que pueden expresarse a través de voces, dirigentes o líderes. He representado también a la pequeña industria, tanto en Ecuador como en el extranjero. Los banqueros tienen mucha voz, en cambio los pobres no se dejan oír, nadie habla por ellos. Esos grupos sociales han sensibilizado mi comportamiento humano y social”. La ingeniería también puede dar a conocer su voz… “Nos falta complementar más la formación del ingeniero con lo social, pues siempre vamos a trabajar con personas. Tenemos que ser líderes en nuestros trabajos. Eso me ha orientado en la vida. No soy político en pertenecer a un partido, participo de grupos sociales, como el movimiento ‘Alianza País’. En la secuencia de la vida, después de los 40 años uno se desempeña en eso hasta que muera. Después de los 50, la persona va hacia la dinámica social, se proyecta a la sociedad, la convivencia en común. Ser profesor es indispensable para servir a la sociedad”. 43