Buenos Aires - La Plata
Buenos Aires - La Plata Una obra transmedia de extremo a extremo Diseño de sonido e imagen: Gabriel Cichero Pablo Ferraioli Textos: Pablo Ferraioli
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Ferraioli, Pablo Buenos Aires-La Plata - 1° ed. - La Plata - Gata Peluda Ediciones Artesanales - 2020 40pp;210 x 148mm 1. Relatos breves. 1. Título Impreso en Argentina 1° edición: 2020 Fotografías: Gabriel Cichero y Pablo Ferraioli Tipografía: ASAP, de Pablo Cosgaya Colaboración: Pablo Mandel Editado por Gata Peluda Esta obra está bajo una licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Obra Derivada 4.0 Internacional. Para ver una copia de esta licencia, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/. Algunos derechos reservados
El Roca es el mundo
El Roca es el mundo Como dice la frase famosa, si querés retratar el mundo, deberás pintar tu propia aldea. La nuestra, la que nos reúne y desampara, es una aldea móvil. Se desplaza entre dos capitales unas 80 veces por día. Por mes, la habitan unos 15 millones de personas. Si lo piensan, es algo más que una aldea: es una megalópolis en movimiento. Es el tren Roca, la línea ferroviaria que atraviesa el sur del área metropolitana de Buenos Aires, ese conjunto de localidades que se asientan entre la capital del país y la capital de la provincia circundante, en un continuo urbano sólo interrumpido por la un poco fabulosa selva del Parque Pereyra Iraola. Nosotros somos apenas dos entre esos millones de personas que habitan esta ciudad ambulante. Esta obrita es nuestro modesto intento por sublimar esa experiencia intensa. Surgió a partir de una idea de Gabriel. Empezamos a reunirnos para trabajar alrededor de una idea general en agosto, tal vez julio, de 2018 (el principio, según afirma un conocido maestro, es invisible). En un momento de ese trabajo, comprendimos que lo que nos aunaba era, en particular, la experiencia de viajar regularmente de Buenos Aires a La Plata, de La Plata a Buenos Aires.
“El Roca es el mundo”, dijimos con Gabriel. La idea general adquirió una dimensión más definida y salimos a hacer registros de campo. Viajar en el Roca es mayormente una experiencia horrible: se viaja mal, en condiciones brutales, algo de lo peor de todos nosotros aflora en las corridas por los asientos, en los empujones, en la pobreza compartida, la violencia abierta o insidiosa, las innumerables mezquindades. Pero también, a veces, lucen por ahí piedritas brillantes que se pueden facetar o bruñir, turmalinas o rubíes, tal vez nunca un diamante, piedras que en su modestia son a su manera preciosas: esas rocas son también el Roca. Porque el Roca es el mundo. En esas primeras semanas, Gabriel capturó los sonidos del viaje que finalmente usamos. Nos dedicamos luego a la captura de improvisaciones, la composición de pequeñas piezas y la compaginación de paisajes sonoros. Música, texto e imagen son el resultado de todo ese trabajo. Es nuestro deseo que les aporte la ocasión de olvidar el tiempo mediante la observación encantada de los destellos hipnóticos que lanzan las piedritas brillantes.
La Plata, julio de 2019
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La persona que se arrima última al vagón atestado, que empuja con el culo al montón humano a sus espaldas, que se aferra con ahínco al borde superior de la abertura para no ser expelido, que arriesga a que la puerta le apriete la mochila, un huevo, una teta, algo, que espera el sonido de la chicharra para dar el último empujón miserable que lo calce en las formas ajenas, ¿de qué se ríe? 10
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Como decimos con el amigo Cichero, el tren Roca es el mundo. Yo he conseguido asiento en la primera fila junto a las puertas. Atrás mío vienen conversando un hombre y una mujer de edad madura. Llama mi atención que por momentos ella balbucea y vacila. Comprendo que está leyendo. Él la anima, le aclara, la ayuda: ella está aprendiendo a leer.
