El libro Rojo

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Cuando

los estadunidenses

invadieron

Veracruz

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RENTE A N OSOTROS SE A BR E N LAS P UE RTAS DEL

pasado. Asomamos la mirada y escuchamos el fragor lejano de los motores en marcha de tres buques de guerra. Nos acercamos temerosos, arrastrados al tiem足 po por el runnln interminable de las maquinas esta足 dunidenses . Los imponentes edificios del puerto de Veracruz se alzan a 10 lejos. Estamos en el convulsionado ano de 1914. Es martes 21 de abril y despunta una manana gris de fuertes vientos. La nave insignia se bambolea sobre un violento oleaje : todo anuncia que se avecina una tormenta. En la cubierta una figura grave, cuyo perfil recorta los vientos provenientes de alta mar, da 6rdenes precisas a un grupo

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numeroso de hombres impavidos. Las instrucciones son claras: tras desembarcar, tomar el edificio de la aduana e impedir que el

Ypiranga descargue un envio de armas dirigido a Victoriano Huerta. Alli, mientras arribe el buque, permaneceran en alerta constante los bluejackets y los infantes de la marina. El mar abierto, testigo de las impetuosas operaciones navales, acecha a la espera de productos. "Ninguno de ustedes abrira fuego contra el enemigo, que permanecera impasible ante nuestro des em足 barco. Su mision sera tan heroi.ca como oscura: obedecemos ordenes superiores?'

CA TORC E HORAS ANTES,

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U N LUGAR INCIERTO PERO CER C AN O

a VVashington, D. C., dos hombres se sientan a la mesa. Ala derecha de uno de ellos, oscuro y s.ilencioso, un rio que maldice SLI belleza se retuerce entre las rocas : un hedor repugnante se despide de su seno. Distraido, el segundo de los comensales levanta su copa y observa en ella los reflejos del agua ennegrecida. Las luces de los faroles se con足 funden, agonicas, en el tinto. -Inicia abril y hace meses que la gente del contralmirante Fletcher esta frente a Veracruz, a la espera de resoluciones contun足 dentes. El ansia que todo se resuelva de manera amistosa, para que no peligren los nuestros ni sus propiedades en suelo mexicano. Si algo busca evitar a toda costa es bombardear el puerto. -Fletcher no entiende de alta diplomacia. Desde el primer dia entablo relaciones amistosas con los incondicionales del intruso en la presidencia. Si hemos de ocupar Veracruz sera para derrocar a Huerta, no para socorrer a nuestros conciudadanos. El contralmiran足 te debe acatar ordenes irrebatibles, incluso las de bombardear el puerto. -De eso me encargo yo, senor. Fletcher cumplira sin chistar mis estrictas disposiciones -y dicho esto, el hombre hinca sus colmillos en el primer trozo de rosbif termino medio que habia pedido.

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EN LA

BAS E NAVAL DE

AN /\POLIS, A P~ C OS PASOS DE LOS

insepultos canones confiscados a los mexicanos tras la guerra de 1847, que para entonces cargaban a cuestas un centenar de anos mas que sus rivales, se desarrolla el siguiente diaIogo con visos de soliloquio: -Permitame leerle, senor, una carta de Nelson O'Shaughnessy, primer secretario de la embajada en la c:iudad de Mexico: Las n egociacion es con el presidente huerta han llegado a su termino. £1 insiste que, para salvaguardar el decoro y la dignidad nacionales, su gobierno no pued e acceder a las dem andas del almirante Mayo de que el ejercito en Tampico ice la bande ra norteamericana en lugar Pllblico y ele­ vado, saludandola con veintiun salvas. En particular si, de manera simul­ tanea, los hombres de Mayo se ni egan a hacer otro ta nto con el pabellon mexicano.

-Lo consu Itare con el presidente 'Wilson a su retorno del balneario en ,iVhite Sulphur Springs. Por 10 pronto, contestele a O'Shaughnessy que el gobierno de Estados Unidos no puede comprometerse a tanto.

'" A L GANAR LA PRESID E NCIA, )' T-TORRORIZADO AL SABER QU E

el embajador Henry Lane Wilson secund6 el golpe de Estado contra Francisco I. Madero y su posterior asesinato, Wilson presidente se deshizo de su representante diplomatico en Mexico y marc6 como su responsabilidad personal eliminar al "usurpador" y "asesino" Victoriano Huerta. Para facilitar su tarea debia inclinar la balanza en favor de la facci6n revolucionaria que mas posibilidades tenia de derrocarlo: Woodrow Wilson escogi6 al viejo ex hacendado de Coahuila Venustiano Carranza y a su ejercito constitucionalista. A partir de marzo de 1913, cuando empez6 labores, Wilson orde­ n6 escudrifiar la situaci6n de todos los puertos mexicanos, aprove­ chanda que, desde que WHliam H. Taft era presidente, buques de la marina de su pais fondeaban apacible pero arnenazadoramente fren-

CUANDO

I.OS ESTAOL'NIOENSES

INVADI~RON

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te a los ancladeros nacionales. Grupos de inteligencia naval visitaron las ciudades y recorrieron los caminos que los distanciaban de las principales poblaciones tierra adentro.

Tambh~n

analizaron los tipos

de suelo, los medios de transporte, los modos de resistencia militar que podrian enfrentar, los edificios fundamentales -tanto del gobier­ no como privados- y los usos a que podian someterlos. POI' ultimo, los especialistas estudiaron las opciones para alimental' y atender a sus tropas una vez encaminadas desde las costas a las capitales de los estados. El rastro de los documentos que trazan estos y otros planes de ocupacion, sitos en los Archivos Nacionales en College Park, Maryland, muestra que para abril de 1914 las intenciones de Invadir Mexico tenian meses de fraguadas. En dichos papeles los oficiales estadunidenses ya observaban lugares estrategicos desde donde sus milicias podrian ser atacadas, los manantiales que permitirian extraer y acarrear agua en caso de que las fuerzas defensoras corta­ ran el suministro, y los inmuebles aptos para utilizarse como hospi­ tales, farmacias, oficinas y bodegas. Entre los puntos que considera­ ron cardinales se encontraban los burdeles, que, como muchos espa­ cios, fueron fotografiados y marcados a pluma sobre las tomas.

1MPOSIBLE CORROBORAR S1 EL ALM1RANTE H EN RY T . MAYO,

comandante de la 5 a division de la marina estadunidense que tenia a su cargo dos acorazados y dos cruceros anclados j unto a Tampico, estaba al dia de los planes de Wilson;

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si su demanda excesiva de

que se saludase a su bandera con veintiun caiionazos -para limpiar la afrenta mexicana al apresar a unos subalternos descubiertos en zona prohibida- no era parte de un plan maestro urdido, en sus pun­ tos mas genericos, a mas de un ano de distancia. Lo cierto es que la exigencia del dinamico Mayo, de cincuenta y siete alios, llego cuando la situaci6n militar en la zona se complicaba acremente para los huertistas. POI' su petr61eo, el segundo puerto mexicano empez6 a resentir los embates del enemigo a finales de

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marzo de 1914, cuando los constitucionalistas del noreste, al mando del general Pablo Gonzalez, iniciaron su sitio. De controlarlo, las huestes abririan un primer gran hueco en la cortina interpuesta por los federa1es para resguardar la linea costera del Golfo. En ultima instancia, su toma representaba un primer paso en 1a conquista del mismisimo Veracruz. Al presionar con sus acorazados a los leales a Huerta, Mayo favo­ recia a los destacamentos de avanzada constitucionalistas. Pero des­ embarcar en aquellas aguas, hasta donde 10 percibian sus asesores, en ningun sentido debilitaria de manera contundente a las fuerzas en el poder. Por fin, y convencido de no contar con suficientes elementos para atacar, retiro sus barcos del rio Panuco a 1a espera de que \iVashington y la ciudad de Mexico sortearan e1 impasse diplomatico que el mismo habia genera do. Si el almirante reculo, vVilson se sentia segura de que las tropas federa1es sucumbirian ante sus intimidaciones. La tarde del 14 de abril ordeno que la Flota del Atlantico se dirigiera a costas mexicanas para fortalecer a los buques comandados por el propio Mayo y Frank F. Fletcher. La vaga sombra de la incursion se definia. Huerta, que veia en tales acciones la posibilidad de que los bandos en disputa se aliaran para expulsar al invasor, lejos de alarmarse se pregunto en voz alta frente a1 secretario de la embajada estadunidense: "~Esta es una calamidad?" Y se respondio a si mismo: "No: es 10 mejor que podria pasarnos". Ostensiblemente, Wilson buscaba limpiar el mancillado honor de su pais, aunque en realidad sabia que era el momenta para ocupar Mexico. En el juego de las mentalidades, todo incidente, por trivial que fuese, contaba para maximizar una causa -de por si endeble- que jus­ tificara intervenir. En una reunion que sostuvo el miercoles 15 de abril, en la Casa Blanca y con representantes de los comites de rela­ ciones exteriores de las dos camaras del Congreso, el presidente saco a relucir sus planes de tomar Tampico y Veracruz, amen de imple­ Inentar un bloqueo "pacifico" que cesaria apenas se "desagraviara" a Estados Unidos. Sin embargo, pese a las bravatas publicas y privadas,

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era claro que no podian invadirse los puertos mexicanos mas impor­ tantes sin antes declarar una guerra. Es mas, tarde

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temprano -y el

mandatario y sus consejeros 10 comprendian- la estrategia tendria que inclinarse pOl' ocupar solo uno de los dos.

