La luna de miel del noble del norte y su esposa, la ave de rapiña
Capítulo 14
% La historia de Kayneth y Ritzhard ~Kayneth von Brzenska~
En el baile, donde deslumbrantes hombres y mujeres jóvenes buscaban a sus compañeros para toda la vida, Kayneth, el tercer hijo del Vizconde de la Casa von Brzenska, entró con un gesto de disgusto. Era la primera vez que asistía a un baile. Kayneth había vivido como un plebeyo durante dieciocho años. No obstante, su padre, al que nunca había conocido antes, lo adoptó en la aristocracia porque su hijo mayor había muerto justo el año anterior. Su madre, que trabajaba en una fábrica, al parecer había servido en la mansión del Vizconde cuando era joven. Tener relaciones en el calor de la juventud y ser despedida luego de quedar embarazada, se trataba de una historia recurrente entre las sirvientas que servían a los nobles. El segundo hijo del Vizconde era enfermizo, así que Kayneth fue adoptado como el sucesor de reserva. Desde luego, siendo originariamente un plebeyo, no había forma de que Kayneth se acostumbrara a la alta sociedad; por eso, meramente se apoyó contra la pared y observó a los hombres y mujeres jóvenes charlar. Cuando echó un vistazo a un lugar un poco más apartado, había una multitud. Al centro, había un caballero de la tercera edad, mismo que el padre de Kayneth le había dado instrucciones para que recordara su rostro y nombre. Adalbert von Lüneburg. Un Marqués. Le había dicho que era un noble influyente que empleaba sus fondos privados para construir escuelas para las personas comunes, así como fábricas o tiendas donde las mujeres podían trabajar, entre muchos otros negocios para los económicamente débiles. La fábrica en la que trabajaba su madre era administrada por el Marqués, de modo que sentía una familiaridad arbitraria. Le habían instruido que lo saludara si alguna vez se encontraba con el Marqués en un baile; sin embargo, por desgracia no tenía la oportunidad, de modo que solo se quedó viéndolo inexpresivo. Junto al Marqués Lüneburg, había un joven que no parecía tener veinte. Kayneth se sorprendió por la apariencia de ese joven. Un hermoso cabello blanco que casi parecía plateado y ojos azules como gemas. Esa belleza era algo que no pertenecía a este mundo. Kayneth no pudo evitar mirar ese semblante que parecía haber salido directamente de las pinturas fantásticas que había visto en la mansión del Vizconde. Kayneth no fue - 87 -