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Parque Pereyra. Un árbol se cayó encima del tren
la autopista y luego se descompuso la grúa que lo
mientras pasaba. Destrozó un vagón y de milagro no
acarreaba. Otros pasajeros hacen el chiste : "¡Ah, el
lastimó a nadie. En ese momento, llovía a cántaros, y la
yeta sos vos, entonces!". "¡Hace 15 años que viajo!",
rama se desplomó sobre la formación que pasaba. Ahora,
se defiende, "y esa fue la única vez". La estadística lo
nos hacen bajar y caminar por las vías en medio del
exculpa: todos tenemos anécdotas de esas...
monte, hasta Hudson... Estación Berazategui. Tren otra vez. Completo, pero Ya no llueve. Hay mosquitos...
no atestado (aún). Allá, Plaza Constitución...
Estación Hudson (resbalo en una rampa de madera
Plaza Constitución, al fin. Sólo me falta el tramo en
empapada; sigo). Bondi hasta Bera...
subte, en íntimo contacto con la multitud, y habré llegado al trabajo, adecuado premio para una
En el bondi, uno que también venía en el tren
travesía descabellada. Un ciudadano feliz.
accidentado cuenta de la vez que se le quedó el auto en 12
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Llueve copiosamente. El despertador apagado no suena. Amanecer sobresaltado. Salir con el tiempo justo. Hijo resbala en el barro. Apenas un raspĂłn y volver a sacarse la mugre, ducha a destiempo. Llegar ansioso a la estaciĂłn. Tren demorado. QuĂŠ lindo que apenas sea lunes.
El Roca es el mundo
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"...era un problema melódico: había una diferencia de un semitono..." Pescar una conversación de músicos entre la multitud que somos los que subimos por las escalinatas de Plaza Constitución me produjo una sensación muy fuerte de extrañamiento…
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“...la práctica hace al maestro la atención, al aprendiz...” El rapero de hoy resultó tener afinidad con algunas enseñanzas ancestrales que hacen del ejercicio de la atención un gran valor. El Roca es el mundo.
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Entran al vagón unos pibes con sus guitarras y se disponen a cantar. Desde el fondo, alguien les pega un grito, los llama. “No, bueno, si hace falta bajamos acá”, dice uno de los pibes. “No, no, vení que te quiero hablar”, escucho que le dice el otro. Medio discuten de lejos y al final el que los llamaba se acerca. Tiene también una guitarra. Escucho la conversación. “Ya les dije que entre Villa Elisa y Bera no toquen, me van a traer problemas a mi”. Siguen hablando. Me entero de que los vendedores no quieren que los músicos toquen entre esas dos estaciones. Me entero de que al respecto hay un código, una especie de acuerdo de convivencia y que quebrarlo tiene su precio. Me entero de que arriba del tren no pasa nada, pero “guarda si te dicen de bajar para hablar”. Me entero de que no hace mucho a unas pibas les hicieron mierda los instrumentos. Me entero de que alguno más se comió un puntazo, pero capaz no entendí bien. Si, creo que dijo “puntazo”... 16
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...y en el preciso momento en que la grabación dice “seguimos trabajando para que cada día viajes mejor”, una irregularidad en las vías hace que el vagón dé un bandazo violento y sacuda a la multitud que, encajada de pie y calzada a presión, abarrota el tren.
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El pibe que viene parado al lado mío está leyendo algo en el celu. Lo que llama mi atención es que se ve versificado. “Lee poesía”, pienso. Ahí ya noto también que la aplicación que está usando casi no tiene controles en la pantalla, lo que se llama un “diseño minimalista”. No la reconozco, hasta que el flaco hace algo y aparece un comando “guardar”. Es un procesador de texto. “El flaco escribe poesía”, preciso. Ahí cambia a Facebook. Copy/pastea el texto y lo sigue editando. “El pibe escribe borradores y corrige lo que escribe”, concluyo, no sin admiración. El Roca es el mundo.
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La mañana del tren viene hoy con cafetero ofreciendo café 100% colombiano. Está sirviendo uno al pasajero que está al lado mío. Huele bárbaro. Aún si el porcentaje de colombianidad fuera menor al 100%, está mejor hecho que lo que es común encontrar. Ahí viene el del chipá.
