Emoto Mashimesa / Akaneko
Volumen 03
CAPÍTULO 12
% LA PRIMAVERA SE ACERCA
Durante las noches polares todos se convierten en maestros artesanos. Los hombres tallan madera para hacer vajillas y varios adornos de astas de reno. Las mujeres crean bordados finos y brazaletes de estaño. Nosotros llamamos a estas artesanías: “Duoji”. Tallamos imágenes sobre las agarraderas o empuñaduras de los cuchillos como: renos, nieve, sol, cunas, etc. Patrones significativos son grabados. Luego, cuando llega la primavera, colocamos puestos en el mercado de pulgas (kirpputori) y los vendemos. En esta época, mamá se llena de motivación para hacer brazaletes. Este año parece que pasó el tiempo haciéndose amiga de Sieg. Qué envidia. En cambio, yo tallé diligentemente kuksa y ositos de madera. Desde el mediodía hasta el anochecer trabajaba en la taberna y descansaba tres días a la semana. Pensé que estaría bien ya que tenía días libres, pero, aun así, estaba bastante ocupado. Pese a eso, se trataba de un negocio refrescante. Sin importar el género o la edad, varios aldeanos, así como soldados, visitaban la taberna. Todos se reunían ahí y alegraban el ambiente. Al grado que podría gritar de alegría. En cuanto al tema de conversación en “El Águila Carmesí”, en su mayoría se trataba sobre el progreso de las artesanías. Dijeron que les gustaría hacer un intercambio, así que decidí abrir la taberna en un día de descanso y hacer algo así como una exhibición. Yo también participaría. Cabe aclarar que todos los participantes, yo incluido, eran hombres adultos. Al día siguiente. Todos acomodaron sus artesanías sobre las mesas. En esta ocasión exhibimos las kuksas. Había un par de docenas de hombres alrededor de las mesas colocando libremente sus trabajos, al punto que nadie sabía de quién era cada uno. Claro está, cada quien distinguía sus propias creaciones. Acomodados de esta forma, todos se veían únicos e interesantes. Hay algunas que son perfectamente redondas, otras que tienen lustre, unas con hermosas asas, incluso están aquellas que se esmeraron por cuidar la configuración en las vetas de madera, no había ninguna que fuera igual. —¿Um? Esa tiene tallada una imagen peculiar. La kuksa señalada era mía. - 70 -