Crepúsculo

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—O sea, que no es asunto mío, pero quizás sí de Charlie. —Si creo que incumbe o no a mi padre, también es sólo asunto mío. ¿De acuerdo? Me pregunté si habría captado la idea a pesar de mis esfuerzos por embarullarlo todo y no decir nada comprometedor. Parecía que sí. La lluvia repiqueteaba sobre el tejado, era el único sonido que rompía el silencio mientras Billy reflexionaba sobre el tema. —Sí —se rindió finalmente—. Imagino que es asunto tuyo. —Gracias, Billy —suspiré aliviada. —Piensa bien lo que haces, Bella —me urgió. —Vale —respondí con rapidez. Volvió a fruncir el ceño. —Lo que quería decir es que dejaras de hacer lo que haces. Le miré a los ojos, llenos de sincera preocupación por mí, y no se me ocurrió ninguna contestación. En ese preciso momento, la puerta se abrió de un fuerte golpe y me sobresalté con el ruido. A Jacob le precedió su voz quejumbrosa: —No había ninguna pintura en el coche. Apareció por la esquina de la cocina con los hombros mojados por la lluvia y el cabello chorreante. —Humm —gruñó Billy, separándose de mí súbitamente y girando la silla para encarar a su hijo—. Supongo que me lo dejé en casa. —Estupendo. Jacob levantó los ojos al cielo de forma teatral. —Bueno, Bella, dile a Charlie... —Billy se detuvo antes de continuar—, que hemos pasado por aquí, ¿sí? —Lo haré —murmuré. Jacob estaba sorprendido. — ¿Pero nos vamos ya? —Charlie va a llegar tarde —explicó Billy al tiempo que hacía rodar las ruedas de la silla y sobrepasaba a Jacob. —Vaya —Jacob parecía molesto—. Bueno, entonces supongo que ya te veré otro día, Bella. —Claro —afirmé. —Ten cuidado —me advirtió Billy; no le contesté. Jacob ayudó a su padre a salir por la puerta. Les despedí con un ligero movimiento del brazo mientras contemplaba mi coche, ahora vacío, con atención. Cerré la puerta antes de que desaparecieran de mi vista.


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