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invasion. Hasta donde sabia, la gran flota comandada por el almiran­ te Charles T. Badger llegaria alrededor del 21 de abril: a destiempo, si se consideraba su urgencia por entrar en la ciudad y el hecho de que casi mil infantes de refuerzo, transportados en el Hancock, acre­ centaron sus tropas. Mientras tanto en Veracruz reinaba el desconcierto. El puerto contaba con instalaciones anticuadas para su defensa -aparte de la Prision Militar, guarnecida por un reducido numero de federales, en la isla de San Juan de Ulua se encontraba la Escuela Nacional de Maestranza, con sesenta alumnos que servirian como mecanicos de la Armada Nacional, y el Arsenal Nacional, cuya estacion de tor­ pedos podria utilizarse con relativo exito contra al menos uno de los buques surtos afuera de la bahia-, pero buena parte de los hombres del general Gustavo Maass, de los regimientos 18° y 19°, tuvo que ser trasladada a Tampico para frenar a los constitucionalistas.

AL CABO, Y CONTRARI0 A LO lJISP U ESTO, WlLSON SE DECTDro

pOl' atacar Veracruz. Su parecer cambio al recibir una Hamada de William Canada, consul estadunidense en la ciudad. El diplomatico llamo a las 2:00 horas del21 de abril para advertir del arribo inminen­ te de un buque de nacionalidad desconocida -a Canada se Ie dificulta­ ba deletrear y en Washington nadie supo bajo que bandera viajaba el

Ypiranga pOl' no encontrarlo inventariado en sus registros- con un gran cargamento de armas y municiones. Cuando esa madrugada Wilson Uego al telefono, William J. Bryan, su secretario de Estado, y Josephus Daniels, su ministro de Marina, ya estaban conectados en

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EL LIBRO

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cadena. Las nuevas informaciones eran concisas: el barco sali6 de La Habana y tres ferrocarril es esperaban en el muelle para acelerar el transporte de los pertrechos a la capital de Mexico, donde el usurpador los esperaba. Bryan recomend6 que la marina impidiera el desembarco. -~Que piensa usted, Daniels? -pregunt6 e] presidente. -No debe permitirse que las municiones caigan en manos de Huer­ ta. Puedo telegrafiar al contralmirante Fletcher para que 10 evite y se apodere de la aduana. Pienso que esto es 10 que se debe hacer. Segun el general e historiador John S. D. Eisenhovver, Wilson titu­ be6 -0 pretendi6 h acerlo- y, tras unas palabras, dijo: "No queda otra alternativa mas que desembarcar". A las 8 :00 h oras del martes 21 de a bril el operador de radio del acorazado Florida hizo llegar a Fletcher un mensaje urgentisimo pro­ veniente del Ministerio de Marina: "Apoderese de la aduana. Impida qu e los pertrechos de guerra se entreguen al gobierno de Huerta 0 a cualquier otro grupo". Fletcher - el hombre de juicio ca]mado, mente sagaz y gran coraz6n, como 10 record6 Edith O'Shaughnessy, esposa del primer secretario de la embajada estadunidense- se tom6 UDOS minutos para caminar sobre cubierta. La manana gris y borrascosa anunciaba , a buen seguro, una tormenta. ~De que tormenta se trata­ ba? ~De un norte que pondria en riesgo las operaciones de desembar­ co 0 de una tempestad -tambien originada en el norte- que acarrea­ ria consigo muchas desgracias? Los m eses previ os que Fletcher pas6 en Veracruz los utiliz6 para desarrollar relaciones amistosas con sus pares. Cierto, desde que Wilson ocup6 la presidencia estaba consciente de que el dia menos pensado recibiria 6rdenes de invadir. Tan era verdad que, por su pro­ pia iniciativa, el contralmirante envi6 a uno de sus hombres a Ch ap ultepec para que informara sobre el sistema de defensa militar con que conta ba el gobierno mexicano. Aun asi, el ano transcurrido -tiemp o que aprovech6 para fortalecer su relaci6n personal con el colorido e impredecible general Maass- 10 hizo pensar en la invasi6n como un rumor que corria por los pasillos del senado en Washington.

CUANOIJ LOS ES-;-AOUNIDENSES

INVAP I~RON

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Observando desde su buque insignia la majestuosa ciudad que se levantaba ante sus ojos, Fletcher supo que el indeseable momento habia llegado. Y por las olas cada vez mas violentas y el clima dete­ rionindose minuto a minuto, tenia que darse prisa. De desatarse la tormenta, acaso por dias, ninguna nave salvaria la estrecha bocana

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que llevaba al puerto interior. Lo sabia mejor que nadie: en ese caso los imprescindibles batallones de los bluejackets (0 marineros de buques de guerra) que apoyarian a los infantes de la marina no podrian abandonar los barcos. Alrededor de las 9:00 la brisa vir6 repentinamente, incrementando su fuerza. "Con todas las aparien­ cias de un norte en camino -escribi6 en su diario- se decidi6 desem­ barcar?'

EL CONTRALMIRANTE DISE N6

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SUS PLA NES .

No s610 contaba con excelente informaci6n de inteligencia (que incluia pIanos y fotografias panoramicas), sino que conoda piedra a piedra, calle a calle, el territorio a ocupar. Y tarnbien a su gente. A partir de su llegada, catorce meses antes y con un escuadr6n sepa­ rado de la Flota del Atlantico, se mezcl6 con la poblaci6n local. Con frecuencia paseaba por el jardin principal y se convirtio en cliente asiduo del hotel Diligencias. Si bien con el tiempo se enarnoro del puerto y de su belleza arquitect6nica, nunca olvido que se encontra­ ba alIi para proteger las vidas y propiedades de sus compatriotas, seriamente amenazadas al menos desde el asesinato de Madero. Tampoco 0lvid6 las intenciones que, en teoria, fraguaba su gobierno. Con semanas de anticipacion entonces, aunque odiara implementar­ las, preparo las previsiones de desembarco paso a paso, pieza a pieza, con la paciencia -y destreza- de un relojero. Desde la perspectiva que otorga la distancia, Fletcher se percato de que el trazado de la ciudad favoreceria los esfuerzos. El espacio dentro del malecon era reducido y el extremo del muelle 4, lugar que seleccion6 como el mas propicio en caso de asaltar por sorpresa, dis­ taba unos cuatrocientos cincuenta metros de la fortaleza de San Juan

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de Uilla. Si anclaba un barco con infantes de marina a unos doscien­ tos setenta y cinco metros de la parte mas alejada del muelle -donde justo se encontraba el viejo cafionero Prairie ese fatidico martes 21 de abril-, SllS tropas quedarian expuestas a un minimo de fuego hostil. Una y otra vez se preguntaba como actuar cuando recibiera orde­ nes.

~Bombardearia

con un fuerte cafioneo que cubrier a a sus fuer­

zas de desembarco? Sabia que solo con las armas de doce pulgadas de los dos acorazados bajo su control -el Utah y el Florida- podia destruir Veracruz en muy poco tiempo. Tras mucho cavilarJo decidio que, llegado el momento y si estaba en su poder, evltaria emprender una devastacion sin sentido. EI objetivo final seria concluir la tarea con un minimo de destruccion y derramamiento de sangre. ~C6mo lograrlo? No 10 sabia. Por 10 pronto, y aunque preparado para 10 peor, anhelaba no ser el qui en decidiera la fortuna de los mexicanos.

EN LA I-lORA

CERa, EL CO NTRALM1RANTE

ACTLO SEGUN

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exigieron las circunstancias. Anticipandose a las disposiciones de su ministro, reunio a los comandantes y giro instrucciones. El capitan del Florida, el impopular William R. Rush, dirigiria la brigada naval provisional. Bajo el, el experimentado teniente coronel "V. C. Neville encabezaria el regimiento de marina. La fuerza total estaria com­ puesta por setecientos ochenta y siete hombres, integrantes del bata­ llon de marineros del Florida y de la infanteria del Utah y el Prairie. Dado que el Ypiranga estaba por arribar, Fletcher ordeno intercep­

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tarlo. La mision correria a cargo del Utah, que en caso de extrema urgencia debia unirse al grupo de ataque. Pese a la confianza excesi­ va del gobierno de "Vilson respecto a que los mexicanos no presenta­ dan batalla, al contralmirante Ie preocupaba que tanto el general Maass, con su contingente aproximado de seiscientos soldados, como la poblacion en general, reaccionaran con violencia. El elemento clave se basaba en tranquilizar a los pobladores. Si los portefios no temian a los estadunidenses, la resistencia podia ser menor. POl' ello -y pOl' error-, en los dias previos a las acciones

CUANDO

LOS

~STADUNIDENSES

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Fletcher mantuvo al tanto al consul Canada, al que solicito que trans­ mitiera las novedades a las autoridades civiles y militares del puerto, muy en particular a Maass. El contralmirante confio, sin constatarlo, en que el diplomatico advertirla sobre 10 concerniente a la llegada del Ypiranga, 10 que inclula el plan de interceptarlo. Hasta ahora no se han encontrado pruebas de que William Canada haya comunicado cabalmente y con la antelacion suficiente los oportunos mensajes del mHitar. A las 9:50 ho1'3s del martes 21 de abril, el capitan H. M. Huse, enviado de Fletcher, entro al consulado de su pais para avisar que los primeros grupos desembarcarian a las 11 :00 horas. El consul debia dar la noticia a las otras cancillerias en la ciudad e instal' a los extran­ jeros a abordar e1 buque de pasajeros Mexico. Huse solicit6, ademas, estar a1 pendiente de los movimientos desde 1a estrategica azotea de 1a representaci6n. Cuando Canada viera desatracar las lanchas del

Prairie, telefonearia al general Maass para decirle que una cantidad "abrumadora" de fLlerzas estaba a punto de "encargarse" de la adua­ na, y que el contralmirante esperaba que "permaneciera en su puesto y prestara toda la ayuda en su poder para mantener el orden [... ] al tiempo que deseaba que no se ofreciera resistencia alguna". Es facil ima ginar que para las limitaciones lingiiisticas de Canada -cuando reporto a VVashington sobre el Ypiranga 10 deletreo con "i" 1atina-, la funci6n asignada estaba muy pOl' encima de su liga. Mas el diplomatico no se dio pOI' enterado. Incluso tomo nota de que, a traves suyo, Fletcher se comprometia a que sus tropas de desem barco se restringieran a la zona de los muelles para evitar una confronta­ ci6n. El consul debia entregar mensajes similares al recaudador de aduanas, al presidente municipal y al jefe de la policia. Sin corrobo­ rar que las comunicaciones que leerfa a los funcionarios estaban bien redactadas en castellano, bus co SLIS binoculares y se apresto a asumir pOl' varias ho1'as su papel de vigia. A las 9:45, confiado de que sus palabras llegarian a las autoridades mexicanas sin mayor problema, Fletcher pidi6 al almirante Mayo que mantuviera en Tampico los buques Connecticut, Dolphin, Des Moines,

