Somos Carnaval de Barranquilla, la mirada de sus artistas

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Cumbión de Oro Homenaje de Humberto Pernett a Gabriel de Jesús Marriaga

A Gabriel de Jesús Marriaga Tejada, director del Cumbión de Oro, lo conozco desde niño porque estudiábamos en el Colegio Biffi. Cuando hablo de él hablo del Calvo y del Cumbión de Oro, ese grupo tan peculiar que todos parecen familiares; su amor por la cumbia los ha llevado a unirse como hermanos. Esas pautas de amistad vienen de Gabriel. El Cumbión irradia cumbia porque su director la irradia también. Cuando se les ve bailar se nota una diferencia con las otras cumbiambas, porque ellos no bailan para que los vean, bailan para ellos, porque aman la cumbia. Gabriel se trae de la sabana de Bolívar a los músicos acompañantes, los aloja en una casa durante los precarnavales y los une por completo al grupo. La comida de estos señores también la compra El Cumbión. En sus propias palabras, esta es parte de su historia. “Mi primera vinculación al carnaval fue como bailador y la razón principal para participar en él es el amor hacia la cumbia, heredado de mi abuelita, una fiel descendiente de los mocaná. Yo soy de Barrio Abajo, pero mi abuela es porteña, mi mamá es porteña, y mi esposa Cira es porteña, y yo iba a Puerto Colombia en vacaciones desde niño, y en las Fiestas de la Virgen del Carmen y en la Fiesta del Mar, participaba en las ruedas de cumbia en las que se danzaba con velas encendidas hasta las cuatro o cinco de la mañana. Una vez con Cira pasamos por el Parque de Los Fundadores, eso nunca se me olvida, estaba ensayando El Cañonazo, qué vaina tan bacana dije,

y pregunté, ¿cómo hace uno pa’ entra a esta vaina? Llamé a la señora Natividad, que en paz descanse, y me dice, ¿a ti te gustaría bailar acá? Sí, claro, le contesté. Faltaban solo doce días para la Batalla de Flores cuando me llamaron y fui con mi mujer y nos hicieron la prueba y nos aceptaron. Quedé en la piña, en el puesto once. Allí duré como nueve años bailando, hasta que hubo unas cosas que no me gustaron y me separé. Me invitaron a conformar Candela Viva, lo hicimos con Paragüita y León Martínez, quien la maneja actualmente. Ahí bailé solo dos años, porque de verdad a mi me chalequearon, sí, sí, me chalequearon, mi hermano. Tú sabes que esto lo hace uno pa gozá y pa disfrutarlo. Yo tenía como 25 mujeres todas familia mía, cuñadas, primas de las cuñadas, todas eran familia, y como doce hombres, los otros eran de Barrio Abajo, bueno, nos fuimos pa’ Siete Bocas. Yo me acababa de mudar al frente de la glorieta y allí fundamos La Gran Candela. El nombre se debía a que el vestido de las mujeres, diseñado por Edgar Pérez, llevaba unas llamas

grandes que pintó Orlando Lascarro, gran amigo mío, pero ese fue un craso error, la gente se confundía, había La Candela Viva, La Gran Candela y La Candela, entonces dijimos, esto no puede seguir así. Me fui y hablé con Óscar Fernández y le hice la consulta para que nos respetaran el tiempo, me dijo, haz un documento y se te aprueba. Apenas le pusimos Cumbión de Oro enseguida empezamos a ganar, y no es pecar de inmodestia, pero el Cumbión pega y pega fuerte, el Cumbión siempre ha estado ahí, porque es bueno. El Cumbión es una familia, nos gusta y vivimos para gozarla y nos ha unido mucho”.

El Cumbión de Oro siempre tendrá contradictores, pero todos los jurados le dan una alta calificación. Gabriel no le da importancia a las envidias, es todo un señor, siempre tiene presente que los recursos que reciben los grupos son muy escasos para lo que hacen, y trata de arreglar esta situación. Sin Gabriel el carnaval sería distinto, porque sin él la cumbia no sería cumbia.

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