Tras este repaso por las implicaciones de la categoría de género y retomando la temática de la violencia es evidente que el hablar de “violencia de género”, frente a otras denominaciones de la violencia contra la mujer, permite incluir aquellas situaciones de violencia que en particular afectan a las personas por ser, o parecer o considerarse, mujeres o por ser, o parecer o considerarse, varones, es decir, que se puede aplicar para referirse a la violencia contra las mujeres, puesto que es con diferencia la más representativa estadísticamente, aunque también se podría incluir la que ejerce contra la población homosexual (gais y lesbianas) y otras violencias fundamentadas en atribuciones genéricas. De hecho, la violencia de género puede ejercerse también contra hombres, cuando no encajan con el estereotipo masculino de la sociedad patriarcal (gais, transexuales, etc.), y los agresores pueden ser tanto varones como mujeres. En el caso de las mujeres, la forma tradicional de vehicular esta violencia ha consistido en educarlas y socializarlas en los valores de la competencia y envidia hacia otras mujeres para que pugnen entre ellas por un hombre. En este sentido, el sistema patriarcal ha privilegiado la competencia entre mujeres por encima de la cooperación o el establecimiento de alianzas entre ellas (“sororidad”), como una herramienta para dividirlas y debilitarlas frente al colectivo masculino, más articulado en lo que se ha conocido como la “fraternidad” entre hombres. Desde la teoría feminista se ha deconstruido por lo tanto la categoría analítica “mujer” como un ente biológico o natural incuestionable. El “sujeto político mujer” ya no se articula en torno a bases naturales ni psicológico-culturales esencialistas sino en torno al estudio de las desigualdades de poder encarnadas en los cuerpos construidos socialmente como femeninos. Estos cuerpos in-corporan –en un sentido bourdiano- en sí mismos desigualdades, dominación y estrategias de resistencia y subversión. Para hacer relación a este proceso se utiliza el concepto de embodiment, el cual pretende explicar la manera en la que se personifican en el cuerpo biólogico las circunstancias sociales y materiales del mundo en el que vivimos, desde antes de nacer hasta la muerte; cómo la historia individual y social atraviesa las maneras de existir. Este eje de análisis parte a su vez de la noción de bio-poder o “poder sobre la vida” de Foucault, categoría con la que llama la atención sobre la historicidad del cuerpo y el poder sobre los cuerpos. El cuerpo así como la vida (y los poderes sobre ésta) que lo 21