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Solace y Cyclops. Solo el Chester debia desplazarse a Veracruz, atocia velocidad y con su bata1l6n de infantes de la marina. A las 10:00 ho足 ras, cuando la brisa cambio de direccion e incremento su potencia vaticinando el posible norte que impediria el desembarco, Fletcher ordeno el descenso de las fuerzas. Quince minutos despues, Canada noto que el transatlantico NJexico se soltaba de su atracadero en el muelle 4, obedeciendo las instrucciones de las autoridades portuarias para proveer de espacio a1 Ypiranga. A las 10:30, el superintendente de Ia estaci6n Terminal de ferro足 carriles, un estadunidense, comunico al consul sus sospechas de que Maass planeaba apoderarse del tren de pasajeros proveniente de la ciudad de Mexico. Canada tomo nota, asumiendo erroneamente que el convoy se utilizaria para evacuar la guarnicion. De ser esto cierto, el general Ie esta ba ahorrando trabajo; pero dejar la plaza no era parte de los planes del oficial huertista, pues jgnoraba que Fletcher habia puesto en marcha una maquinaria que tomaria por sorpresa la capital del estado. SJGUJENDO

EL

ORDEN

PRECONCEBfDO,

A LAS

11:00

HORAS

en punto comenzo oficialmente la ocupacion de Veracruz. Desde la azotea del consulado y con el auxilio de sus catalejos, Canada vio a los infantes de la marina encaramarse por un costado del Prairie para llegar a unas balleneras. Luego observo como unos remolcadores mexicanos tiraban de las mismas (los estadunidenses se slrvieron de los servicios portuarios hasta eJ ultimo momento), conduciendolas despacio, a traves de las olas, al muelJe 4. Lo mismo ocurrio con las tropas del Florida y el Utah, ambos surtos fuera de la bocana. EI con足 sul hizo calculos mentales, descendio a toda prisa las escaleras y ya en su oficina solicit6 que 10 comunicaran con el general Maass para alertarlo del desembarco. Eran las 11 :12 de ]a manana cuando empe足 zo a recital' en voz alta Ia lista de asuntos que tenia que transmitiT. EI general Maass levanto el auricular y escuch6 del otro lado una voz jadeante que trataba de leerle un mensaje incomprensible. Como pudo, Canada Ie dio a entender que las tropas de su pais estaban por

CUANDO

LOS

CSTADUNIDENSES

INVAO I ERON

VERACRUZ

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tamar la aduana, Ja oficina de

teh~grafos

y el dep6sito del ferrocarril.

Anadi6 que no habria disparos a menos que se les abriera fuego y que el numero de batallones era abrumador. Tambien dijo que Fletcher esperaba que ayudara a mantener el orden en la ciudad y que "confiaba" en que los mexicanos no ofrecerian resistencia. En el instante en que capta el sentido de la llamada, Maass solt6 un "iNa! iNa puede ser!" Carecia de planes de contingencia para res­ ponder al ataque sorpresa de su ex colega. Aun as!, exigi6 hablar con Fletcher en un ultimo intento para frenar el desembarco, pero Canada se limito a informarle que eso ya era imposible, pues las fuerzas habian puesto pie en tierra. Sin mas que decir, el general corto la comunicacion azotando el telefono. A partir de ese segundo la historia se bifurco en dos sendas para­ lelas y rivales que lucharon a ciegas: la de la invasi6n estadunidense en el puerto de Veracruz, coordinada par Fletcher desde su buque insignia, y la de la defensa patriotica que inicio el general Maass sin consultar a sus superiores. Ambas sendas, par tener vidas indepen­ dientes, se alargaron y confundieron durante las siguientes cuarenta y ocho horas, y reunieron en sus anales memorias de la ofensiva y la

defensiva, del desembarco y la resistencia, del frio calculo y la pasion desenfrenada, de tropas adiestradas disparando contra civiles inde­ fensos, de balas de mauser respondidas can proyectiles de ametralla­ dora, de tiros de francotiradores abonados can abuses lanzados a mansalva desde barcos apostados en aguas que no eran suyas: de san­ gre vertida par las calles, las azoteas y las plazas de la ciudad; de cientos de buitres y perros agasajandose can los restos de los mexi­ canas abandonados en ellugar donde cayeron abatidos. La suerte del puerto estaba echada. lEn que medida podian con­ jurar los improvisados defensores los planes meticulosamente des­ arrollados par las tropas extranjeras? Es una pregunta fatua. La dijo Luis Escontria Salin, el capitan primero de infanteria: "En Veracruz se peleo porque se debia pelear, no porque convenia peJear".

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PROPIA

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PASO

INADVERTIDA

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CANADA,

a pesar de que cambi6 el curso de estas dos historias. Cuando Maass Ie corto la Hamada, y tras unos segundos de sorpresa, el macilento consul recupero la calma, se encogi6 de hom bros, revis6 frente a1 espejo su cabello partido por la mitad y pidi6 hablar con tres autori­ dad es : el recaudador de aduanas, el presidente municipal y el jefe de la policia. A cada cua11e ley6 la misma lista. E1 primero de ellos -10 reporto luego Canada- reaccion6 de 1a misma forma que Maass, mientras que el segundo y el tercero aseguraron que permanecerian en sus puestos para ayudar a resguardar el orden, si bien, a su debido tiemp o, el municipe opt6 por ocultarse y el policia y eJ recaudador desaparecieron sin dej ar huella. Dando por concluidas sus labores, e1 diplomatico vo1vi6 ala azo­ tea para divisar a la distancia, sentado en una silla preparada ex profeso, una larga linea de botes que se dirigia, despacio, a1 muel1e 4. A las 11 :30 horas apunt6 que los marin eros e infantes de la marina pusieron pie en tierra. Con ellos venian varias ametralladoras y una pieza de artilleria de campana de tres puJgadas. Asi reconstruy6 el infante de marina e historiador Ja ck Sweetman los primeros minutos del des embarco: Una dama entusiasta agitaba una banderita americana.

POI'

su parte, los

veracruzanos se percataron que tantos hombres armados no podian signifi­ car mas que una cosa, Y la multitud empez6 a dispersarse. Cuando un pe6n corri6 a guarecerse tras come ter el atrevimiento de gritar "iViva Mexico!", los espectadores estadunidenses soltaron la carcajada. SegllTI se iba difun­ diendo la noti cia,

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toda la ci udad se bajaron las cortinas metciJicas de los

aparadores, y se apart6 a los ninos de las call es.

Al atracar cada lancha invasora, los hombres de Fletcher descendian y se encaminaban deprisa a sus objetivos. En un santiamen los blue­

Jackets montaron guardia frente al consulado, en la esquina de Montesinos y Morelos. A las 11:50 en punto el capitan Rush, coman­ dante del batallon Florida, inform6 -mediante un encargado que

CUANDO

LOS

IOS T ADUN I DEN5ES INVADIERON VERACRUZ

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desde la misma azotea de la representacion enviaba seiiales lumino­ sas con la ayuda de un reflector- que habia establecido su cuartel general en el mosqueado hotel Terminal. En los momentos en que Rush controlaba la estacion Terminal, el muelle 4, la sede consular y el Malecon de Sanidad, las tropas del coronel Neville dominaban el patio y la Casa Redonda de los ferrocarriles, la oficina de cable y la planta eJech'ica. Todo marchaba segun 10 previsto; todo en una calma de mal augurio que permeaba, tam bien pOI' asalto, a la ciudad y sus habitantes.

TRAS

COLGAR

CON

VJOLENCIA

EL

AURICULAR,

PERO

ANTES

de cruzar la calle que 10 llevaria a las barracas militares, Maass calculo el numero de fuerzas activas con las que contaba. Ademas de los regi­ mientos 18° -a las ordenes del general Luis B. Becerril- y 19° -coman­ dado pOl' el general Francisco A. Figueroa-, de los que una parte de sus efectivos se encontraba en Tampico, estaba la Sociedad de Volun­ tarios del Puerto de Veracruz, que tenia en sus filas a unos quinientos socios que se reunian periodicamente para practical' el tiro al blanco en los medanos situados al norte del puerto. Aunque con poca expe­ riencia, esos hombres podrian prestaI' grandes servicios en aquellos instantes de apuro. Maass considero una tercera opdon: eJ grupo los Rayados, sesenta y tres presos politicos a los que un dia antes Manuel Contreras, jefe de las prisiones, traslado de San Juan de UICla a la car­ cel militar conocida como La Galera. Con estos planes en mente, Maass se dirigio a las barracas del 19° regimiento. Alli se encontro con el teniente coronel Albino Rodriguez Cerrillo, al que pidio que comandara una fuerza improvisada de unos cien individuos porIa avenida Independencia (paralela y a una cua­ dra de distancia de la zona de desembarco, 10 que la protegia de las naves enemigas) para llegar al muelle 4 y "repeler la invasion". En el cuartel central, el generallocalizo a su par Figueroa y Ie ordeno que desplegara las tropas remanentes en posicion de defensa de las barracas y del edificio que ocupaban.

III

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Al ingresar al area del 18° batal]on, Maass instruyo al general Becerril para que liberara a los Rayados de La Galera, distribuyera entre estos y los voluntarios todo su arsenal y repartiera en partes iguales a qUlenes se sumarian a los dos regimientos. Becerril ordeno a su vez que se cumpliera con 10 indicado. Tras un breve y exaltado discurso patriotico, Contreras entrego cuatrocientos cincuenta fusi­ les y lanzo sobre la acera dos mil cartuchos pa ra que cada cua 1 toma­ ra el parque que considerara. Pronto una muchedumbre heterogEmea se extendio en desorden par la avenida Cinco de Mayo. El animo era la lucha.

