Gealittera 43 tentación

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-¿Pero cómo se te ocurre preguntar eso, chiquito mío? Dame algo de comer, anda. -Sí, perdona, mira…, esto… No tengo frutas ahora, aquí, y creo que debiéramos dar una vuelta por ahí para recoger algunas. -¿Alejarnos para buscar frutas teniendo un árbol lleno de ellas sobre nuestras cabezas? -¡No, no, no, no, de esas frutas no! -Anda, chiquito mío, arranca una para mí que yo no las alcanzo ni poniéndome en las puntas de los pies. -No me pidas de ésas, por favor, que hay otras por ahí… -¿Pero, chiquito mío, por qué no me complaces? –Para además mover sus labios de tal manera que ella creía ablandar el alma del primer hombre, no obstante él siguiera con el “no” y la cabeza a los lados, con los ojos cerrados. Por eso, la primera mujer daba muestras de empezar a estar conforme cuando oyeron la voz tan fina como una afilada navaja brotando de entre las ramas del mismo árbol: -Anímate, Eva, arranca una manzana y atrae a Adán para que te la muerda. -¿Eh quién habla ahí? –Quisieron saber ellos, a dúo-. ¿Quiénes son esos Adán y Eva a los que usted les habla? -Soy yo y estoy aquí arriba –dijo la serpiente mostrando la cabeza y moviendo su lengua bífida como solo ella sabe hacerlo; empezaba a demostrarse que la maldad va cuatro pasos por delante de la bondad en lo que a astucia se refiere-. Y como no hay nadie más por aquí que ustedes dos pues no cabe la menor duda que tú eres Eva –manifestó señalando a la mujer con la punta de la cola-, y tú eres Adán. Desnudos y sin vergüenza alguna de la propia desnudez, los primeros habitantes del bosque volvieron a mirarse pero de una manera ligeramente distinta a como lo habían hecho hasta entonces. -Eva, Eva, Eva… -decía ella, apropiándose del nombre. -Adán, Adán, Adán… -repetía él, con el mismo propósito. -¡No pierdan el tiempo y muerdan estas apetitosas manzanas! -Sí, serpiente, tienes razón –indicó Eva y, volviéndose a Adán, dijo así-: Vamos a comernos una, chiquito mío… Ayúdame a alcanzarla. Y él, mirándola a ella a los ojos, aceptó la idea inclinándose adelante para también abrazarla por los muslos y así elevarla de modo que pudiera arrancar una fruta, pero en tal posición los ensortijados pelitos de ella enmascararon el rostro masculino y le provocaron cosquillas en la nariz las 134


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