contraposición a los casos de maleficios muy fuertes, en los cuales a pesar de la muerte o el sincero arrepentimiento del artífice, la liberación sigue siendo muy difícil. Recuerdo a una madre que había lanzado una maldición a su hijo y después se había arrepentido, comenzando un duro recorrido de fe y de expiación. Sus esfuerzos no sirvieron para liberar al hijo de la asechanza diabólica. No hay que olvidar que antes la Iglesia consideraba que los exorcismos se debían aplicar sólo a quien estaba poseído del demonio. El catecismo actual en cambio ha dado un gran paso adelante, subrayando que aun en los casos de asechanza diabólica se procede con el exorcismo. Y los casos de maleficio con asechanzas diabólicas son relativamente frecuentes. Es suficiente seguir por algunos días la actividad de un exorcista para darse cuenta de ello. La agenda de citas está siempre llena. Y a menudo los casos parecen repetirse. Los sentimientos de odio y de envidia, además, se enfocan casi siempre sobre las mismas cosas y, si es posible, repercuten en los afectos, el dinero, el trabajo, el éxito, la belleza, la salud y en la casa donde se vive. 75