EN UN RESPIRO, MAASS TUVO A BIEN ENVIAR A UN ME'!SA.lERO

a una estacion de radio para desde all:[ notificar de 10 ocurrido al general Aureliano Blanquet, ministro de Defensa, que se encontraba en la ciudad de Mexico. En su respuesta, Blanquet prohibio oponer resistencia a la ocupacion, dadas las pocas fuerzas con que se conta­ ba; mas min, ordeno el retiro de tropas al pueblo de Tejeria, a unos quince kilometros tierra adentro, y permanecer alli a la espera de novedades. Las instrucciones llegaron tarde: ya nadie podia detener a los batallones regula res, a los Rayados y a los voluntarios que, arro­ jados contra los extranjeros, en esos momentos corrian hacia el mue­ lle 4; Rodriguez, por su parte, ya se habia internado en la avenida Independencia. Los eventos, ni dudarlo, cobraron impetu propio. En cierta oportunidad, Contreras y Rodriguez se encontra1'on en la plaza Constitucion. Entonces decidie1'on que parte de los volunta­ 1'ios permaneciera en la zona circundante a la Catedral, otra mas seguiria a Rodriguez y el resto -pequefios grupos de carabineros y francotiradores- decidiria pOI' si mismo la ruta a seguir. Mientras que muchos de los civiles tomaron sabia y espontanea­ mente azoteas y segundos pisos -los menos audaces permanecieron congregados en los portales de la avenida Independencia-, los solda­ dos regulares no exhibieron mayor pericia. Desde su punto de obser­ va cion, el consul Canada veia pelotones de fede1'ales vestidos de azul

CUANDO LOS

ESTADUNJDENSES I NVADIERON VERACRUZ

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"tumbados completamente sobre sus pechos,

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moviendose agitada­

mente de un Jugar a otro segun se giraban contraordenes". Una de esas unidades ocupo el hotel Diligencias y el palacio municipal, cubriendo la plaza Constitucion pero sin instalar barricadas que impidieran la aproximacion del enemigo. Otro destacamento, con mas energia pero con igual pobreza de juicio, trato de emplazar un canon de una pulgada en el faro Benito Juarez. Para el historiador Sweetman, 10 lmico que mostraba cierto toque de operacion profesio­ nal era la estrategia de los artilleros, que co 10 caron sus piezas en lugares clave para "barrer" algunas de las calles mas largas. Los soldados de Rodriguez que tomaron por Independencia, con­ vertidos en blanco sangriento de una ametralladora (los infantes de la marina tam bien emplazaron armas similares en las avenidas Cinco de Mayo, Cortes y Bravo, brincandose la Hidalgo), subieron a los techos de los edificios cercanos a Montesinos y desde alli lanza­ ron una carga cerrada. Neville respondio. Pronto sus hombres silen­ ciaron un brioso tiroteo que provenia de la oficina de la Waters­ Pierce Oil Company, a la vez que treparon a las azoteas del hotel Alimon y del consulado, atalaya entonces abandonada por el consul Canada. La ofensiva estadunidense llevo a los infantes a la zona que ocupaba "la fuerza regular mexicana mas grande". Un tiro que pego en el brazo del teniente coronel, mientras dirigia las acciones, 10 forzo a retirarse: "Con su partida -aseguro Sweetman- la llitima apa­ riencia de organizacion desaparecio de la defensa. Pronto los infan­ tes controlaban de la cuadra de Montesinos a la calle Constitucion". Una vez alli, Rush ordeno a Neville que "se desplegara a la posicion original". Sin embargo, sus tropas no serian las (micas en recibir una bienvenida con proyectiles. Cuando el alferez George H. Lowry se precipito a tomar la adua­ na, su compania no advirtlo que estaba en la mira de cientos de ojos aguzados tras los gatillos de las carabinas. Los bluejackets se encon­ traban a una cuadra del edificio, es decir, tenian que cruzar la calle Emparan para tomarlo. Nunca imaginaron que sortear el trecho de doscientos metros les llevaria mas de una hora. Si bien hasta ese

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EI..

LlBRO

ROJO


momento los invasores no habian recibido balas en su contra, y por 10 tanto no las habian contestado, Aurelio Monfort, gendarme muni­ cipal, decidi6 abrir el fuego. Enseguida, el eco de su disparo "se per­ di6 en el chisporroteo de la descarga cerrada de fusil eria que Ie acompaii6", escribi6 Sweetman. Entonces, relata el periodista Louis Botte, la r esistencia se hace mas cfectiva. De cada esquina de las calles, de cada balcon, de toda s la s azoteas, truenan fu sHes y pistolas. La lin ea de los ame­ ricanos se disloca . Si bien todos ellos contestan cien disparos pOl' uno, tie­ nen que caminar lentamen te, paso a paso y apodera ndose de la calle, casa por casa. Los proyectiles les Ilegan sin qu e sepan quien se los envia.

Poco a poco los bluejackets de Lowry ubicaron a varios francotirado­ res en las ventanas y balcones del hotel Oriente -en el cruce de las calles Zamora y Landero y Coss- que disparaban sin tregua con rifles y una ametralladora. (De no ser por dos factores, los veracru­ zanos hubieran detenido por mucho tiempo a sus enemigos, impi­ diendo no s610 que ese dia llegaran a la aduana sino que se apodera­ ran del puerto en la jornada siguiente: una dotaci6n limitada de municiones y, 10 mas importante, una pesima punteria.) Evaluando la situaci6n y escuchando el rebote de los proyectiles en el asfalto, el alferez orden6 responder y las balas de cinco de sus mejores elemen­ tos dieron en un policia que sali6 volando por una ventana del segun­ do piso. S610 asi se interrumpi6 el repiqueteo de la metralla. Tras desalojar a los heridos, Lowry y su gente se dirigieron por un estrecho callej6n a la secci6n sur del edificio. AlIi, entre los plo­ mos espaciados de los ultimos disparos de las carabinas, treparon por las balaustradas, rompieron un vidrio y, por fin, se introdujeron en la aduana. Al verlos, los aduaneros en guardia arrojaron sus armas. Despues de ser detenidos, un propio sali6 a informar las bue­ nas nuevas a Rush.

CLJANDO

LOS ESTADUNIPENSES INVADIERON VERACRUZ

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EL ARRIBO DEL TAN ESP ERA DO YPJRANGA PASO INADVERTIDO

para la mayor parte de los protagonistas. A las 12:30 horas los vigias del Utah avistaron una pluma de humo en el horizonte: era el buque en cuyo nombre se estaba invadiendo Veracruz y que llegaba inocen­ temente al puerto. Su capitan, un aleman de nombre Bonath, 10 anclo a quinientas yardas de la nave enemiga en tanto Fletcher enviaba al teniente Lamar R. Leahy a abordarlo. Leahy fue claro: las fuerzas estadunidenses se apoderaron de la aduana para impedir que se entregara un cargamento de armas ale­ man que, se creia, venia en el Ypiranga e iba destinado al gobierno mexicano. Bonath proporciono voluntariamente su documentacion, que al ser revisada confirmo casi todo 10 dicho por Canada en la vis­ pera de 1a invasion: si, en el buque venia un cargamento de armas y municiones destinado a Huerta, pero el consul erro en sus informes respecto al lugar de origen. Los pertrechos no salieron de Alemania, sino de Estados Unidos, y se adquirieron en la Remington Arms Company, la que a su vez los desvio para evitar el embargo de arma­ mento que Woodrow ·W ilson impuso a Mexico. Sea como fuese, el teniente informo al capitan que el Ypiranga no saldria de Veracruz sin antes ser descargado, y a su solicitud Bonath 10 anelo fuera del puerto pero dentro del alcance de tiro del Utah. Tan poco impacto el arribo del vapor aleman que, de los periodi­ cos de mayor circulacion internacional, s610 Los Angeles Times se digno a reportarlo. Su historia, simple pretexto para ·Wilson, habia llegado a su anticlimax. Desde luego, a nadie importaba ya el buque ni 10 que guardaba en sus bodegas.

GUSTAVO MAASS OLVIDO

I N CLUIR EN SU

ESTRATEGIA

A LO S

cadetes de la Escuela Naval, de 1a que el comodoro Manuel Azueta era un elemento clave, tanto que, apenas supo del desembarque, busc6 entrevistarse con el consul Canada para saber 10 que ocurria. Su inten­ to fue en vano, como 10 fue tratar de localizar a Maass en aquellos difi­ ciles momentos, segt'lll Ie dijo a un reportero del The New York Times.

