Sueños de África Marcelo Medone Siempre quise conocer África. El África del Nilo, de las pirámides, de los faraones y de Cleopatra con Julio César, Marco Antonio y su áspid. El África de La Peste de Albert Camus. El África profunda del Congo, la de Joseph Conrad en su inquietante El Corazón de las Tinieblas. El África de las películas de aventuras de mis matinés de niño con Johnny Weissmuller jugando al héroe en Tarzán y en Jim de la Selva. El África de National Geographic de los leones del Serengueti, de los lémures de Madagascar, de los voraces tiburones blancos del Cabo de Buena Esperanza. Incluso el África por donde corría el rally París-Dakar antes de mudarse a Sudamérica. El África negra, el África mítica, el África milenaria. El Sahara, Marruecos, Libia. Kenia y el monte Kilimanjaro. Los elefantes africanos y su fatídico marfil, las hienas y su macabra risa, las elegantes e improbables jirafas. Las montañas Virunga y los montes Ruwenzori con sus gorilas en la niebla de la indomable Dian Fossey. El valle del Rift, donde salió a la luz Lucy, nuestra madre ancestral. Perderme en la selva y escaparme de los caníbales, que no sé si siguen existiendo. Pero acá estoy, junto a otros indocumentados latinoamericanos, limpiando retretes en la suite estilo africano del hotel de cinco estrellas del Walt Disney Animal Kingdom Resort, en el corazón artificial de los Estados Unidos de América. La vida no es perfecta.
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