La Gaceta de los Arquitectos

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Arriba Intervención: Malvinas espacio en transformación Proyecto de arquitectura del paisaje: Estudio Loess arq. paisajista Silvestre Borgatello arq. paisajista Inés Novaira Lugar: Arequito, Santa Fe, Argentina Fotografía: Gustavo Fritegotto

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Abajo Xi’an International Horticultural Expo 2011 Proyecto de arquitectura del paisaje: Estudio Loess arq. paisajista Silvestre Borgatello en colaboración con el arq. Carlos Rosas Creative Nature 2011 en XI AN CHINA, 2009, coordinado por la USC American Academy en China, USC School of Arquitecture Lugar: Xi An, Shaanxi, China

LGA: —En este momento de tu carrera, ¿a qué definición arribaste de paisaje? SB: —Para mí el paisaje es un lenguaje en el territorio, que tiene una sintaxis que debe ser leída e interpretada. Es sumamente compleja, y participan cada vez más actores. A mí me gusta utilizar la idea de esos textos antiguos que se escribían sobre cuero de vaca, o de cabra, que al reutilizarlos porque eran muy valiosos, cuando le borraban el texto anterior para escribir el nuevo, siempre quedaba algo. En ese concepto me gusta pensar el pai-

«El diseño del paisaje es una estrategia en etapas, posibles de ser revisadas y modificadas en el tiempo, y no un objeto cerrado. La incertidumbre y la transformación definen su práctica»

La Gaceta de los Arquitectos: —¿El proceso de interpretación del lugar se utiliza como matriz proyectual? Silvestre Borgatello: —El proyecto es una explicación del paisaje: La forma, los objetos, el programa y los procedimientos de diseño son instancias que se definen a partir de la interpretación del lugar. El relevamiento, el proyecto, y la construcción de un espacio concreto se convierten en un momento de reflexión sensorial y en memoria corporal. Cada lugar es único e irrepetible. El recuerdo de un espacio concreto y habitado, cuyas formas están dadas por sus cualidades materiales, dimensiones, y proporciones, persiste en el tiempo. Un entendimiento y una repre-

sentación de lo arquitectónico parecen una fundición de nuestra infancia y de nuestras historias de vida. Los arquitectos trabajamos, voluntaria e involuntariamente también, con esas memorias y representaciones. LGA: —¿Cómo debe ser entendido el proyecto del paisaje? SB: —Como un objeto abierto. El diseño del paisaje es una estrategia en etapas, posibles de ser revisadas y modificadas en el tiempo y no un objeto cerrado, definitivo. Sin dudas, la incertidumbre y la transformación definen la práctica del paisajismo.

saje y trasmitirlo. Por eso, en la ejercitación, hay que hacer hincapié y trabajar sobre análisis muy profundos en estratos, contemplando la historia del lugar y esa superposición de tiempos y de proyectos. El hombre hace miles de años que hace paisaje, desde que comenzó a quemar bosques, con pinturas rupestres. Aparece la imagen, y una acción sobre el medioambiente. Curiosamente, hoy en las islas se sigue haciendo esa práctica con los bosques. LGA: —¿Cómo deben ser abordados los distintos estratos? SB: —Desde un nivel cultural. Hay que entenderlos en su complejidad, en su den-

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sidad. Pensar el espacio abierto, no es como en arquitectura que se repara mucho más hacia adentro. Hay una gran cantidad de factores que intervienen. Y más los que tienen que ver con fenómenos atmosféricos, que para mí son los más importantes. Aunque hay que entender que es difícil de comprender, de trabajar, y de mostrar, todo lo que hacen y provocan el sol, el agua, y cómo cambia todo permanentemente. El proyecto debe ser el resultado de un análisis profundo de todos estos factores. LGA: —¿Cuánto conspira en este proceso la instalación de preconceptos o ideas previas? SB: —No hay que quedarse nunca con una idea previa. El lugar brinda muchísima información. Esto de «copiar y pegar» en el diseño, no va. Es una gran pérdida de oportunidades, de identidad, de llegar a una respuesta mejor, más adecuada. Y el análisis del lugar nos debe otorgar herramientas reales. Y tener la experiencia de lo que se vive espacialmente, para después poder aplicarlo en otro lado. En ese sentido, programas como el Autocad hacen perder cierto grado de cercanía ya que no hay escalas. Se pierden referencias y eso se nota en muchas obras de arquitectura. LGA: —¿Creés que se pierde la percepción sensorial? SB: —Perder suena medio nostálgico, pero hay un geógrafo francés que dice: «Tantas manos para construir este mundo, y tan pocas miradas para contemplarlo». Me parece que pasa por ahí la cuestión. Como arquitectos, o paisajistas, primero hay que solucionar problemas, pero nunca dejar de lado estar preocupaciones. Nuestros trabajos deben ser comprensibles, me gusta mucho poner el acento ahí, y eso se logra con criterio y buena sintaxis. Si se tiene en cuenta eso, se puede resolver cualquier tipo de proyecto. LGA: —¿Cómo se aborda lo formal? SB: —Hago mucho hincapié en el análisis formal, en todo lo relacionado a la forma,