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EL L IBRO

RO.JO


Al no hallal' al general, el comodoro se dirigio a la Escuela Naval, donde su director, el capitan de fragata Rafael Carreon, ya habia ordenado a los cadetes que defendieran el lugar a toda costa. Azueta llego cuando a los j6venes se les arengaba sobre el deber que como mexicanos y como miJitares tenian con su pais. Asumiendo erroneamente que Maass secundaria sus palabras y acciones, Azueta alzo la voz para enaltecer el patl'iotismo y el honor militar. Apremio as] a los cadetes a jugarse el todo por el todo, a no abandonar el plantel y a prepararse a sucumbir dentro de sus muros de ser necesario. El comodoro orden6 que se repartiera el poco par­ que concentrado en el deposito de armas, al tiempo que solicito al cual'tel de artilleria, situado al otro lado de la calle, el envio de muni­ ciones suficientes. Exaltados, los muchachos entendieron que de ellos dependia la honra y la integridad de su institucion. No tardaron en situarse en los balcones del segundo piso del edificio, resguardan­ dolo de las balas invasoras con roperos y colchones apoyados en las ventanas. Teofilo Ortega, un expendedor de pescado que abastecia a la Escuela Naval, se entero de la falta de armamento que sufrian los cadetes. A toda prisa se dirigio al cuartel de artilleria empujando una carretilla, subia unas cajas de municiones que Ie proporcionaron, cruzo la calle en medio del tiroteo, atraveso la puerta principal de la escuela, grito "iViva Mexico!" y, entre vitores, arroj6 la carga al alcance de los alumnos. Ortega desaparecio tan pronto como vino, pero su puntual auxilio fue inestimable. Las cajas fueron abiertas dentro del edificio. Decenas de brazos las estamparon contra el suelo para ver desparramarse su ansiado contenido. Como si de pinatas se tratara, los jovenes se abalanzaron para hacel'se de la mayor cantidad posible de proyectiles. Los guar­ daban en los bolsillos, en las cartucheras, hasta sentirse listos para enfrentarse al enemigo. Varios soldados se unieron a ellos, pertre­ chados con algunos canoncitos traidos tambien de las barracas. Como grupo, los cadetes de la Escuela Naval fueron los mejor conformados durante los primeros minutos de enfrentamiento. Una

CUANDO

LOS

ESTAPUNIOEN5E5 INVADIERON

VERA CRUZ

12 7


vez atrincherados -reforzando sus posidones con las piezas de arti­ lleria- mantuvieron una respuesta continua sobre el muelle 4, la aduana y otros sitios ocupados. El fuego nutrido que surgi6 del plantel, aunado al de soldados, Ra.rados, voluntarios y otros impro­ visados instalados en distintos puntos, forz6 al capitan Rush a soli­ citar el desembarco de los marineros del Utah. Alrededor de las 12:45, para tener mas control sobre una situaci6n que amenazaba con salirse de sus manos, Fletcher transfiri6 su insignia del alejado acorazado Florida al transportador de tropas Prairie, anclado frente al dique. Todo con la ilusa idea de dirigir mejor las operaciones en tierra.

A LAS

13:00 [-JORAS

RUSH

ORDENQ

A JOHN

VICCLOY,

JEF E

contramaestre, ubicar un tiroteo intenso que hacia mella en los infantes que se dirigian a la aduana. El capitan tambien buscaba cal­ cular la distancia necesaria para ejercer el contraataque desde los buques. McCloy tenia a su cargo tres lanchas cailoneras de vapor -dos del Florida y una del Utah- que eran utilizadas para arrastrar hombres y pertrechos a la playa. Cada vehiculo transportaba un can6n de una pulgada. McCloy sali6 a toda velocidad del muelle 4 y enfil6 su embarca­ ci6n, seguida de otras dos, a 10 largo de los atracaderos. Dej6 atras el muelle fiscal y vir6 hacia la Escuela Naval, dond e nueve alumnos atrincherados tras los ventanales de la Sala de Banderas, protegidos por "unas cajas de pizarras para techo", veian sin dar credito la ope­ rad6n suidda de los estadunidenses. El ex cadete Juan Sanchez Teran 10 escribi6 en sus memorias: Como si les hubi era sido insuficiente a los ameri canos desembarcar

S LlS

hombres par el Muelle de la Terminal y Fiscal, se dirigieron en varias lan­ chas para des embarcar en el Malec611 de Paseo y Sanidad frente a Faros; nada mejor pudieron ha cer para prestarnos un blanco magnifico.

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EL. l.IBRO

ROJO


Pero ese fue el primer error fatal de la jornada. Lejos de que McCloy y sus hombres prestaran un "blanco magnifico", los jovenes mexicanos indicaron a los invasores el sitio justo donde se encontraban. Desdela Escuela Naval rugieron los canones traidos de las barracas. Tres dis­ paros impactaron en la lancha principal, que quedo inutilizada al rom­ perse su valvula de vapor. McCloy cambio entonces a uno de los ve­ hiculos del Utah, 10 que no evito que los defensores hirieran de muerte al apuntador, atravesaran la garganta del embarcador y Ie pegaran en el muslo al propio jefe. Pese a los reveses sufridos, el contramaestre logro sus proposi­ tos. Pronto el Prairie disparo sus armas de tres pulgadas por encima de las lanchas que ya regresaban al muelle 4. Hizo blanco en las paredes, develando 1a presencia de los mal suministrados, aunque valerosos, miembros de la Escuela Naval. Dos cadetes escucharon un estruendo ensordecedor a sus espaldas, era la secuela de uno, dos, tres canonazos, que terminaban su trayectoria envolviendolos "en una nube densa de caliche de ladrillo y humo". El fuego del canonero se volveria mas violento. Desde sus entranas brotaron obuses de cuatro pulgadas que al estallar estremecieron los muros dejando los salones de clase "con hoyancos hasta de dos y tres metros cuadrados". Afuera del edificio, el teniente de la artilleria naval Jose Azueta, hijo del como dol'o Manuel, amartillo una ametralladora. Lo vela un infante de la marina, que desde una esquina de la bodega de la adua­ na apreto e] gatillo "apuntando con precision mortal". Dos de los tiros acertaron. Ignorando su dolor, azueta orden6 a sus hombres permanecer junto al arma . Estaban todavia disparando cuando fue alcanzado de nuevo. Herido mortalmente, Azueta perdi6 el sentido. Eso fue sufici ente para los artilleros. Levantandolo en brazos, 10 lI evaron a la Escuela Naval.

Con tal baja quedaba poco pOI' hacer. Era preferible que el cafioneo silenciara ala ba1acera. Tras recibir ordenes irrebatibles, los cadetes

CUANDO

LOS

ES1 ' ADUNIDEI\JSES

INV-"D I £RON

VEPACRU

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se retiraron al patio central y asi salvaron sus vidas. Si bien con ella termin6 la defensa de la escuela, los invasores no lograron asaltarla ese mismo dia -estaban demasiado atareados protegiendose de los francotiradores y ocupando, y sosteniendo, lugares clave-.

QUlzA L,\S CALLES ERAN EL TERRENO MAs LOGICO PARA

lanzarse y repeler a la vanguardia invasora. Pero dada la gran des­ igualdad en cuanto a equipo y entrenamiento, la tarde de ese martes 21 de abrillas defensas optaron por librar las acciones desde las azo­ teas, los ventanales y los balcones de casas y edificios. Asi, la resisten­ cia fue encabezada por francotiradores en su mayoria inexpertos -10 que puede sonar parad6jico, ya que la primera bala que dio en el blanco fue disparada desde los patios del ferrocarril, poco antes de que Maass evacuara a sus tropas, prueba de que fue dirigida pOl' un tirador mexicano-. Dicha bala la recibi6 el encargado de senales que alli se encontraba, y cuya figura se perfilaba claramente contra el infi­ nito: era un enemigo demasiado facil. Recibi6 el impacto y cay6 para no despachar mas c6digos luminosos. Con ese disparo se fortific6 la resistencia armada del puerto de Veracruz. Siguieron llamaradas de pistolas, mauseres y cafioncitos salidas de la torre del faro Benito Juarez, de la Escuela Naval, del Mercado Nuevo, del palacio munici­ pal, del campanario de la parroquia ... de las avenidas y las viviendas. Tornado por sorpresa y desde su cuartel general -el siempre mos­ queado hotel Terminal-, Rush ordenaba disparar "en defensa pro­ pia". Los francotiradores

-0

snipers, como se les conoce en ingles­

les representaban un verdadero problema, al grado de que los esta­ dunidenses se sentian imposibilitados para defenderse. Asi cayeron tres de los bluejackets encargados de la comunicaci6n con reflectores. Con tal de no abandonar las senales, el capitan envi6 refuerzos a la azotea del mismo hotel Terminal. La infanteria perdi6 entonces ados de sus elementos: uno con un disparo en el est6mago y el otro en la rodilla. Rush opt6 por bajar a sus infantes que, como quedaba de­ mostrado, se desempenaban mejor en el agua que en las alturas.

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EL

LiBRO

R OJO·


Con sus armas, los invasores podian acabar con grupos apostados en lugares visibles, pero lcomo enfrentar a individuos agazapados y al acecho en sitios ocultos que les permitian dominar el terreno? Era practicamente imposib1e descubrirlos. Encima, los ya famosos sni­ pers tardaron en rendirse -mejor dicho, muchos de ellos jamas 10 hicieron: prefirieron hundir el rostro en sus propios charcos de san­ gre que darse por vencidos-. Su presencia y teson abrumaban al propio Fletcher, y enfurecian a los que ten ian que enfrentarlos. Marineros, infantes y bluejackets, convencidos de que la razon estaba de su lado, llegaron al extremo de afirmar que los mexicanos, con sus pot shots (expresion que defi­ ne tanto a un disparo a corta distancia que no exige destreza, como a un "tiro traidor"), no pe1eaban conforme a las reglas convenciona1es de la guerra. Era cierto que los portenos no se mostraban al enemigo, que a 10 sumo podia distinguir el canon de un arma 0 una mana que sujetaba un revolver tras una ventana 0 por encima del antepecho de una terraza, pero si se estaba en completa desventaja, lcabria adhe­ rirse a los principios de una "guerra limpia"?

EL

MARTES

21,

A

T-JORA

TEMPRAN \

DE

LA

TARDE,

WILLIAM

Canada recibio una segunda visita del capitan Huse. "Los disparos callejeros deb en ser detenidos", asevero despues de sortear el fuego, e insistio en que e1 consul intentara nuevamente dar con a1gun fun­ cionario que ordenara el cese. De continual' 1a resistencia, el contral­ mirante Fletcher se veria orillado a bombardear toda 1a ciudad. Canada supuso que sabia como actual'. En un momenta de inspi­ racion envio a un propio al centro de la ciudad con una bandera blanca de tregua. Ese primer hombre nunca regreso. Pasados los minutos, Julio Franco, un segundo mensajero, salio en busca de fun­ cionarios con autoridad en el puerto. Al principio se dirigio ala resi­ dencia de Roberto Diaz, el presidente municipal, pero la encontro cerrada. Tras tocar, gritar y no recibir respuesta, trepo a 1a azotea de la casa vecina y de ah] brinco al patio del municipe, al que hallo

CUI\NOO LOS

ESTADUNIDENSES

IN VADIERON

VERACRUL

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atrincherado en el cuarto de banG y sin animo para prestar ayuda. Diaz argument6 que carecia de jurisdiccion en el asunto y recomen­ do acudir con el jefe de la policia, la persona apropiada para resolver el problema. Sin establecer el contacto por la ausencia del funciona­ rio, }iranco regres6 al consulado. As] evalu6 Louis Botte 10 acontecido al final de ese dia nefasto: Los setecientos [ ... J americanos desembarcados no se encontraron ante elios, sino una

0

dos centenas a

10

mils de tiradores aislados. Y sin embargo,

a pesar cle la perfeccion de su material y equipo, a pesar de su superioridad nll merica, sus car'iones y sus ametralladoras y sus escogidos oficiales [nece­ sitarollj de muchas boras de combate para oCllpar solamente dos calles, donde se encuentran constantemente hostilizados.

