La Gaceta de los Arquitectos

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afrontar esta grave problemática. En Río de Janeiro se buscó crear la Unidad de Policía Pacificadora (UPP), que durante el período de gobierno de Lula y Dilma Rousseff funcionó bien, pero que ahora entró en crisis, y el problema de inseguridad realmente se agravó muchísimo, no sólo en Río, sino en la mayoría de las ciudades de Brasil. LGA: —¿Por qué cree que el modelo de UPP no prosperó? JJ: —El sistema UPP consistía en la instalación en los barrios varios puestos de una policía de proximidad, cercana al vecino, con ostentación armada. Pero, evidentemente, no fueron suficientes, ni se pudieron integrar debidamente porque no fueron concebidos, diagramados junto con un programa de atención social más completo, integral y abarcativo. Hay que entender que la violencia no puede ser resuelta sólo a través de una cuestión militar, debe ir acompañada de un montón de otras políticas públicas, para poder generar trabajo, educación, salud, cultura. O sea, tiene que ser parte de un paquete más amplio, integral, interdisciplinario. La cuestión de seguridad sola, se transforma en una acción únicamente militar y eso siempre, más tarde o más temprano, termina mal. Esa clase de intervención fue suficientemente experimentada desde hace mucho tiempo, y no funcionó. En la actualidad, la situación es caótica, porque

fracasó el modelo de UPP, la violencia social regresó, y las favelas son otra vez un lugar peligroso. Hay tiroteos todos los días, la policía invade como impulso de represión y reacción a las actividades de los traficantes. Hoy para ir a la favela, hay que ir acompañado con gente del lugar. LGA: —¿La tendencia de algunos especialistas indica seguir trabajando sobre las cuestiones de uso para revitalizar estas zonas marginadas? JJ: —Hay un tema que nunca se pudo materializar todavía, pero que yo lo vengo planteando desde hace rato. Hay que trabajar sobre los puntos de pasaje entre lo formal y lo informal. Entre el asfalto, que es la ciudad formal; y el morro, que es la informal; de cualquier forma creo que hay que trabajar con mucho esfuerzo en los pasajes entre el trazado urbano regular de la ciudad, y al trazado irregular de las villas. En esa intersección, en ese lugar, en ese punto de pasaje, hay que implantar núcleos fuertes, a través de nuevas ágoras urbanas, que son plazas del siglo XXI. LGA: —¿Qué deben incluir esas plazas integradoras? JJ: —Son grandes plazas con diferentes actividades sociales, con varios niveles, con comercios y servicios en la planta inferior, y arriba otras ocupaciones que incorporan espacios para oficinas. Hay que

La ciudad y la sociedad dividida

juntar el trabajo, que refiere a las cuestiones manuales de prestación de esos servicios en la planta baja, con oficinas arriba. Y, junto con eso, brindar educación, servicios, salud, todo lo que un importante atractor urbano debe tener para interesarle tanto a la ciudad como a la villa. Debe ser un elemento integrador. LGA: —¿Cuáles son los ejes temáticos alrededor de los cuales se deben generar esas actividades en las plazas? JJ: —No tengo dudas de que el trabajo es el principal intercambiador de intereses entre lo formal y lo informal, entre integrados y excluidos. Primero trabajo, y luego deportes, recreación y esparcimiento. Debe haber también salones de fiestas, para reuniones y bailes. Tiene que haber sectores con sombra que incluyan ferias populares. Todo debe girar alrededor del trabajo, el deporte y la recreación, son tres ejes que tienen que estar incluidos en ese núcleo, en esa plaza de intercambio entre lo formal e informal, entre lo de adentro y lo de afuera. Que permita resolver la fragmentación, que pueda coser las dos realidades, para que la ciudad deje de ser partida.

Texto de premiación

Hoy la sociedad demanda junto con justicia social, justicia territorial en la distribución de los beneficios de la vida en las ciudades, donde el disfrute de la urbanidad sea posible para todos. Los movimientos sociales de junio de 2013 en Brasil mostraron un clamor que podría hacerse extensivo a la mayoría de los países latinoamericanos. Son reclamos por servicios públicos e infraestructura urbana insatisfactorios, habitación social de baja calidad; contra las extensas áreas periféricas sin calidades (arquitectónica, urbanística y paisajística), contra los intereses corporativos como política urbana, educación y salud deficientes, constituyendo el cuadro de fondo donde se dirime la cuestión socio-espacial contemporánea. De acuerdo con Michel de Certeau, podemos decir que la alianza de la ciudad y del concepto jamás se identifican pero ella va en la dirección de su progresiva simbiosis: estructurar la ciudad es a la vez pensar la pluralidad misma de lo real, y darle efectividad a ese pensamiento de lo plural: es saber y poder articular. Por eso desde mi punto de vista, el «arquitecto-urbanista» debe ser un «conexionador», un hacedor de conexiones en el interior de la ciudad y la sociedad partidas. La característica de las sociedades contemporáneas es su división, su heterogeneidad, y el problema que se coloca, es cómo hacer de estas sociedades ontológicamente plurales, atravesadas por conflictos económicos, sociales, políticos, religiosos y de género, que se verifican tanto en el nivel del estado cuanto en la cultura y la ciudad, como hacer de ello «conjuntos inteligibles» sobre los cuales se pueda actuar con criterios democráticos. Hay que preguntarse cómo contribuir a la creación de «voluntades colectivas» en las cuales el proyecto pueda cumplir un papel de «activador». Comprender la complejidad de las demandas democráticas contemporáneas en un mundo globalizado exige atención especial a las «articulaciones contingentes». Lo que en nuestro caso de «arquitectos-urbanistas» exige partir de la lectura de las condicionantes y posibilidades locales y del contexto del área de actuación, realizando a la «escucha» de las demandas y el cruzamiento interdisciplinario como punto de partida de cualquier proyecto que se pretenda democrático e inclusivo. La «función social» del arquitecto consiste precisamente en darle coherencia al conjunto de demandas sociales difusas, otorgándoles una visibilidad que permita la acción.

Jorge Mario Jáuregui lga


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