Antología 4to FMP 2007

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Experimento (instrucciones paso a paso) (1) Subir en coche al Pirineo (2) Abandonar los caminos turísticos (3) Entrar en la zona más recóndita del monte (4) Desnudarte (imprescindible), quitarte sobre todo pantalones, falda; calzoncillos y bragas (5) Tumbarte en el suelo a la sombra de una roca, desnudo, y no moverte (6) Ver cómo la sombra se desplaza inexorable hacia el norte, dejándote expuesto a un sol de las cinco que achicharra, y no moverte (7) Sentir que tu piel comienza a curtirse (qué buen color, te dirán), y no moverte (8) Notar cómo poco a poco la piel se enrojece y quién sabe si desprendes un olorcillo a carne asada, y no moverte (9) Saber que el sol te está reventando las córneas, a través de los entrecerrados párpados, pero no cerrar los ojos, no moverte ni un milímetro (10) Ver y sentir que una forma lejana oscurece un momento el sol (11) Sentir cómo otras sombras, cada vez más frecuentes, cada vez más frías, atraviesan tu cuerpo (12) Atisbar en el cielo los anchos círculos que imprimen los buitres leonados, y no moverte (13) Contemplar, cada vez más claro, el tono pardusco, el tamaño imponente de las alas, y no moverte (14) Oír de repente un pesado aletazo, el golpe de un cuerpo en la tierra (15) Saber que aterriza, a unos veinte, treinta metros de distancia, un buitre, luego otro, luego otro, y no moverte (16) No moverte y ver cómo con torpes pasos e infinita paciencia se te van acercando los buitres (17) Divisar la blanca opulencia de las gorgueras, los rostros de anciano, los ojos pequeños, el afilado garfio de los picos, y no moverte (18) Sentir que te rodea, por fin, el corro de los buitres leonados, y no moverte (19) Ver cómo uno, inmensamente cauto, da un paso adelante, ladea la cabeza, atento a la blandura de tus ojos, y no moverte (20) Ver cómo otro emerge del cerco, también se aproxima, el largo cuello inclinado hacia el suelo, como una cobra que lenta se arrima, lenta, a la delgada uve que une tus piernas (21) Aguantar un instante más sin moverte (22) Y luego, cuando sientas por fin la crispación del banquete que está a punto de comenzar, del hambre que está a punto de saciarse, levantar muy despacio la espalda, y quedarte allí, sentado en el suelo, tu carne quemada más roja aún a la luz del ocaso


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