Moralmente derrotados y hostigados, 10 explic6 el periodista Richard Harding Davis, "por un enemigo que no podian ver, en las calles de una ciudad extrana en donde cada casa era una emboscada y cada campanario tenia un piso desde donde luchar", los bluejackets co ­ menzaron a disparar primero y a preguntar despues.

ATAJADA LA DEFENSA DE LA ESCUELA N \VAL, FLETCHER ORDENO

que las miras de los canones del Prairie se dirigieran a otros blancos de igual importancia. Los puntos a abatir eran los medanos, donde los infantes vieron a unos militares mexicanos que montaban a caba­ llo, y las ametralladoras, de las que cuatro sobresalieron el primer dia de la invasion: la del hotel Oriente, la de Azueta -instalada afuera de la escuela-, la de la nueva bodega de la aduana y la de un edificio de "estuco rosa" aledano al faro Benito Juarez. Sobre esta ultima, dos versiones, mas que contradecirse, se complementan en cuanto a la suerte del artillero que la cubria: la primera afirma que el contralmi­ rante pidi6 que se disparara contra el faro; la segunda, que Rush ins­ truy6 al alferez James McD. Cresap, oficial de ordenanza de la briga­ da, que apuntara su can6n de tres pulgadas contra la construcci6n

IV

EL

LlBRO

RQJO


levantada al pie. Como fuera, 10 cierto es que los imp actos que recibi6 la torre bastaron para demolerla. La tactica se repiti6 contra otms construcciones: "El monumento de Juarez que sirve de abrigo a tres tiradores mexicanos - report6 Botte- es en parte demolido". De ahi que cierto alferez R. B.Hammes fuera condecorado pOl' su "esplendido trabajo": Si una bo canada de hurno salia de alguna ventana [ ... ] cin co minutos des­ pues un disp aro de tres pnlgadas atravesaba por ese Ingar, 10 que equiva lla ala muerte de quien diera la casualidad de estar alli y en ningLll1 momenta durante el dia e rr6 un tiro. Uno de los impactos de Hammes hizo aiiicos el serpentin de la fabrica de hielo ; los gases que despidi6 sacaron al enemigo tan efectivamente como sus obuses.

Entre las 15:00 y 16:00, calculan varios historiadores, amain6 la resistencia. Para las 15:00 horas Fletcher ya contaba con un balance de la situaci6n, segun 10 cita Sweetman: Nos encontrabamos en posesi6n de la aduana, muell es, el consulado, las esta­ ciones de Cable y TeJegrafos, la estaci6n Terminal, eJ eqllipo rodan te ferroca­ rrilero, las vias que JJ evaban a la Casa H.edolJda, las plantas de Poder y Electrica, la Estaci6n de Bombeo ... se habia evitado el desembarco de muni­ ciones [del I/Jiranga] y se babia alcanzado el objetivo principal de nuestra misi6n.

Pero todavia quedaba una "limpieza" pOI' hacer: a los invasores les seguian dispa rando des de la Escuela Naval, el Mercado Nuevo, el palacio municipal, la tone de la Catedral, la azotea del hotel Diligencias y otros tantos edificios colindantes a la plaza Constitu­ ci6n -y pOI' si fuera poco, tambien desde varias embarcaciones pequefias-. POI' 10 pronto Fletcher, el viejo lob o de mar, a solas y frente a un

I

grisaceo muro de laminas de hierro tachonadas con bastos clavos, se sent6 ante su escritorio y empez6 a r edactar la "historia ofi cial" de

CUANDO

LOS

ESTADUNIDENSES

NVAD I F.RON

VF.RACRUZ

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los eventos. Sucesos que se veia impelido a suavizar y tergiversar, pues el relato de su desarrollo 10 leeria nada menos que el presidente Wilson: Frente a un norte que se acercaba, desembarcamos infantes y marineros del

Utah, Florida y Prairie, y tomamos la adllana. Las fuerzas mexican as no opu­ sieron el desembarque pero abrieron fuego con rifles y artilleria desplles de nuestra toma de la aduana. El Prairie bombarde6 a los mexicanos sacandolos de sus posiciones. Fuego intermitente de azaleas y calles [ ... J El Ypiranga lleg6 a Veracruz a las 2:00 p.m., ancI6 en el puerto exterior y fue notiHcado que no se Ie permitiria zarpar con las municiones de guerra a bordo. En con­ trol de aduana y secci6n de la ciudad en los alrededores de los muelles y e) Consulado. Bajas a las 2:00 p.m., cllatro muertos y veinte heridos.

Con las prisas, y como ocurri6 con la Escuela Naval, el general Maass se 01vid6 de la Escuela Nacional de Maestranza y de sus sesenta estu­ diantes, todos menores de veintid6s anos y con instrucci6n militar. El plantel se encontraba en San Juan de Ultia, territorio que se dividia en dos partes: la que ocupaban la mencionada academia y el Arsenal Nacional -cuyo director y coman dante era el comodoro Alejandro Cerisola- y la correspondiente a la Prisi6n Militar, gUaI'necida por tropas federales al mando de un coronel cuyo apellido se ha perdido con el paso de los anos. La tinica forma de comunicar a la isla con tierra firme era pOl' medio del pequeno remolcador Tulum, que hacia el recorrido cada dia; pero ese 21 de abril el Tulum nunca lleg6. Los oficiales de la escuela, pendientes de los movimientos de los hombres de Fletcher, ordenaron a los alumnos el inmediato apercibi­ miento de armas. Los siguientes pasos fueron cerrar las puertas de hierro del edificio y llevar al patio cajas de cartuchos para mauser, los que se distribuyeron entre dos grupos de j6venes que al cabo se apos­ taron en la azotea de la fortaleza. Desde alIi presenciaron el desem­ barque de los infantes en los muelles de la aduana y el tiroteo desatado en sus inmediaciones.

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LlBRO ROJO


los eventos. Sucesos que se veia impelido a suavizar y tergiversar, pLIes el relata de su desarrollo 10 leeria nada menos que el presidente Wilson: Frente a un norte que se acercaba, desembarcamos inl'antes y marineros del Utah, Florida y Prairie, y tomamos la aduana. Las fuerzas mexicanas no opu­

sieron el desembarque pero abrieron fuego con rifles y artilleria despues de nuestra toma de la aduana. EI Prairie bombarde6 a los mexicanos sacandolos de sus posiciones. Fuego intermitente de azoteas y calles [ ... J EI Ypiranga Ueg6 a Veracruz a las 2:00 p.m., anc16 en el puerto exterior y fue llotificado que no se le permitiria zarpar con las municiones de guerra a bordo. En con­ trol de aduana y secci6n de la ciudad en los alrededores de los mueJles y el Consul ado. Bajas a las 2:00 p.m., cuatro muertos y veinte heridos.

Con las prisas, y como ocurria con la Escuela Naval, el general Maass se 01vid6 de la Escuela Nacional de Maestranza y de sus sesenta estu­ diantes, todos menores de veintid6s anos y con instrucci6n militar. El plantel se eneontraba en San Juan de Ulua, territorio que se dividia en dos partes: la que ocupaban la mencionada academia y el Arsenal Naeional -cuyo director y coman dante era el comodoro Alejandro Cerisola- y la correspondiente a la Prisian Militar, guarnecida por tropas federales al mando de un corone] cuyo apelJido se ha perdido con el paso de los arros. La (mica forma de comunicar a la isla con tierra firme era pOI' medio del pequeno remolcador Talum, que hacia el recorrido cada dia; pero ese 21 de abril el ThIUln nunea lleg6. Los oficiales de la escuela, pendientes de los movimientos de los hombres de Fletcher, ordenaron a los alumnos el inmedlato apercibi­ miento de armas. Los siguientes pasos fueron cerraI' las puertas de hierro del edificio y llevar al patio eajas de cartuchos para mauser, los que se distribuyeron entre dos grupos de j6venes que al cabo se apos­ tal'on en la azotea de la fortaleza. Desde alli presenciaron el des em­ barque de los infantes en los muelles de la aduana y el tiro teo desatado en sus inmedlaciones.

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EL LlBRO FiOJO


En esos mom entos los alumnos que se encontraban en la azotea del Arsenal , instintivamente, sin recibir 6rd en es de los ofi ciales, cargaron sus armas para romper el fuego sobre los barcos en emigos, cosa qu e fue impedida viol enta­ mente por los ofi cial es que ahi se encontraban, corriendo aviso al comodoro de la actitud que se debiera tamar.

De uno de aquellos acorazados se despr en di6 llna lancha lucien­ do una bandera blanca. Traia consigo un pliego del contralmirante Fletcher dirigjdo a Cerisola en el que pedia que "no se hostilizara el desembarque". El comodoro, tras consultarlo con sus soldados, con­ cluy6 que "seria esteril atacar, dadas las condiciones desventajosas en relacian con el enemjgo". Asimismo inform6 que, si bien sus hom­ bres no estaban "en condiciones de hostilizarlos [... ] no se permitiria el desembarque de fuerzas norteamericanas en la isla hasta no ver el resultado de los acontecimientos que se registraban en las calles del puerto". Como 10 recorda Luis M. Santiesteban, ese dia, desde las azoteas, los estudiantes de la Escuela Nacional de Maestranza vivieron mo­ mentos de "mortal angustia, estando todos sobre las armas, siguien­ do con la vista los tri.stes episodios que se desarrollaban en tierra en esa desigual jornada".

