EL PADUANO

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Yo soy católico y tu? Con la boca chica, decimos que somos católicos, cabizbajos, avergonzados por el qué dirán o con el temor a que nos señalen, con el dedo acusador, los defensores de esta corriente anticlerical del momento. Sí, el laicismo se está imponiendo a golpe de decreto y apoyado por los medios de comunicación, extremos manipuladores, que cuentan lo que les conviene o lo que quieren que creamos. Esa es la nueva religión. Sabemos que España es un estado aconfesional, según la Constitución, y que no tiene religión oficial, pero la tradición milenaria, mayoritariamente católica, impone un mínimo respecto a nuestros cimientos, valores e idiosincrasia. Es difícil entender, y entendernos, España (y Europa) obviando el catolicismo. Lo que ha venido existiendo a lo largo de dos mil años, marcando nuestra fe y nuestra cultura, ahora es pura patraña y da pie a vulgaridades, según los “expertos”. Según estas mentes modernas, paladines de la beligerancia contra el catolicismo: “España se merece tener un poco de anticlericalismo”, “la Iglesia católica no enseña nada bueno y debemos arrinconarla”, “los niños no pueden aprender nada de provecho en el catolicismo”,.... incluso los padres católicos están en la picota por intentar inculcar en sus hijos una fe basada en el amor, en el bien y en la entrega, valores que, para estos “maestros de la doctrina”, son malos, muy malos. ¿Y cómo hemos tardado tanto en darnos cuenta? ¿Cómo hemos podido permitir esto durante tanto tiempo? Claro hombre, las cruces que cuelgan de tantas y tantas paredes no pueden ser un buen ejemplo para nuestros hijos y tenemos que destruirlas. No podemos permitir que ese judío que pende del patíbulo, con los brazos abiertos en señal de entrega y perdón, sea un ejemplo para nuestros niños. Ese hombre, que luchó contra la opresión y los abusos, contra la corrupción de su época, contra la injusticia, contra la desigualdad y por la paz, no puede ser modelo de nuestra sociedad. Aquel judío, ejemplo de sacrificio extremo, que entregó su vida sin pedir nada a cambio y por el que son crucificados hoy día muchos inocentes, no puede ser ejemplo de valores de igualdad, paz y amor. No debemos permitir que los niños piensen que entregar la propia vida por los demás es el valor más sublime. Todavía estoy esperando que estos nuevos doctores de la enseñanza nos indiquen qué poner en vez de los crucifijos. Lo mismo debemos venerar iconos de muerte, de aborto, de drogas, de corrupción y de falta de respeto. Son tiempos de locura incontenida, de falta de sentido común, de ir contra natura, de rumbos perdidos. Son tiempos de guerra santa contra el católico, dónde impera la ley de las minorías, de religiones minoritarias que imponen sus criterios a fuerza de esgrimir expresiones tales como “discriminación”, “igualdad”, etc. Es curioso observar cómo en esos países, de los que vienen esas minorías, la igualdad brilla por su ausencia


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