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Colores como caleidoscopio cultural

Aunque su impacto visual es universal, los colores trascienden los confines de un léxico singular; se adaptan a una gama diversa de significados mientras son transformados y a su vez transforman las culturas que entran en contacto con ellos. Este prisma, donde los colores mutan en símbolos distintos, teje un tapiz de interpretaciones que se despliega de manera única en diferentes culturas Tomemos, por ejemplo, el color blanco, un tono que encarna la pureza y los nuevos comienzos en una cultura, mientras que en otra adquiere el manto solemne del duelo y la pérdida.

Las connotaciones de los colores están arraigadas en la historia y las tradiciones culturales, moldeadas por experiencias y creencias compartidas (Ou et al., 2014). En algunas culturas, el rojo puede simbolizar suerte y prosperidad, mientras que, en otras, se relaciona con precaución o peligro (Cohen & Cohen, 2019). De manera similar, el color verde podría representar fertilidad y crecimiento en un contexto, pero evocar envidia o enfermedad en otro (Frank et al , 2013)

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Cuando un artista aplica su pincel a un tono específico, se sumerge en un repertorio de significados culturales, superponiendo su obra con el intrincado tapiz del simbolismo compartido. Esto testimonia la capacidad del arte para erigirse como puente entre culturas, involucrando a los espectadores en emociones y significados que trascienden sus perspectivas individuales. A través de los colores, el arte comunica emociones que van más allá de las palabras, resonando con el núcleo de nuestra humanidad compartida.

Referencias:

Elliot, A. J. y Maier, M. A. (2012). Psicología del color: Efectos de la percepción del color en el funcionamiento psicológico de los humanos. Revisión Anual de Psicología, 63, 69-99.

Frank, M. G. y Gilovich, T. (1988). El lado oscuro del yo y la percepción social: uniformes negros y agresión en los deportes profesionales. Revista de Personalidad y Psicología Social, 54(1), 74-85.

Mehta, R. y Zhu, R. J. (2009). ¿Azul o rojo? Explorando el efecto del color en el desempeño de tareas cognitivas. Ciencia, 323(5918), 1226-1229.

Matisse, H. (1905-1906). La alegría de vivir (Óleo sobre lienzo). Fundación Barnes, Filadelfia, Pensilvania, Estados Unidos.

Matisse, H (1905) Mujer con sombrero (óleo sobre lienzo) Museo de Arte Moderno de San Francisco, San Francisco, California, Estados Unidos.

Matisse, H. (1905). La ventana abierta (Óleo sobre lienzo). Galería Nacional de Arte, Washington, D.C., Estados Unidos.

Ou, L C , Luo, M R , Woodcock, A y Wright, A (2014) Un estudio de la emoción del color y la preferencia de color. Parte I: Emociones de color para colores individuales. Investigación y aplicación del color, 39(3), 276-283.

Palmer, S. E. y Schloss, K. B. (2010). Una teoría de la valencia ecológica de la preferencia de color humana Actas de la Academia Nacional de Ciencias, 107(19), 8877-8882

Saatcioglu, B. e Ikiz, F. E. (2016). El efecto del color en la cognición consciente e inconsciente. Psicología actual, 35(1), 120-126.

Cada mañana pienso en el fin de la tarde, los colores de la tarde inundan la casa, y yo me pierdo en el reflejo del azulejo azul del piso De pequeño soñaba con la luz apagándose dentro de una crisálida de ajo que se asomaba por la ventana de aquella puerta de madera Misma que un día se partió y cuyo interior mostró colores que jamás había visto, aquella reflexión de luz no hizo más que causarme un momento de reflexión, ¿Cuántos colores más no he visto?, pronto el cielo fue abierto y el rosicler me enseñó que allá arriba hay colores lejanos y, sin embargo, experimentables.

La urbe nos sorprende siempre, en la grieta junto a la coladera por la que camino a diario crece un diente de león, mi propio sol dentro de una aquella abertura que no dejaba de recordarme que yo también me quiebro, pero que en esos momentos florezco.

Cada mañana pienso en el fin de la tarde, no porque quiero que el día acabe, sino porque sus colores lo inundan todo.

Pronto comprendí que no solo eran los ojos los que me permitían contemplar, un día comprendí que podía sentir con mi cuerpo.

La textura rasposa que reposa en la corteza de los árboles, los pequeños picores en las palmas después de tocar las hojas de los arbustos, la naturaleza tiene para nosotros un sin fin de enseñanzas si nos paramos un instante. Una caricia pequeña en la mano es un momento de intimidad, un descanso del dolor, las caricias de la tarde son inundadas por sus colores, el reflejo en el rostro, el brillo de los ojos, mi reflejo en los ojos, sus ojos en mis ojos.

Los colores de la tarde que nacen de aquella cuenca inundan la casa. Su reflejo en el azulejo azul del piso. Los sabores se combinan a la vez que se expresan en aquella mordía, el color de la tarde tapando cual mantel la mesa de madera, sentir los sabores, la contemplación de aquel desbordamiento de experiencia dentro un pequeño espacio y casi a manera de ley universal, el fin

Hoy puedo sentirte en la mañana, el calor del sol es tu abrazo, el frío que me hace tiritar es tu abrazo, hoy siento que te veo en el color del cielo y sé que estás en las flores que nacen en los peores lugares, florezco, te siento cada vez más cerca, con cada día escucho tus pasos danzando con el viento, en un mundo al filo del agua.

Entonces el fin que atestigua el inició, el tiempo se detuvo, todo aquello sentido desde aquella mariposa, cada sabor, textura, latido, sonido, vida, se envolvió dentro de un germen en la memoria, el cantó de un ave, el sonido armonioso cual acorde de tu respiración, la síntesis de una vida breve en la risa.

Ya lo dijo Huidobro, el mundo está amueblado por tus ojos , ya lo dijo Lope ¿Qué tengo yo que mi amistad procuras? , también lo dijo Garcilaso cuanto yo escribir de vos deseo; vos sola lo escribisteis; yo lo leo y también lo dijo Gamboa ruega por nosotros

Cada mañana pienso en el fin de la tarde, los colores de la tarde inundan la casa, y yo me pierdo en el reflejo del azulejo azul del piso. De pequeño soñaba con la luz apagándose dentro de una crisálida de ajo que se asomaba por la ventana de aquella puerta de madera.

Ahora, aún más pequeño, siento sobre mi piel aquellos tonos, mis ojos parpadearon en pares cuando inundaste con tus colores todas mis tardes

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