Sitchin, Zecharia - El 12 Planeta

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postre ante él. Yam da instrucciones a sus emisarios para que se muestren desafiantes y los dioses de la asamblea claudiquen. Hasta El acepta la nueva alineación entre sus hijos. «Ba'al es tu esclavo, Oh Yam», declara. Sin embargo, la supremacía de Yam no iba a durar demasiado. Armado con dos «armas divinas», Baal lucha con él y lo derrota, para, inmediatamente, ser retado por Mot (su nombre significa «el que hiere»). En este combate, Baal resulta vencido; pero su hermana Anat se niega a aceptar la muerte de Baal como final. «Ella agarró a Mot, el hijo de El, y con una espada lo hendió». La destrucción de Mot lleva, según el relato cananeo, a la milagrosa resurrección de Baal. Los estudiosos han intentado racionalizar el hecho sugiriendo que el relato era sólo alegórico, que no representaba otra cosa que la lucha anual en Oriente Próximo entre los veranos cálidos y sin lluvias que resecan la vegetación y la llegada de la época de lluvias con el otoño, que revive o «resucita» la vegetación. Pero no hay duda de que el relato cananeo no estaba pensado como una alegoría, que narraba lo que, por aquel entonces, se tenía por hechos ciertos: de qué modo habían luchado entre ellos los hijos de la deidad suprema, y cómo uno de ellos, desafiando a la derrota, se convirtió en el heredero aceptado, provocando la alegría de El: El, el bondadoso, el misericordioso, se alegra. Pone los pies en el escabel. Abre la garganta y ríe; levanta la voz y grita: «¡Me sentaré y me pondré cómodo, reposará el alma en mi pecho; pues Ba'al el poderoso esta vivo, pues el Príncipe de la Tierra existe!» Así pues, Anat, según las tradiciones cananeas, se pone del lado de su hermano el Señor (Baal) en su combate a vida o muerte con el malvado Mot. No deja de ser obvio el paralelismo entre este relato y el de la tradición griega de la diosa Atenea, al lado del dios supremo Zeus en su lucha a vida o muerte con Tifón. Como ya vimos, a Atenea se le llamó «la doncella perfecta», a pesar de haber tenido multitud de amoríos ilícitos. Del mismo modo, las tradiciones cananeas (que precedieron a las griegas) empleaban el epíteto de «la Doncella Anat», y, a pesar de esto, también hablaban de sus diversos amoríos, en especial, el que mantenía con su propio hermano Baal. Uno de estos textos describe la llegada de Anat a la morada de Baal en el Monte Zafón, y cuenta cómo Baal se apresura en despedir a sus esposas para, después, echarse a los pies de su hermana; ambos se miran a los ojos; se ungen mutuamente los «cuernos»... Él coge y se aferra a su matriz... Ella coge y se aferra a sus «piedras»... La doncella Anat... está hecha para concebir y dar a luz. No resulta extraño, por tanto, que a Anat se la representara tan a menudo completamente desnuda, para remarcar sus atributos sexuales, como en la impresión de este sello, en el que vemos a Baal, con casco, combatiendo con otro dios.

Fig. 36 Como en el caso de la religión griega y de sus precursoras directas, el panteón cananeo tiene también una Diosa Madre, consorte oficial del dios supremo. En este caso, se llamaba Ashera, en un evidente paralelismo con la griega Hera. Astarté (la bíblica Ashtoreth) era la homologa de Afrodita; su consorte frecuente era Athtar, que estaba relacionado con un brillante planeta, y que, probablemente, tenía su homólogo en Ares, el hermano de Afrodita. Había otras deidades jóvenes, masculinas y femeninas, cuyos paralelismos astrales o griegos son fácilmente conjeturables. Pero, junto a estas deidades jóvenes, estaban los «dioses de antaño», alejados de los asuntos mundanos, pero accesibles cuando los mismos dioses se metían en problemas serios. Algunas de sus esculturas, aun estando parcialmente dañadas, los muestran con rasgos autoritarios, reconocibles como dioses por su tocado de cuernos.

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