••••
••••
•••
•••••••
•••••••
Carlos Cervantes
M
Soy El Mohicano Dorado
•• • • • • •
i disfraz es un homenaje a la leyenda indígena de El Dorado, una alegoría a la casta de valientes indígenas que por la labor depredadora de los colonizadores quedó reducida a la imaginación. Dice la leyenda que el cacique del pueblo indígena muisca del altiplano cundiboyacense, cubría todo su cuerpo de oro y junto con varios sacerdotes llevaban ofrendas a sus dioses en la laguna de Guatavita, en medio de una ceremonia en la que danzaban al son de la flauta, los tambores y los caramillos. No obstante, el nombre “mohicano” no pertenece a la cultura indígena colombiana, lo tomé de una película basada en la novela histórica El último de los mohicanos, escrita en 1826 por James Fenimore Cooper. En ella se muestra una tribu de algonquinos de los Estados Unidos, pertenecientes al tronco de los iroqueses, que se tatuaban y adornaban con plumas. Sus armas eran las lanzas y la tomahawk (hacha) que portaba el chingachgook (jefe mohicano). La historia de cómo inicié este personaje fue así. Un Miércoles de Ceniza, hace ya 34 años, descansando de la larga jornada de precarnavales y carnavales, me senté frente al televisor y me capturó la serie de Televisa El último de los mohicanos. Después me dirigí al baño y en mi paso por el comedor me di cuenta de que en la mesa había una enciclopedia que estaba leyendo mi hermana y me sorprendió mucho al ver el título y el dibujo de lo que estaba allí plasmado: la Leyenda de El Dorado. De inmediato se me iluminó la mente, se
me desorbitaron los ojos, había encontrado lo que quería. Antes ya me había disfrazado de caníbal africano, de Shaka Zulú y de Kunta Kinte y, aunque me habían traído triunfos, alegría, familiaridad y compañerismo, deseaba un cambio. Decidí que haría un disfraz que resultara de la combinación de una cultura indígena norteamericana y una de las nuestras. Adapté los personajes poniéndoles en todo el cuerpo los colores dorado y plateado y agregándole collares, escudo, lanzas y con una marcha ritual. Como mohicano voy de dorado y los acompañantes van plateados para darle más colorido y emotividad al disfraz, así deleitamos el gusto visual y brindamos alegría a los espectadores. Esto lo vivo como la expresión profunda del corazón y el sentir de mi disfraz. Cuando ingresé al desfile por primera vez mi disfraz fue la sensación. Camarógrafos, fotógrafos y periodistas no me dejaban circular. El público fue muy generoso con sus expresiones de admiración. Fue tanta la acogida, que clubes, hoteles y discotecas me llamaban para contratos de animación en horas locas, para matrimonios, cumpleaños y convenciones en Cartagena, Medellín y Bogotá. A su vez fui invitado especial a la Caminata Solidaridad por Colombia y me he presentado en teatros como el Amira de la Rosa. Grandes fotógrafos de revistas me han sacado en periódicos y en videos con cantantes como Tito el Bambino, Baby Rasch, Marala, Checo Acosta, Pedro Ramayá y Álvaro Ricardo. Hoy en día me siento transportado a las alturas en cuerpo y alma por haber logrado convertir el mohicano, producto de un capricho, en un símbolo
•••
•••
•••
•• • • • • •
•••
368
•••
369