Dexter por decision propia jeff lindsay

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Dexter: Por Decisión Propia

—Es una especie de obra de arte. O sea, él cree que lo es. —Sí, pero ¿por qué hacerte esto a ti, colega? —Por el tipo que detuvieron cuando apuñalaron a Deborah. Le di una patada fuerte en la cabeza. Era su novio. — ¿Era? —preguntó Chutsky—. ¿Dónde está ahora? Nunca he comprendido la gracia de la automutilación. Al fin y al cabo, la vida consiste en trabajar y hacerlo bien. Pero si hubiera podido eliminar la palabra «era» mordiéndome la lengua, lo habría hecho de buena gana. Sin embargo, ya no había marcha atrás, por lo cual, me puse a buscar a tientas un ápice de mi antes agudo ingenio, y encontré un fragmento. —No pagó la fianza y desapareció. — ¿Y este tipo te echa la culpa porque su novio se piro? —Eso creo. —Chutsky me miró, y después contempló el dibujo de nuevo. —Escucha, colega. Tú conoces a este tipo, y sé que has de hacer caso de tu intuición. A mí siempre me ha funcionado, nueve veces de cada diez. Pero esto es, no sé. —Se encogió de hombros—. Como poco consistente, ¿no te parece? —Señaló el dibujo con un dedo—. En cualquier caso, tienes razón en una cosa. Si va a hacer esto, necesitas mi ayuda. Mucho más de lo que supones. — ¿Qué quieres decir? —le pregunté cortésmente. Chutsky golpeó el dibujó con el dorso de la mano. —Este hotel —contestó—. No es The Breakers. Es el Hotel Nacional. En La Habana. —Y al ver que la boca de Dexter se desmoronaba de un modo indigno, añadió—: Ya sabes, La Habana. La de Cuba. —Pero eso no es posible. Yo he estado allí. Esto es The Breakers. Me sonrió, la irritante sonrisa con aires de superioridad que me encantaría probar alguna vez cuando no fuera disfrazado. —No eras bueno en historia, ¿verdad? —Creo que me perdí esa clase. ¿De qué estás hablando? —El Hotel Nacional y The Breakers fueron construidos a partir de los mismos planos, con el fin de ahorrar dinero. Son prácticamente idénticos. — ¿Y por qué estás tan seguro de que éste no es The Breakers? —Escucha —dijo Chutsky—. Mira los coches antiguos. Cuba en estado puro. ¿Ves esa especie de cochecito de golf, con la burbuja encima? Es un Coco Loco, y sólo los hay allí, no en Palm Beach. Y la vegetación, esa masa de la izquierda. No se ve en The Breakers. Sólo en La Habana. —Dejó caer el cuaderno y se inclinó hacia atrás— Por lo tanto, yo diría que el problema está solucionado, colega. — ¿Por qué lo dices? —le pregunté, irritado tanto por su actitud como por la falta de lógica en todo lo que había dicho. Chutsky sonrió. —Es muy difícil para un norteamericano ir a la isla —contestó—. No creo que pueda conseguirlo. Una pequeña moneda cayó en la ranura y una luz se encendió en el cerebro de Dexter. —Es canadiense. —De acuerdo —replicó con tozudez—. Podría ir, pues. —Se encogió de hombros—. Pero tal vez no recuerdes que el asunto está un poco crudo por allí. Quiero decir... No podría hacer esto. —Dio un manotazo sobre el dibujo—. En Cuba no. La policía se le echaría encima como... —Chutsky frunció el ceño y se llevó el gancho reluciente a la cara con aire pensativo. Paró a tiempo antes de metérselo en el ojo—. A menos que... — ¿Qué? —pregunté.

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