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Soy
Soley Del Castillo Robles
artista del carnaval
Directora de Del Carajo y de la Fundación de Arte y Folclor del Atlántico –Fayfa—
Desde muy niña en la ciudad de Santa Marta viví de cerca el festejo del Carnaval de Barranquilla. Mi tía Neovis fue reina de un carnaval en los años cincuenta, cuando tenía 14 años, y este era tema de veladas familiares en las que se recordaban paso a paso los distintos momentos de una vivencia hermosa, el lindo trono dorado al que se llegaba por alfombra roja, su cetro y corona, y luego la gran fiesta del barrio, donde se juntaron directivos de la ciudad y el pueblo en un goce inolvidable. Recuerdo también los lunes de carnaval cuando mis padres hacían en nuestra casa del barrio Municipal la fiesta que llamaban “canitas” en razón a que asistían muchas personas mayores. Yo tendría unos siete años. Con palmeras hacían el encierro y disponían unos tanques con hielo donde se enfriaba la muy conocida cerveza Águila. Esa era la manera de celebrar el carnaval en Santa Marta, con bailes en los barrios. Para festividades en grande nos desplazábamos a Barranquilla donde no nos perdíamos por nada del mundo una Batalla de Flores. Barranquilla linda, ciudad que me acogiste a los 17 años cuando vine a estudiar Psicología. Aquí conocí a mi esposo, Leisle Guzmán Pernett, barranquillero de pura cepa que vivía en el Barrio Abajo, barrio con tradición carnavalera. Era estudiante como yo y pertenecía a la famosa cumbiamba “Agua Pa’mí” que dirigía la señora Paulina Bilbao; él era subcapitán. Su obsesión fue siempre el desarrollo de una cultura carnavalera muy ciudadana, que lo llevó a idear e impulsar el Carnaval de la 84. Sus pasiones eran las mías y siempre caminamos juntos. Tenemos tres hijos: Leisle Jr., Harold y Katherine,
Vibro con el sonar de una flauta de millo, pero también sufro el carnaval cuando veo que nuestra fiesta carnestoléndica está en peligro y que los artistas no son respetados. quienes se engendraron, nacieron y crecieron rodeados de cumbia; la aman, y vincularon a sus parejas, de manera que todos los carnavales salimos juntos. En 2000 Leisle tuvo que trasladarse a los Estados Unidos en busca de mejoramiento económico para nuestra propia familia y en ese momento yo empuñé las dos banderas asumiendo la dirección de la cumbiamba “Del Carajo” y de la Fundación de Arte y Folclor del Atlántico Fayfa, que organiza el Carnaval de la 84. Esta es una labor que hago en las noches y los fines de semana ya que trabajo como psicóloga en la Universidad del Norte hace 25 años. A mucho honor puedo decir que soy cumbiambera, vibro con el sonar de una flauta de millo, pero también sufro el carnaval cuando veo que nuestra fiesta carnestoléndica está en peligro y que los artistas no son respetados. Soy una convencida de la importancia de trabajar por el desarrollo humano propio y de mis compañeros, de allí que forme parte de varias organizaciones donde pongo al servicios de todos mis conocimientos sobre cultura, desarrollo social y psicología. Participo en Corcarnaval, organización que se preocupa por conocer, caracterizar y buscar el mejoramiento de la calidad de vida de los artistas del carnaval a partir de la investigación y el conocimien-
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to científico, y usar la pedagogía como herramienta de crecimiento permanente. Fundecumbias, es otro de mis grandes amores, allí nos preocupamos por defender y preservar nuestro patrimonio cultural, su majestad la cumbia. Junto con Gabriel Marriaga Tejada, cumbiambero mayor, hemos organizado muchos eventos alrededor del monumento a la cumbia en Siete Bocas, en el barrio Recreo, donde expresamos a nombre de la cumbia reconocimientos en vida a nuestros baluartes de la tradición y estimulamos a los intérpretes y a los bailadores con el apoyo de la Secretaría de Cultura Patrimonio y Turismo de Barranquilla. También me siento muy orgullosa de poder trabajar por la defensa de los artistas del Carnaval de Barranquilla desde la directiva de nuestra organización de organizaciones llamada Unicarval, y ahora en la Corporación Nuestro Carnaval, Patrimonio Cultural, Orgullo de Barranquilla.
Le doy gracias a Dios y a la vida por permitirme hacer lo que siempre deseé. ¡Oh, mi lindo carnaval, cómo te quiero!