Prólogo
Prensa sensacionalista hay en todas partes del mundo. Y, en términos económicos, es muy exitosa. El tiraje de estas publicaciones hasta hace empalidecer a su competencia “seria y culta”. Todo el mundo, hasta los propios lectores de estos medios, lamentan la “farandulización” de todos los aspectos de la vida política y social, el morbo, el voyeurismo, que reflejan así los instintos más bajos del ser humano. Sin embargo, ¡se sigue comprando este tipo de publicaciones! ¿Quién no recuerda el llanto después de la muerte de la Princesa Diana? Se culpaba a los “paparazzi” por su afán de conseguir la mejor foto y, al mismo tiempo, las revistas que publicaron las imágenes, se vendieron como pan caliente. Obviamente hay diferentes formas de prensa amarilla. En su forma “light” se interesa por la vida privada de los ricos y famosos, pero sin traspasar los límites aceptables de la intimidad. En su forma más grosera se caracteriza exactamente por lo contrario: el chisme, las imágenes más indecentes, la falta de respeto a la dignidad humana. Hoy en día la prensa amarilla ya no se limita a su área tradicional, sino que ha descubierto el área política. El político y su vida privada se transformaron en objetos de interés a la par con el actor, el futbolista o el cantante. En ocasiones, fue por iniciativa de los medios; en otros casos, por su propio interés de mostrarse simpático, accesible y humano, luciendo fundamentalmente su actitud de “buen vecino”. Con el declive del interés del público por programas y contenidos netamente políticos, invadió proPrensa El periodismo amarilladey la cultura últimapolítica décadaen el proceso electoral
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