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Dices, César, de mí
que soy ingrato e insolente porque lanzo contra ti estos dardos que lees envenenados a pesar del estipendio que por hacerlos recibo del Imperio. Lo dices, César, como sí de tu talega salieran los sestercios y no de los tributos que esquilmas a Cinna el músico y a Gayo el tabernero, a Flaco el constructor y al bardo Quintiliano, a la ramera Gala y a Elio el abogado, al peluquero Pantagato 31