AL CA ER LA N OC H E E L FUEGO E RA lVJiNIMO, D E VEZ E N VEZ S E

escuchaba el traqueteo de una ametralladora estadunidense

0

el dis­

paro ocasional de un francotirador. Muchos de los militares federa­ les ya estaban lejos de la ciudad y los habitantes que horas antes la defendieron habian r egresado a sus casas. Las calles estaban oscu­ ras, vueltas un escenario propicio para que algunos de los Rayados lanzaran descargas al aire, robaran tiendas 0 incluso se dispararan entre sf. Nadie tuvo la imprudencia de molestar a los invasores. En medio de la tensa calma, los infantes levantaron los cuerpos de sus caidos dejando en las aceras y empedrados cadaveres vera­ cruzanos. Mientras tanto en la Escuela Naval, donde todavia se

CUANDO

LOS

ES1ADUN I DENSES JNVADIERON

VERACRUZ

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encontraban los cadetes, los oficiales intentaron convencer al como­ doro de evacuar el edificio. Antes de decidirse, Azueta intent6 comu­ nicarse telef6nicamente con la Jefatura de la Guarnici6n, ignorando que las tropas regulares habian eva cuado la plaza. Al igual que los de la Maestranza, los estudiantes de la Naval se encontraban aislados. Tras una segunda reuni6n, se decidi6 partir al encuentro con las fuer­ zas aliadas, a las que esperaban hallar en los medanos

0

en las afueras

de la ciudad "listas para el ataque". Con una mudanza interior, fusiles y todo el parque que pudo lle­ val' consigo, el grupo sali6 alrededor de las 19:30 horas. Eran unas ciento veinte personas, entre jefes y oficiales, alumnos, marineros y servidumbre. Siguiendo las vias del Ferro carril Mexicano llegaron

a Los Cocos, estaci6n donde Azueta se enter6 de que los hombres de Maass se encontraban en la de Tejeda. Hacia alIi se dirigieron, lle­ gando a esta ultima a las 2:00 de la manana. Heunidos todos, salieron a la ciudad de Mexico .

A T EVIPRANA HORA DE LA MADR UGADA LLEG ARON AL P UERTO

exterior de Veracruz los acorazados Arkansas, New Hampshire, South

Carolina, JIIlichigan y New Jersey, pertenecientes a la Flota del Atliintico. Al mando iba el almirante Charles T. Badger, con quien Fletcher conferenci6 en persona sobre la situaci6n. Eran las 2:45. En el Arkansas, Badger aprob6 las acciones y sugiri6 al contralmirante que permaneciera al fren te de las operaciones en tierra. Ante los nue­ vas refuerzos, tres mil hombres que desembarcaron en su totalidad a las 4:00 horas, los fr ancotiradores reabrieron el fuego. Segun John S. D. Eisenhower, Ja intenci6n era tomar otras secciones de la ciudad, pero dado que los snipers 10 impidieron, no hubo mas remedio que bombardear. Alrededor de las 4:30 las ametralladoras del Utah y el San Francisco rociaron de balas el hotel Oriente, logrando desalojar a los fra ncotiradores con la respetada tradici6n de descargas cerradas. Horas desp ues, a las 8:00, dado que el c6nsul Canada nunca localiz6

n(i

EL

lIBRO

ROJO


a una autoridad que ordenara el cese de las hostilidades, Fletcher envio un mensaje al capitan Rush: Todos los esfuerzos para comullicarse con autoridacl es responsables en tie­ rra han fracasac10 y los empeJios han sido infructuosos para lograr que las autoridades cesen el fuego. Estoy bien informado que las tropas regulares hall sido retiradas y que la gente que ahora dispara es gente irresponsabl e bajo ningllTl control

0

autoridad. Usted avanzarci a su discreci6n y suprimira este fu ego intermitente apo­ derandose de la ciudad y restaurando el orden, resp etando en todo 10 posi­ ble los hoteles y otros sitios en don de se hospec1an extranjeros. Se Ie previene del posible uso enemigo de ametralladoras y arlilleria.

En treinta minutos Rush comenzo el avance, 10 que requirio que los acorazados bombardearan posiciones militares en el puerto. Hasta ese momenta Fletcher habia evitado que la artilleria pesada entrara en accion. Si Ie creemos a Sweetman, de las armas empJeadas en la incursion, las del Chestery del San .Francisco fueron las de mayor cali­ bre -cinco pulgadas-, y solo se utilizaron contra objetivos selectos. Pese a todo, profundas cicatrices marcaron la fisonomia de Veracruz. Ysi entre todos los edificios de la ciudad el de la Escuela Naval resulto el mas afectado, fue porque desde alIi se resistio con mas furia la inva­ sion. Avanzaba la manana y varias secciones del Utah ya se encon tra­ ban en la plaza Constitucion, dirigiendose al palacio municipal, que opuso poca resistencia. Desde la torre del edificio el alferez Foster ordeno a sus mas diestros tiradores que dispararan contra los mexi­ canos situados en el hotel Diligencias y la Catedral, mientras el resto de sus soldados inspeccionaba la sede de gobierno. La azotea del Diligencias estaba defendida por dos tenientes y cuarenta 0 cincuen­ ta hombres. Apenas los militares estadunidenses surgieron de las partes altas aledanas, los francotiradores empezaron a sufrir bajas. Aun asi se mantuvieron en sus puestos hasta que uno de sus tenientes

CUANI)O

LOS ESTADUNIDENSF.:S INVAD.ERON VERA~RU

i "'j ,


cay6 muerto y el otro qued6 malherido. Con los dos oficiales abatidos, los subordinados emprendieron la fuga dejando el sitio a los blue­ jackets, quienes luego de brincar por encima de un nudo de cuerpos enconu'aron montones de casquillos de mauser, cajas de municiones y uniformes desechados. Para las 9:30 la plaza Constituci6n estaba tomada.

LOS

INFANTES

Y BLUEJACKETS

SE

TOPARON

CON

FOCOS

DE

resistencia en varias de las calles cercanas a ]a plaza, pero paulatina­ mente los fueron destruyendo con la ayuda de los obuses del Chester. Las barracas militares, donde subsistia un importante nucleo defen­ sivo; el Instituto Veracruzano, que tenia emplazada una ametrallado­ ra, y el viejo fuerte Santiago, de donde salieron varios disparos, reci­ bieron tam bien las descargas del Chester. Edwin A. Anderson, capitan del acorazado New Hampshire y comandante del segundo regimiento de marineros, rehus6 ordenar la exploraci6n de las calles. Confiado, fue en una de ellas donde reci­ bi6 una cerrada descarga que venia de la Escuela Naval, que concen­ traba a unos cuarenta hombres -entre cadetes aparentemente reza­ gados y civiles- atrincherados tras los colchones colocados el dia anterior. El fuego oblig6 a los bluejackets de Anderson a retirarse en desbandada, encargandose de responder las baterias de tres, cuatro y cinco pulgadas del Chester, Prairie y San Francisco, dirigidas al uni­ sono contra el plantel. "[Los obuses] abren grandes brechas en los muros de la escuela. Los techos se caen, los tabiques se desmoronan, toda resistencia es desesperadamente imposible;' (Un dia despues, Edith O'Shaughnessy escribi6 sobre aquellos colchones exudando sangre, los que no lograron proteger a quienes buscaron ingenua 0 desesperadamente resguardarse tras ellos.) Con el ultimo baluarte de importancia simb6lica abatido, los infantes del experimentado teniente coronel Neville pusieron en practica las tecnicas aprendidas -y aplicadas- en paises como Honduras, Nicaragua y Panama: de manera met6dica, se abrieron

131>

EL

LlI3RO

RO~O


paso de casa en casa horadando las paredes con explosivos; asi evi­ tab an exponerse al fuego intermitente de los hombres en las azoteas; una vez dentro de los edificios, los "limpiaban" de todo enemigo. Hacia las 11 :00 horas del miercoles 22 de abril, la fuerza de Fletcher controlaba la ciudad de Veracruz. A eso del mediodia, la humedad y el sol tropicales ya habian hecho 10 suyo en los cuerpos de los caidos. Los infantes de marina, para despejar las calles -10 menciona Robert E. Quirk- debieron apartar, primero, a "muchisimos perros y a cientos de zopilotes". Por imperativas cuestiones medicas, los invasores reunieron los cadave­ res en lugares especificos para enterrarlos 0 incinerarlos con petr6­ leo crudo antes del anochecer. Nunca se supo el mimero exacto de victimas del lado mexicano (pero si que en su mayoria eran civiles no combatientes). Tan s610 de los portales en la plaza Constituci6n se recogieron los cuerpos de veintisiete individuos, y en una zanja abierta ex profeso en la playa norte se enterr6 a otros veintiuno. Un cirujano de la marina calculo en ciento veintiseis los muertos y en ciento noventa y cinco los heridos, basandose en los censos de los hospitales dentro de la ciudad. Pero ello no incluia a los indivi­ duos que nunca pasaron por los sanatorios. Sea como fuese, tan solo en el hospital de San Sebastian, su administrador, el doctor Manuel Valdes, ordeno que se abriera una fosa de trece metros cuadrados por metro y medio de profundidad para coJocar setenta y tres cuer­ pos -entre ellos el de una mujer- que las tropas invasoras entrega­ ron desnudos en su mayoria. Por ellado estadunidense las cifras ofi­ ciales fueron infinitamente menores: diecisiete muertos y sesenta y tres heridos.

