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El pueblo que se quedó sin líder Por J. R. C. y Marco Matute

El pueblo que se quedó sin líder

La solicitud del docente de la Universidad Casa Grande, Allen Panchana, a sus estudiantes de la materia “Redacción 3” fue realizar un reportaje sobre los fallecidos durante la protesta nacional ocurrida en Ecuador, en octubre de 2019; elegimos a Raúl Chilpe como nuestro personaje.

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El nombre de Raúl Chilpe no es indiferente para ningún vecino. Y la razón no solo es el buen talante que maneja a sus 37 años. El también conocido como “Pipo”, ha sido desde los 23 el catequista de la comunidad; encargado de organizar bingos, rifas y partidos de indor en la deteriorada cancha de cemento, plantada afuera de una iglesia que permanece cerrada.

Las obras que ha realizado tampoco son su única fuente de respeto y admiración. Sencillo y trabajador, no le importa viajar una hora y media de lunes a viernes y laborar como agricultor de hortalizas, naranjillas y moras en una hacienda cerca de Puerto Inca, para mantener a Aurora Chilpe, su madre, la mujer que lo crio y le dio su apellido. El padre los abandonó.

Raúl reside en Luz María, una parroquia de Molleturo (Azuay). Aquí habitan 150 personas; la mayoría se dedica al cultivo de moras, primordial actividad económica para los fruticultores del pueblo.

Llegar a Luz María no es fácil. Hay que bajar por una loma sinuosa, de camino polvoriento, que te dirige hacia una iglesia que mantiene sus

Por I.H. puertas cerradas la mayoría del tiempo, a menos que el cura llegue a dar misa. Sin embargo, cada sábado por la mañana, es Raúl quien las abre para dar catequesis a los niños de la comunidad.

Atrás de la iglesia se levanta una casa de dos pisos a medio construir: de ladrillos, ventanas incompletas, pintada a medias de blanco y una carpa color azul en la entrada. Aurora, a sus 83, y con una pierna que le cuesta movilizar, no conoce esa parte incompleta de su vivienda, solo transita por la primera planta donde ha vivido con Raúl.

Junto a su hogar, y como premonición constante, está el cementerio de Luz María, que hace poco recibió un fallecido. Esta vez, uno muy ilustre.

Domingo, 6 de octubre de 2019

A las 12:30, las campanas de esa iglesia rompen la quietud de Luz María. Suenan durante dos minutos.

De a poco, los vecinos salen de sus viviendas de caña y se reúnen en la cancha de cemento, para enterarse que el líder del pueblo ha muerto.

“Pipo” ya no está.

¿Qué pasó con el catequista ese domingo?

Su hermano mayor, Nelson, lo despierta para que lo acompañe a trabajar en Cuenca.

—¡Ñaño, levántate! Vamos, para que me ayudes a pasar los bloqueos del paro. A vos te conocen más ahí en el pueblo.

Antes de partir, su hermana Rebeca hace chocolate caliente y Aurora prepara huevos y una tonga, ese plato que mezcla arroz, carne, maní y lo que se tenga a la mano.

Raúl guarda la comida en su mochila. Recorre junto a su hermano el estrecho y deteriorado camino de Luz María en su moto negra de marca Evo 200 hacia Cuenca. En el kilómetro 58, sector El Chorro, de la vía Cuenca-Molleturo-El Empalme, se encuentran con la carretera bloqueada por un centenar de protestantes.

Nelson logra cruzar; Raúl decide quedarse. Ahí se encuentra con varios de sus vecinos, quienes lo conocían por su ardua labor en la comunidad.

Él permanece durante cuatro horas en el lugar.

No hay muchos detalles de lo ocurrido, pero sí una testigo que, coincidentemente, es sobrina de “Pipo”: Carolina Gutama, de 22 años. Ella llega a Molleturo, y, al ver que la vía estaba cerrada, decide bajarse y caminar.

Pasadas las 12h10, un vehículo negro se dirige en sentido CuencaGuayaquil. Al percatarse del cierre de la vía, se detiene y regresa, pero, en esa acelerada maniobra, atropella al líder de Luz María.

