CARRUS NAVALIS

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14 Rebolo en Carnaval sabroso y ardiente que corre por las venas Periodista integrante de la Danza del torito, Fabio Osorio ha abordado en tres libros, Rebolo en Carnaval (1999), Carnaval sabroso y ardiente (2001) y Carnaval que corre por mis venas (2004) el tópico del carnaval de Barranquilla en uno de sus barrios populares emblemáticos: Rebolo. En una serie de textos que incluyen el cuento, la crónica, el relato autobiográfico, Osorio muestra el universo del barrio cuya vida gira todo el año en torno al carnaval hasta tal punto que en diciembre las gentes dejan de comprar ropa y aplazar necesidades básicas como la alimentación, el arriendo, la educación y los útiles escolares para ponerse disfraces nuevos. El ámbito de las verbenas, la noche, los picós, los bares, las putas, el bordillo, los bacanes, las danzas de carnaval y los disfraces son los motivos recurrentes de sus textos, en los que se aprecia la recreación del lenguaje popular. Quedan aquí retratados los valores de una comunidad en los que el machismo, la homofobia, la violencia, los traseros femeninos, la droga, el alcohol y las “malas palabras” son una constante. Testimonio crudo, pero ameno de un mundo marginado al que estos textos intentan darle voz a través de personajes que nunca la han tenido. Sin embargo, el esquematismo y cierta superficialidad impide al escritor la experiencia de transformar el conocimiento revelando al lector lo no dicho, lo invisible, que le confiere trascendencia a un relato.

Tras el antifaz hay un aroma Entre febrero y marzo de 2003, en tres entregas consecutivas, dos impresas y una virtual, Guillermo Tedio publicó este cuento que celebra y recrea con precisión e imaginación los elementos identificatorios del carnaval y la eficacia de sus rituales, una situación típica del festejo: el baile con una persona desconocida puede conducir a sorpresas terribles. El narrador, Roberto, sostiene con cierta lucidez una relación venida a menos con Susana, su esposa, y que en cuanto a sus constantes desavenencias es muy similar a la de sus vecinos de piso, los Cepeda, aunque con una diferencia de forma: mientras estos viven sumidos en el escándalo, Roberto y su mujer naufragan de manera silenciosa. El martes de carnaval el narrador se concede en una licencia, sale de su casa sin avisar, se interna en el carnavalero barrio Abajo, que le es desconocido, se emborracha y en

CARRUS NAVALIS un momento dado se ve bailando con una mujer disfrazada de felina a quien no logra identificar, aunque por el olor a lirios le recuerda a Susana. La armonía de los cuerpos en el baile, el estímulo de la música, el calor de la multitud y las incitaciones de una pareja de gordos disfrazados que le dan ron y le sugieran con gestos obscenos el encuentro sexual con la pareja, excitan a Roberto y lo llevan a proponerle a su acompañante la salida del salón hacia un sitio de mayor intimidad, el cual resulta ser un motel de mala muerte en el que, tras consumar su relación con la tigresa, se queda dormido. Al día siguiente Roberto despierta solo, y cuando las gentes van a misa por el inicio de la Cuaresma, emprende el regreso a su casa agradecido con los mejores amigos del mundo: los disfrazados Cepeda, que han facilitado el encuentro inconsciente y feliz con Susana.

Esa gordita sí baila. (Sancocho de capuchón y arroz de monocuco) La poetisa Lya Sierra incursionó en la narrativa en 2004 con una novela, que trae minuciosamente el lenguaje de la bacanería barranquillera: su léxico, dichos, comparaciones, metáforas, insultos, refranes, apodos, piropos, juegos de palabras y letras de canciones, al tiempo que registra las costumbres y lugares habituales de la clase media baja. El texto encarna la visión del mundo de un personaje emblemático de la ciudad y su carnaval, la Gordita, a quien solo le interesan la comida, el baile, el combo, el ambiente, el sexo, las telenovelas y la salsa, pues la vida es una sola y no existen repuestos. En sus relaciones familiares y afectivas, en el trabajo, en los buses, en la política, en el baile, en el café, en la cama, en el exterior, en las verbenas, en los desfiles del carnaval, en el estadio de fútbol, el retrato de la Gordita es presentado como arquetípico del barranquillero común, con sus virtudes y defectos: aficionado al Junior, lector del horóscopo y de las páginas de cine y deportes, cara limpia y entrón, impuntual y amiguero. Novela de formación que recrea la educación sentimental de una joven que se forja a punta de tropezones, esta obra ahonda sin pedantería en la significación del carnaval, incluso, en particular, en las dolorosas relaciones entre el carnaval popular y la pobreza, encarnadas en un disfraz perenne, el de las culebras cobradoras que amargan todo el año la vida de quienes se divierten los cuatro días de carnaval a costa de 361 días de penalidades.


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CARRUS NAVALIS by Carnaval de Barranquilla S.A.S. - Issuu