Comparecencia S. Mora Senado España

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DIARIO DE SESIONES DEL SENADO Comisión Especial de estudio sobre las nuevas formas de exclusión social como consecuencia del fuerte incremento del desempleo

Núm. 116

17 de diciembre de 2012

incrementó en un 120%, mientras que en el total de los hogares aumentó en un 62%. Y junto al impacto negativo del contexto económico y laboral, hay que mencionar la respuesta de las administraciones en forma de políticas de austeridad. Las ayudas monetarias a los niños y a sus familias desaparecen o se restringen, las becas se reducen o se establecen criterios que reducen mucho su disponibilidad. Todo esto tiene un impacto muy directo no solo en los ingresos de las familias, sino generando nuevas barreras para los niños más vulnerables en su acceso a derechos básicos como el derecho a la educación o a una nutrición adecuada. Los servicios recortan su accesibilidad, desaparecen o reducen sustancialmente sus presupuestos. Los impuestos y tasas se elevan, repercutiendo muchas veces de forma desigual en las familias con niños. ¿Cuáles son y pueden ser las consecuencias de la pobreza infantil? Algunas de las consecuencias las estamos ya viendo a corto plazo: el crecimiento de la pobreza en las estadísticas, los desahucios que implican a familias con niños, la creciente presencia de niños en los comedores sociales —como nos indican organizaciones de intervención social—, las dificultades con el material escolar en algunos centros educativos, etcétera. En el informe del 2010 nosotros decíamos que ser un niño pobre en España no significa necesariamente pasar hambre, pero sí tener posibilidades de estar mal nutrido. No significa no acceder a la educación, pero sí tener dificultades para afrontar los gastos derivados de ella, tener más posibilidades de abandonar los estudios y que sea más difícil tener acceso a los estudios medios o superiores. Ser pobre no significa no tener un techo donde guarecerse, pero sí habitar una vivienda hacinada en la que no existen espacios adecuados para el estudio o la intimidad y en la que el frío o la humedad pueden deteriorar el estado de salud. Ser un niño pobre en España no significa no poder acudir al médico, pero sí tener problemas para pagar algunos tratamientos y acceder a prestaciones no contempladas en la sanidad pública. La pobreza puede afectar también gravemente a las relaciones familiares y sociales. La falta de ingresos y la tensión que esa situación genera puede deteriorar las relaciones de los padres entre sí y con sus hijos, debilita las expectativas personales y profesionales de los propios niños y adolescentes y la de los adultos hacia ellos. La pobreza sitúa a los menores de edad en situaciones de mayor riesgo de desprotección y, a su vez, hace más complicadas las relaciones sociales del niño con sus iguales, generando, por ejemplo, sentimientos de vergüenza o inferioridad por no poder acceder a determinados objetos o servicios que hasta el momento eran de consumo habitual, no tener dinero para salir con los amigos o no poder llevarles a su casa; pueden, incluso, exponerle a la burla de algunos compañeros por la ropa u otras pertenencias o por la carencia de ellas. Ser un niño pobre significa tanto para el propio individuo como para la sociedad desaprovechar esa valiosa e irrepetible ventana de oportunidad que es la infancia en todos los ámbitos: en la educación, en la salud, en el compromiso, en la participación ciudadana y en las relaciones sociales y personales. Son realmente una oportunidad. Aquí me gustaría hacer un inciso y decir una frase que dijeron los niños y jóvenes en la Asamblea General de las Naciones Unidas, en el año 2002, la única vez que han participado allí. Al terminar su intervención, los niños dijeron: nosotros no somos el problema, somos la solución. Me acuerdo muchas veces de esa frase y creo que aquí procede decirla porque tenemos la oportunidad todavía de sacar esto adelante. El niño, además de ciudadano, es un elemento clave en el futuro de las sociedades. Quizás seamos la primera generación en mucho tiempo que vamos a dejar a la siguiente un panorama peor y menos esperanzador que el que nos encontramos; entre otras cosas vamos a dejar a cada niño que nace ahora con una deuda pública que estimamos en unos 15 570 euros. Si mantenemos estos niveles de pobreza vamos a dejar la herencia de una sociedad menos equitativa, menos capaz de afrontar desafíos sociales, económicos, científicos y culturales, con un menor nivel educativo que ayudará a perpetuar la pobreza y la exclusión. El hecho de que no intervengamos ahora tendrá enormes costes futuros para cada niño y para toda la sociedad en su conjunto, ya que una educación deficiente, una mala nutrición o una dejación de la vigilancia de la salud en la infancia puede condicionar el bienestar presente y el futuro de cada uno de ellos, pero también el bienestar social y material de todos nosotros como región y como país. La lucha contra la pobreza se puede abordar. El informe de Unicef internacional de 2012 ponía ejemplos gráficos de cómo algunos países podían reducir de forma muy efectiva la pobreza. Curiosamente, los países elegidos en esta comparativa eran Estados Unidos y Canadá, por un lado, y Francia y España, por otro; países vecinos que parten de unos niveles de pobreza infantil antes de la intervención pública mediante ayudas o impuestos muy semejantes, pero que tienen diferencias notables en el resultado. Francia y Canadá son capaces de reducir la pobreza a la mitad y España y Estados Unidos solo en

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