Estafeta Jacobea 85 - Extraordinario 2007

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Estudios

Retablo de santos o el encuentro del peregrino con vidas ejemplares en el Camino de Santiago Jesús Tanco Lerga

E

l Camino de Santiago es un espacio de relación, también con la trascendencia. En esa dimensión de diálogo entre la persona creada y el Creador. O entre los que caminan juntos en relaciones de fraternal convivencia y de mejora mutua. Me propongo en las líneas siguientes glosar el tema de los santos y de su veneración en el Camino de Santiago. No está de más repetir lo que los veteranos del Camino hemos oído y dicho tantas veces: el Camino de Santiago es el soporte de la peregrinación cristiana a la tumba del apóstol Santiago el Mayor. Este carácter de medio para que el protagonista de la peregrinación, el peregrino, pueda cumplir su propósito de llegar a Compostela y dar o pedir las gracias a Dios por la intercesión del apóstol, no merma nada la importancia del Camino de Santiago, su impronta cultural, su influencia social, su gran proyección en el espacio y en el tiempo. El Camino de Santiago tiene su culminación en la catedral compostelana a pesar de prolongaciones artificiales hasta el llamado Fisterra, donde se venera la reliquia casi íntegra de uno de los apóstoles predilectos de Jesucristo. Si peregrinar es andar con sentido, hacerlo a Compostela es postrarse ante un gigante de la misión evangelizadora ante, permítaseme la redundancia, el más apostólico de los apóstoles, que ha dejado la impronta en la España de que es protector, la tierra más papista que el papa, la de María Santísima, la que debe su elemento conformante a la unidad religiosa en torno al cristianismo. La fe profesada se basa en una relación personal con Dios, bien lo sabemos, pero los santos juegan un valor funda-

El misterio de San Guillén y Santa Felicia en viñetas. (Foto del autor)

mental en esa mediación entre el Todopoderoso y la criatura pecadora por naturaleza que, merced a los méritos del Redentor, puede recuperar la gracia plena, es decir la amistad con Dios. La santidad a la que todo humano está llamado, cambia en sus formas de acuerdo con las notas propias de la época. Es lógico. La propia proclamación de los santos como tales ha variado desde la aclamación por el pueblo de Dios hasta los procesos rigurosos a los que se someten los candidatos en la actualidad. Por eso, no es lo mismo la proclamación de cerca del millar santos y beatos tan frecuentes en la España de hoy por la persecución religiosa en la II República y Guerra Civil, con toda clase de apoyos documentales, que la de los santos del siglo X y XI

como san Veremundo o san Gregorio Ostiense que lo eran gracias a la afección popular. Las reliquias de los santos de cualquier época son las huellas y pruebas de esa fidelidad a la llamada de Dios, a pesar de todos los condicionamientos de debilidad humana que tuvieran. En Santiago de Compostela no sólo se veneraban las reliquias de Santiago el Mayor sino también la de un buen número de santos que por donaciones de obispos, reyes o fieles allí se depositaban. Qué emocionante es ver el hecho de que la muy jacobea ciudad de Estella tiene a san Andrés como patrono por el simple hecho de que en la Edad Media el obispo de Patrás (Grecia) al hacer la peregrinación a Santiago portando una reliquia del hermano de san Pedro, muriera allí. A Santiago fueron muchas reliquias, ciertamente, pero también otros cuerpos y relicarios de santos se expusieron a la veneración de los fieles peregrinos a lo largo y ancho del Camino a Santiago por cualquiera de sus itinerarios. Casos paradigmáticos son por ejemplo, los de san Isidoro en León o san Zoilo en Carrión, pero también son muestra de ese escaparate de la veneración colectiva los pueblos, iglesias, cofradías y hospitales dedicados a las distintas advocaciones de santos. Desde san Hilario de Poitiers, san Gil, san Trófimo, san Leonardo, Sta. María Magdalena, santa Fe, san Caprasio y un largo etcétera tienen templos singulares en la ruta de peregrinación. Lógicamente hay que hacer referencia en otro nivel, a los templos dedicados a la Virgen María, Nuestra Señora o de la manera que se denomine la Madre de Dios, que jalonan todas las etapas de los peregrinos. Templos tan señeros como el de Le Puy, Roncesvales o Monserrat, sirven de

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