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Dualidad
from Migrante #4
Dualidad
Los ortodoxos de la moral nos han instado a tomar el camino del bien o el mal, en el primero recibiremos un premio por vivir nuestra existencia acorde a las reglas, incluso nos prometen un paraíso que no sabemos si existe; el segundo camino nos depara una vida de sufrimiento y dolor tanto en vida como en la muerte, siendo el averno el lugar donde se pasará la eternidad pagando todas y cada una de las culpas que en la efímera existencia se llegan a tener.
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Dos caminos siempre se van a presentar en la existencia, vivir o morir, guerra o paz, llorar o reír y un sinfín de antinomias que nos conduce a una vida en la cual debemos tomar partido por la una o la otra, incluso aquellos que están en estado de neutralidad solapadamente se inclinan por la más fuerte, sólo que temen reconocerlo porque aquello que no está permitido es vivir en la contradicción.
Las antinomias que nos atraviesan asumen formas de combate incesante hasta que alguna de las dos salga vencedora y exponga el cuerpo de la derrotada, para allí erigir un monumento que recordará incesantemente hasta nuestro último respiro nuestra decisión y la recompensa por ella. ¡La dicotomía ha vencido! ¡El orden se mantiene!
La casualidad como enemiga de la causalidad, no acepta que el encuentro de los amantes las implique a ambas, alguna de las dos reclama su autoría por el desenlace de los hechos, a sabiendas que por mucho que expongan sus razones, dichas personas han aceptado voluntariamente su fatalidad, toman decisiones condicionadas por las circunstancias, pero no determinados porque sienten que son libres para estar y ser.
La libertad nos hace sentir de este mundo a la par que nos distanciamos de él, porque se aspira a la eternidad, para así evitar el destino de la muerte, pero ésta a cada segundo, minuto y hora nos recuerda su existencia, el miedo nos embarga, aunque muchos optan por el camino de la valentía para negar sus temores, porque la dicotomía sólo les permite un camino o eres un cobarde o un valiente.
No sabemos que decisión tomar, porque nadie nos prepara para decidir, pero si nos enseñan a obedecer, a aceptar que en el mundo existen ricos y pobres, un arriba y un abajo y nada podemos hacer para cambiarlo, a lo sumo podemos cambiar de posición, si actuamos acorde a lo establecido, convirtiéndonos en profundas personas devotas que no le dan cavidad a la duda.
El encuentro de los diferentes, el intercambio de miras, palabras y gestos hace que la dicotomía se
agriete, pero sólo se derrumba cuando aflora aquello que llaman amor, aquel sentimiento que no regala eternidad, sino vivacidad de la efímera existencia que encuentra la capacidad de transgredir los obstáculos que obtiene haciendo que las personas se sientan extrañas, ajenas a sí mismas, experimentando un miedo cargado de valentía que los mueve a encarar lo desconocido, emprender un viaje que los aleja y que inesperadamente los acerca.
Ese salto al vacío convierte la dicotomía en una contradicción que no es antagónica, sino dialógica, esa atracción que se experimenta, nuestro albedrío la convierte en unión voluntaria, que nos transforma en personas únicas, aflorando un deseo de que esa unicidad debe ser expresada pero ya negando una de las partes de la antinomia, sino experimentando la tragedia y felicidad de la dualidad que nos habita.
La dualidad ya no implica la elección entre el cielo o el infierno, el premio o el castigo, sino la elección de sí mismo, que opta por vivir en la contradicción y caminar en ella, mientras experimenta la alegría de la tristeza y la tristeza de la alegría, mientras su existencia se convierte en un acto de creación en sí mismo, que en cada acción es manifestado.