Carolina solloza y recuerda:

—Yo no sabía que era mi tío el que estaba allí. Corro, le cojo el brazo y ya no tenía pulso. Raúl no solo deja a su familia, sino a una comunidad que llora su memoria.

—Se murió el líder, se acabó el pueblo —, asintió Andrés Gutama, amigo de Raúl desde hace 17 años. Mientras, Nelson, de 53 años y hermano mayor de los 6, carga con la culpa de la muerte de Raúl.

—Esa mañana saqué a mi hermano de su casa para que me acompañe a Cuenca por trabajo —, relata.

Luego de varios minutos, llegó la ambulancia para Aurora, tímida y nostálgica, desde ahora solo su socorrer a Raúl, pero ya se bastón la acompañará a distraerse de su dolor. encontraba sin signos vitales. Carolina dijo que la autopsia de su tío reveló que la caja torácica estaba totalmente destruida.

La familia Chilpe no presentó cargos en contra del conductor del vehículo que acabó con la vida de Raúl. Su única demanda es el pago de una indemnización para poder solventar los gastos funerarios.

El trabajo de “Pipo” quedó plasmado: mingas, bailes y partidos de indor fueron las actividades que se encargó de organizar cada fin de semana en su pueblo. Este año gestionó el arreglo de la iglesia y mejoró la casa comunal, donde acudían niños a cantar la eucaristía y a realizar diferentes actividades. Ahora, esos niños deberán esperar a que el cura les abra de cuando en cuando las puertas, porque Raúl ya no estará para enseñarles, ni para cantarles, ni para ser su compinche de juegos.

Otra puerta que no volverá a abrir es la de su propio hogar. Ahí volvía cada día tras laborar como agricultor y los sábados se los dedicaba a Aurora. Cada fin de semana la subía en la moto y la llevaba a pasear por la comunidad. Aurora, una mujer de 1.50 de estatura, tímida y con su particular sombrero color verde pino, ya sabía al lugar que la llevaría: la cancha de cemento, para a ver los partidos de indor.

Raúl era soltero. Nunca tuvo hijos. Su tiempo lo dedicaba a su madre y trabajo. En la parte a medio hacer de su casa, sus familiares conservan las herramientas de sus labores: un machete, una caja de herramientas, una máquina para cortar monte y una fumigadora.

Por dedicarse a mantener la casa, “Pipo” dejó para después los estudios, pero no los olvidó. Se graduó como bachiller en el 2018, en el Instituto de Fe y Alegría junto a Paola, su sobrina. Ella y Carolina lo querían como si fuera su padre. Tal como hasta hace poco hacía con otros niños, Raúl jugaba con ellas en un terreno rodeado de grandes y numerosos árboles, ubicado frente a su casa. Ahí corrían y cantaban música religiosa.

Cada lugar de la comunidad Luz María es un recuerdo que tienen los familiares y amigos de Raúl.

El pueblo está a la espera de su líder para despedirlo.

Lunes, 7 de octubre de 2019

4:00 am

La madrugada helada del lunes, un carro Chevrolet Steem color gris, manejado por su amigo Flavio Peñaloza, llega a Luz María. Varias personas se unen al carro y lo escoltan. El pueblo —esta vez— no se reunió en la cancha de cemento para jugar indor o realizar rifas, ahora se congregó afuera de la casa de Raúl para despedirlo.

El llanto de los familiares y amigos era inconsolable. No podían asimilar que aquel hombre, honesto y solidario, se marchara de esa manera.

Ahora Raúl descansa, no en su casa, pero sí junto a ella. Está en el estrecho cementerio de Luz María, junto a su hermano Víctor.

Ángel Raúl Chilpe vivió para servir a una comunidad que lo necesitaba. Que, a pesar de los problemas económicos, se las ingeniaba para que el pueblo se reactive.

Luz María pierde y llora a su líder.

Por J. R. C. y Marco Matute

Estudiantes de cuarto año de la carrera de Periodismo Deportivo de la Facultad de Comunicación de la Universidad Casa Grande (UCG).

FACULTAD DE ADMINISTRACIÓN Y CIENCIAS POLÍTICAS Edición #5

Gestión editorial MBA. Annabelle Figueroa Coordinadora de las carreras de Administración de Empresas y Talento Humano

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