la textura y los colores. Cuanto uno más sabe de especies vegetales, mejor; pero de la manera en que trabajamos no hace falta ser un especialista. Sí hay que saber recursos formales y sobre las decisiones que se pueden tomar. Los libros de ciencias dividen en ocho categorías a las especies. Son ocho nada más. Todo es forma, y nuestra herramienta surge a través de la representación, de un lenguaje formal, texturas, colores, y composición espacial. El arquitecto debe entender que sus herramientas son formales. Y cuando se logra una coherencia, una función, un uso, sin dudas se llega a un mejor proyecto.

«El lugar y el contexto construyen un complejo espacio de relaciones. Y las herramientas para el desarrollo de un proyecto se obtienen de un profundo análisis de ese espacio»

LGA: —¿De qué manera conviene trabajar con las escalas? SB: —Otra cosa importante para mí en la ejercitación es realizar un proyecto de arquitectura del paisaje dentro de un contexto, y otro sin un contexto. Me gusta usar esas dos escalas. Creo que es lo que viene. Además, me parece que la diferencia entre campo y ciudad en ocasiones es muy difusa, muy mezclada. Casi no hay barreras. Eso incide y complejiza los programas. LGA: —¿Sobre qué te interesa reflexionar en los talleres? SB: —Los talleres sirven para reflexionar sobre qué tipo de arquitectura del paisaje producimos acá. ¿Cómo nos pensamos? La llanura pampeana se nota que es un lugar de mucha inmigración y mucha nostalgia. En ese sentido se asemeja a Estados Unidos, por lo práctico y por nuestras estructuras. No hay que tomar ejemplos de lugares que son ordenados, porque tienen otra estructura. Lo nuestro es siempre complejo porque estamos in-

mersos en una crisis permanente. Eso imposibilita otro tipo de referencias, o de planteos. Parece que eso es una constante, y después pasa por cada uno si quiere trabajar acá con esos condicionantes recurrentes. LGA: —¿En qué momento conviene que se inserte el pensamiento del paisaje en el proceso proyectual? SB: —En la práctica, casi siempre los encargos de mayor envergadura se suman en la mitad o al final. Pero sin dudas lo más convenientes es incorporarlo desde el primer momento. Igual, el paisaje no hace magia, y es casi imposible que disimule una mala obra de arquitectura. Hay cosas que se arreglan… LGA: —¿Qué virtudes debe tener una obra que aborde correctamente el tratamiento del paisaje? SB: —Debe tener esencialmente un orden. También debe tener un trabajo sobre la sintaxis que planteamos. Debe existir un tiempo de desarrollo y de elaboración para que la propuesta gane sentido. Si las razones estuvieron pensadas, siempre va a surgir un proyecto interesante. LGA: —¿Se puede desarrollar arquitectura del paisaje en Rosario? SB: —La arquitectura del paisaje, más que un lujo es una necesidad, por una cuestión de supervivencia. Rosario tiene agua, entonces va a crecer, como sea... Y se va a complejizar también más. Además, siempre hay futuro para el diseño, porque esencialmente representan nuevas oportunidades. Creo que dependerá mucho de los profesionales, además es un mercado muy chico. Acá seguimos con la misma infraestructura desde principios del siglo XX. Entonces el rol del diseño será cada vez más necesario, y la naturaleza siempre será algo pretendido. Por suerte en Rosario tenemos condiciones bastante particulares, en especial la luz, que favorecen cualquier tipo de trabajos. Así que cualquier espacio, con el clima que tenemos, si está bien resuelto alcanza experiencias muy interesantes. lga


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