UNA VEZ TO?vlADA LA CIUDAD Y SEPULTADOS 0

INCINERADOS

los muertos mexicanos, todo estaba Usto para entrar en la etapa de la ocupacion formaL Para esto, Fletcher solicito el cambio de poderes. La marina estaba incapacitada para ocupar un territorio por demasiado tiempo: se requerfa no solo de una fuerza mayor, sino de una especia-

CUANDO

LOS

EST:,DU~IDE'NSES

INVAD IERO'J VERACRUZ

I-,f)


lizada en tierra. El presidente Wilson aprob6 enviar un ejercito terres­ tre que se estableciera en el puerto con alrededor de cinco mil doscien­ tos efectivos preparados para una larga estadia. Pero faltaba asegurar el cese absoluto del fue go por parte de los francotiradores, y dado que ninguna autoridad nacionallo habia ordenado, el contralmirante deci­ di6 confiscar las armas a los portenos, establecer un estricto sistema de patrullas e implantar 1a ley marcialla manana del domingo 26 de abril, que implicaba restringir la 1ibre circu1aci6n despues de las 19:00 horas e izar la bandera estadunidense en el territo rio controlado. Desde el Minneso ta, Edith O'Shaughnessy describi6 el momenta: Atestigiie, desde la cubierta de nuest ro buqu e, hace un a hora, el fin dramil­ tico del in cidente d e Tampico e, indudablemente, el comienzo de un o m llcho mayor: el izam iento de nuestra bandera so bre la ciuda d de Vera­ cruz, que ocurri6 el dia de h oy, bajo ley marci al. A la 1:30 su bi a c ubi erta. La ba hia parecia un espejo incandescente, que todo 10 retJejaba . Ca n la ayuda de uno s gemelo s observe lo s prepara tivos para el iz ado del pabell6n en el edificio junto ala es taci6n de ferro carriles [ ... ] Era esa una escena de mucho movimiento en la costa y en tierra. El almiran te Badger se deslizo

pOl'

en cima del agua en su la ncha , un bello

botecito Herreschoff, po co antes de las 2 en punta, con las arm as en su cinto. Lo acompmiah a su EstadoMayor. Varios bataJl ones des e mbarcaron de los buqu es e inm ensas muched umbres se enco ntraban cerca de la esta­ cion de ferrocarriles. Habia alga ele ctri co en el aire. El capitan Simpson y SllS

oficiales, p or s upuesto, es taban todos en c ub ierta, m iran do a trave s de

SllS

prismaticos; todos respinibam os un po co fuerte, preguntandonos que

h arian los acora zado s extranjero s. c'. Respond erian a nu estro saludo? Exa cta­ mente a las 2 en punto se alz6 la bandera e inm ediatam ente despu es el

NIinnesota dio la s famosas veintiun sa lvas a nu estro pab e Jl on , las mismas que se nos negaron en Tampico. Supo ngo qu e los buqu cs ex tranj e ros esta­ ban ocupado s cablegrafiando a sus gobiernos soli citan do instrucciones. Na di e podi a co ntestar a [la] pregunta [de si debian respond er a nues tro sa luda]

'I ~"

pOl'

iniciativa propia. iEra un anticlimax con venganza!

EL

LIBRO ROJO


Y como ocurre hasta nuestros dias -aunque en geografias distintas-, la historia continuo con la prolongacion indefinida de la ocupacion estadunidense. En el caso de Veracruz, las tropas invasoras -al mando del batallador y pelirrojo brigadier general Frederick Funston- habrian de permanecer mas de medio ano. Poco antes de la medianoche dellunes 27 de abril, los buques de transporte [(ilpatrick, Meade, Sumner y JlIIcClellan aparecieron impo­ nentes ante la bocana del puerto. Traian consigo la Quinta Brigada de Infanteria, que se afinco durante siete largos meses -para, entre otras cosas, ordenar y pagar para que se limpiaran calles, mercados, basu­ reros, prostibulos; vacunar a la poblacion y jugar beisbol (yensefiar a los jovenes a jugarlo)-.

AL PARTIR,

LAS F UE R Z AS

DE

FUNSTON

-TAL COMO

LO

I-IA

demostrado el historiador John Mason Hart- no s610 "entregaron el inapreciable Veracruz y sus alrededores a los constitucionalistas que se batian en retirada", sino que los obsequiaron con r ecursos prove­ nientes del erario, prestamos procedentes de fuentes nacionales y extranjeras, e ingresos de la aduana. Su llltima contribucion fue la mas importante: convertida la ciudad en "un centro de clasificacion para un enorme arsenal", los estadunidenses equiparon un ejercito de veinte mil efectivos que justo alli y en contra del gobierno estable­ cerian su capital. Segun Hart, las armas provenian de propiedades que los americanos confiscaron cuan­ do ocuparon el pu erto, de cargamentos dirigidos al gobierno de Huerta y que arribaron al puerto despues de la intervencion americana, envios orde­ nados para las fuerzas estadunidenses en Mexico, y ernbarques privados para el gobierno de Carranza.

Tal herencia inclino la balanza en favor de los carrancistas. Asi fue como Woodrow VVilson, a casi dos afios de haberselo propuesto, logro que Victoriano Huerta -"ese astuto y paciente viejo indio cora [de]

CUANDO LOS

ES.ADuNIDENSES

INVAD I ERON VERACRUZ

4-1'


suaves manos (e indudablemente sangrientas tambien)", como 10 llamo su amiga Edith O'Shaughnessy- dejara el pais y aseguro que Venustiano Carranza, el parsimonioso ex hacendado de Coahuila, guiara el destino de los mexicanos.

1_+2

EL

LIBRO

RO .J O


SE I\V\'\I) () O RTO I. L (~ .

\D\I . \.I\H\. 1\1 , , )

Obtm'o la Jicenciatllril en es tlldios laLinoam eri ca nos poria Universidad de las Am eri cas, la maestria en so ciologfa poria Unive rsidad de Bos ton y eJ do ctoraclo en sociologia porIa Universidacl de Colnmbia. Es autol', compilador y coordinadol' de libros de historia politica y social, entre ellos Dulces inquieludes, amargos d esencanlos: {os cofi­ m enses y sus luchas durante el siglo diecinueve, y Vogel: las conquislas )- d esv en ­ luras de un consul y Izacelldado alemall ell CoLima. Ha recibielo las becas de investi­

gaci6n otQr'gadas poria Funda ci6n Rockefeller, la l..lnivers idad de Texas, en Austin, la Fulbright y la Ameri call Political Science Association. Actualmente tl'ab a ja en el Centro de Investiga cion es CuJturaJes­ iVluseo de la Universiclad Aut6noma de Baja California, en calidad de profesor-in ves ti­ gaelor inl'itado. Es mi embro del Sistema Nacional de In vestigadores. \ .' \ T () '\ 10 (; .\ II C i -\ I) E LI, () " ( ,/ \ I.T I P \ '\. I \I I I)

colecci6n La co mida ell Nlh 'ico ; La Revolucioll m exicana a lraves de sus ima­ g enes; E{ ch.arro. {a conslruccion de un estereolipo nacio nal, 1920-1940, e f-iisloria de j\lexico II: del siglo

nx

a nu eslros dias.

S OFi A GO ,\ Z \L EZ D E l. EO '\

( elL D \U In. I\ l f' \ l CO, ' 1/ 1'1)

Realiz6 estndios de piano, co mposi ci6n , canto y actllacion en Mexico y Nueva York. Ha actllaelo en diversa s obms de tea tl'o, e ntre ellas D e m emoria, con eI grupo Carpa Theater de Vi ena, y EI aulomov il gris, qlle tam bien coescribi6 . Se ha desempeii ado co mo traductol'a triling ue para revistas como f/il cila y Paula, y como rundndora y editora de los Cuadernos del A uditorio Nacional. Ha publicado po emas y prosa ell di" ersa s r ev istas literarias, 1> .\ , \ I E I. GO '\ Z i. LEZ D tJ I'; '\ \ S (C

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Esllldio dire ccion de c ine y ha realizado va ria s peliculns. Sus textos han aparecido en diversos s up] em e ntos y revistas de iVlexico y otros palses, as) como en varias antoJogias.

[-(istol'indor, mllsico y JingClista egresado de la maestria en linguistica de la Escn e la Nn cion al de AntropoJogfa e Historia y de l doclorado en historia de la Uni versidad de Paris 1 (la Sorbona). ;\.ctllalmente es inves tigador del Centro Tnstituto Naci onal de Antropologia e ]-listoria en Morelos y profesor de posgraclo en la s racliitacles cle Economia y Filoso fia y Letras de la Universidad Na cional Autonoma de Mexico. Sus libros mas recie ntes son E{ mar de los d eseos: el Caribe

Su Libro de nadle oblllVO eJ Premio de Ensayo Casa de America-Fondo de Cultura Economica en el aflO 2003. Enlre otros libros ha puillicado Lui.s Buftucl: la trama sofiada,

h ispanolTlusica l, h.istoria y eOlllrapu n lo;

Narradora, periodis la y lradllctora. Estucli6 le tras francesas y esceno grafia tea lral. Descle 1986 publica cllenlos Y cr6nicas en diari os y reyi s tas. I-Ia pll bli cado la s novelas EI umbral (Travels and A dventures) , Pl.I Tpura y Rosas negras, asi como los libros de relatos EI imaginado r y La eorifianza en los extrafio s. Es mi embro del Sistema Na cional de C"ea dores. En eJ sliplemento La Jomada Semanal escrib e la columna "1' ahora paso a reLirarme".

Fronteras illieriores: Chiapas, ulla modernidad particular, y Contra v iento ;y marea: los pircttas en e{ Golfo de Nlb :ieo.

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Historiadora. Entre sus publicaciones se en cllentran Los lIifios villislas: u na mirada a la hisloria de La in/aneia ell N/C:r:ico. 1900­ t920; EI pan de cada clio, tomo VIII de la

Las visiones del hombre invisi ble, E l cine imaginario: H ollywood y su genealogia secreta y !Vielir s, el alquimista de fa luz: nOias para una hisloria no evolucionista del cine. \ '\ "- (; \ II C i \ II l~ II G l \ I l l ) \ [ ) DE \IE\I C O , I!}hu )

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