1010060923 tenenti&romano los fundamentos del mundo moderno

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manifestaciones locales de la mayor importancia, no ya porque representen algo «nuevo» en sí mismas: repitamos que los campesinos, en toda Europa, se habían integrado siempre en el proceso de la industria textil, tanto produciendo tejidos para uso propio como hilando y tejiendo fibras textiles por cuenta de los productores de las ciudades; ahora, en cambio, la industria rural, aunque continúa produciendo para su propio consumo, trabaja también para una comercialización igualmente propia. En Flandes, ya desde el siglo XIV, los drapiers rurales organizan un sistema propio de venta en Brujas, es decir, en la vía del gran comercio internacional. En suma, en contraposición con el declinar de la vieja producción textil urbana, se aprecia la consolidación de la actividad artesana rural y de nuevos centros ciudadanos, que entablan su diálogo con los trabajadores del campo en términos nuevos. «Crisis», pues, de la gran industria, pero también florecimiento de nuevos gérmenes, susceptibles de importantes y ulteriores desarrollos. ¿Cómo olvidar, en efecto, que es precisamente en este período cuando la gran industria lanera de los siglos siguientes encuentra, si no sus orígenes, al menos el humus más fértil en que arraigar? No se ha producido —quede bien claro— ninguna gran revolución. Más bien debe considerarse que, como valoración de conjunto, en el curso del siglo XIV la producción textil se ha contraído, o, al menos, estabilizado cuantitativamente. Pero no es esto sólo, sino que se debe añadir que a cantidad igual (y acaso reducida) de tejidos producidos ha correspondido, sin duda, una contracción del valor de la producción, porque los tejidos de fabricación campesina son todos de valor unitario claramente inferior a los de fabricación urbana. Así, pues, también en este sector nos hallamos en presencia de una «crisis», pero también aquí, más que a los aspectos cuantitativos, habrá que prestar atención a los cambios de orden cualitativo. Lo que cuenta es que la división en tres series de la industria textil, que antes hemos indicado para el período correspondiente hasta finales del siglo XIII, aparece ahora modificada. El grupo 1) reduce su importancia; el grupo 3) sigue sustancialmente inalterable (exceptuados, desde luego, los cambios debidos a variaciones demográficas); el grupo 2), por su parte, presenta una gran contracción y se transforma en un nuevo grupo: rural y, lo que es más importante, [27] autónomo. Así, mientras hasta finales del siglo XIII, entre ciudad y ciudad o entre castellanía y castellanía no hay, desde un punto de vista industrial, más que el vacío o la explotación de la mano de obra local, ahora el vacío comienza a reducirse y la explotación a limitarse. Este mismo proceso se manifiesta también en orcos sectores «industriales» (decimos industriales, pero más exactamente deberíamos decir artesanales). En efecto, la pars regida por el señor feudal incluía también todos los servicios artesanales necesarios a la comunidad dependiente, directa o indirectamente, del señor: horno, forja, molino, ladrillar. Ahora, con la reducción de la pars señorial, esos medios de producción escapan también a su control. Frente a estas penetraciones de energías nuevas —libres o que tratan de afirmarse libremente—, quedan algunos sectores vinculados a formas viejas. Por ejemplo, la industria minera, respecto a la que uno de los más doctos estudiosos de la materia no ha dudado en hablar de «colapso de la prosperidad del siglo XIV». La recuperación será muy tardía, no antes de 1460, Hay excepciones, como la actividad escandinava y bosníaca, por ejemplo, pero el cuadro, en conjunto, sigue siendo negativo. ¿Por qué —podría preguntarse— este sector particular presenta signos de contracción, sin que nada intervenga para tonificarlo,


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