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La monumentalidad y el sentido artístico de Qurtuba
(bina’), cuando es grandiosa, / signo deviene de gran condición», se dice que recitó el califa. Y aunque el imam y Príncipe de los Creyentes intentará, con la ayuda de sus colaboradores y artistas «sacralizar» sus obras, no sólo con la pía erección de la aljama junto al alcázar, sino también por medio de la decoración mural y de la siempre elocuente epigrafía, la hora final llegó con premura, disfrutando poco tiempo él mismo de al-Zahra y eclipsándose poco después su resplandor; esto se precipitó a partir de la subida al trono del hijo de al-Hakam II, el débil Hisham II (976-1009 y 1010-1013) y el atrincheramiento de Almanzor con la Administración califal en Madinat al-Zahira, en 370 (981); el ocaso definitivo se produjo en época del segundo hijo del caudillo amirí, ‘Abd al-Rahman Ibn Al-Mansur Ibn Abi ‘Amir, apodado Sanchuelo, cuando se desencadenó la fitna y al-Zahra fue incendiada y destruida, con reiteración y por la plebe, hasta el gobierno de alMustakfi (1024-1026), durante el que se saqueó lo que quedaba de su alcázar.37 Algo después, bajo el dominio de Qurtuba por parte del rey al-Mu‘tamid de Sevilla en 462/463 (1070), su ministro Abu l-Hasan Ibn Siray recorrió las ruinas con otros visires y funcionarios de la corte abadí quienes, presa de la seducción ejercida ahora por al-Zahra, la de una mujer decrépita y crepuscular, se entregarán a un ejercicio de romanticismo prematuro —como lo llamó Rubiera Mata—, que se convertirá en tópico en la poesía y la literatura árabes, desde su contemporáneo Ibn Zaydun, cuanto menos, hasta nuestros días. Los ilustres visitantes al servicio del más afamado rey poeta de al-Andalus, al-Mu‘tamid, llegan a los asolados palacios de al-Zahra, se internan en sus altas cámaras, apuran sus copas por los balcones y, tras recorrer las ruinas (‘azar’), ahondan en la experiencia del tiempo destructor, al ver que las hierbas y las alimañas se apoderan del lugar, que las aves canoras han sido sustituidas por las de mal agüero y que la espléndida y fértil al-Zahra es ahora una anciana que ha perdido ya sus hijos, una rosa pronto marchitada.38 La feminización simbólica del lugar, paradisiaco y nupcial, englobaba a la propia Qurtuba, a la que al-Hiyari ve cual espléndida novia adornada, por breve tiempo, con los dos zarcillos (‘qurt’), al-Zahira y al-Zahra, a las que califica de sedes de la realeza (‘hadirata l-mulk’) superiores a al-Jawarnaq, al-Sadir y Gumdan (Nafh, i, 153), las míticas ciudades orientales prototipo de maravilla arquitectónica a la vez que de la soberbia humana vencida por el tiempo. Por desgracia, de al-Zahira han quedado aún menos vestigios que de al-Zahra, de la que, en realidad, fue rival, ya que el usurpador y forjador de facto de un Estado amirí usurpador, Muhammad Ibn Abi ‘Amir, Almanzor, empezó a construirla —también en las cercanías de Qurtuba— en el año 978, cual nueva ciudad áulica. Mientras que al-Zahra se encuentra a 37 «Con esta ruina se plegó la alfombra del mundo y se desfiguró aquella hermosura que había sido el paraíso terrenal», en palabras de Ibn Hayyan recogidas en al-Dajira, de Ibn Bassam —traducción de Emilio García Gómez (1947). «Algunas precisiones sobre la ruina de la Córdoba omeya», al-Andalus, xii, fasc. 2, p. 281—; sobre el destino de las ruinas de al-Zahra a lo largo de la historia, véase Félix Hernández Giménez, Purificación Marinetto Sánchez y Antonio Fernández Puertas (1985). Madinat al-Zahra: arquitectura y decoración. Op. Cit., pp. 182 y ss. 38 Véase María Jesús Rubiera Mata (1988). La arquitectura en la literatura árabe: datos para una estética del placer [prólogo de Antonio Fernández Alba]. Madrid: Hiperión, p. 131; y José Miguel Puerta Vílchez (2004). Ensoñación y creación del lugar en Madinat al-Zahra. Op. Cit.
AWRAQ n.º 7. 2013