El islam es una China numérica que forman mil trescientos millones que componen la comunidad de sus creyentes. ¿Cuántos países de más de cien millones de habitantes puede mostrar al mundo? Varios, al igual que otro buen número de entre cincuenta y cien. Y, simultáneamente, los lugares potencialmente más próximos al conflicto son dos en los que se encuentran Oriente y Occidente: Oriente Próximo y Pakistán. ¿Puede Melilla intentar forjar una manera de modelo de respetuosa convivencia religiosa? No es fácil conseguirlo en este agitado mundo que aún contiene la respiración tras el 11-S y los gravísimos atentados de Londres o Madrid o Bali o… Bien, las dificultades están ahí, pero ¿por qué no creerlo?, se pueden reconocer, pero estoy convencido, asimismo, de que este territorio melillense puede disponer de bazas para el necesario diálogo que le hacen especialmente indicado para dar un paso adelante con fe y convicción. Siempre he soñado con una Melilla capaz de volver a alumbrar grupos como aquel literario de los años cincuenta formado por Miguel Fernández, Francisco Fernández, Pío Gómez Nisa, Juan Guerrero Zamora, Jacinto López Gorgé, Eladio Sos…, a alguno de los cuales tuve la gran satisfacción de conocer en mi doble desempeño como cónsul en Nador, primero en los años setenta y, luego, brevemente, a finales de 2005. Una Melilla como ideal escenario literario, cual una, salvadas las distancias que haya que salvar, pequeña Alejandría que disparara y encendiera la imaginación y el arte de cuartetos y poemas, de nuevos Durrells y Cavafis, una ciudad en suma desde cuyas terrazas fuera posible, como en la plaza Saad Zaghloul o en los cafetines de la Corniche de Alejandría, fuera posible, repito, admirando el simpar Mediterráneo, como hace Melilla, evocar y reflexionar sobre el paso del tiempo. Una Melilla, ya quedó escrito antes, especialista en generalismos como el oficio de diplomático del gran Morand que se citaba al principio, como el del que suscribe. Todo removido o agitado, como los martinis de James Bond, todo en una palabra, bien mestizado en la alborotada túrmix de nuestro inquieto tiempo.
Manuel Piñeiro Souto
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