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Sentado al lado mĂo, en el tren, viene uno leyendo un libro y subrayando con resaltador. Hace los trazos con una seguridad y certeza que llama mi atenciĂłn. TendrĂĄ unos sesenta y lee un libro de historia. La edad, el libro, la certeza se me hacen un registro de otros tiempos.
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“...amuchados sin tocarse / cual moneda en alcancía...” Nada. Me acordé de esos versos de maese Palo Pandolfo. La situación no es, físicamente, “sin tocarse”, pero algo de lo que se dice en ese verso al decir “sin tocarse” describe bastante cabalmente la experiencia de viajar en el Roca en hora pico.
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Estación Constitución y bajamos en masa del tren. A mis espaldas, siento el tumulto que anuncia que viene uno empujando, que me alcanza y, claro, me empuja. Cuando lo tengo adelante, sin pensarlo, le engancho el tobillo con un pie. El tipo trastabilla pero no cae y se da vuelta como para matarme. "¡Uh, flaco, disculpá, me tiró un pelotudo que venía empujando!". El chabón se queda congelado, hace una mueca indefinida de disgusto y sigue caminando…
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Costumbrismo urbano, arte efímero. El músico callejero del día es el rapero que, a pesar de los casi seguros 40 grados en el exterior, del frío descabellado del interior y del hacinamiento de este vagón del tren Roca, logró despertar una sonrisa en el pasaje simplemente describiendo a los personajes que estábamos ahí. Ser es ser percibido.
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Nunca supe si ir leyendo en el tren era ir distraído o
Hasta Quilmes llegamos. No sé si me explico: como
cabalmente atento. La cuestión es que advierto
se dice, “hasta aquí llegamos”....
inquietud a mi alrededor, un par de chicas se han sentado en el piso y me doy cuenta de que el tren está detenido hace como 15’ entre Constitución y Avellaneda. Empiezo a escuchar llamados de advertencia. Yo mismo mando un par de mensajes. Estamos encerrados. El cielo se ha puesto negro, re negro y empiezan a caer rayos… ...al fin el tren se mueve, la lluvia empieza a caer y chateo con un amigo que me comenta que la empresa donde trabaja (una cadena comercial “grande”) anunció a sus trabajadores que este mes sólo podrá pagar el 50% de los sueldos. El cielo sigue oscuro, oscuro. Está
...se habla de una chapa volada de una catenaria, caída obstruyendo las vías, por Ezpeleta. Servicios a La Plata, Plaza y Bosques momentáneamente interrumpidos. Bajamos del tren. En el andén, un cantor se puso a tocar una zamba. Hay gente y lo aplauden. Llueve, pero no mucho. No hace frío. “Buenas noches señores pasajeros. Acá está este humilde cantor popular del pueblo para cantarles zambas del recuerdo”. Estamos de vuelta en el vagón. Arrancamos. Próxima estación, justamente, Ezpeleta. “¡Fuerte ese aplauso, mis amigos!”
nublado, pero también se viene la noche... 24
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Duró no más de 20 segundos. El silencio, digo, duró no más de 20 segundos. A unos metros de la estación de tren clausurada, en medio de la avenida: silencio. Rotundo. Es la costumbre de esos improbables que llamamos milagros disolverse en lo que tardan en cambiar dos semáforos distantes.
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La cosa sería así: uno viene saliendo de los molinetes y no es que camine, uno fluye con el gentío. Y ahí, en ese momento de distracción y olvido, uno se topa con un marino, literalmente un marino: un oficial de la Armada ataviado con su desmesurado uniforme de gala, el negro de la chaqueta, el blanco del pantalón, la gorra. Viene guiando, prendido a su hombro, al viejo cantor ciego que suele desafinar en los trenes, los ojos blancos al cielo, la ropa gastada, la guitarra colgada y la melena revuelta. Y así como uno se los topó, los deja a sus espaldas…
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Paro total de trenes. Estaciรณn Constituciรณn una fortaleza cerrada con cortinas metรกlicas.
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Hasta hace un momento, el tren estaba atestado. Desde donde yo había quedado encajado al subir, podía ver a una nena de unos cuatro o cinco años sentadita en su asiento y a su papá, parado al lado, que con una mano le tocaba la cabecita. La masa se movió en las sucesivas estaciones y yo con ella. Cambié de lugar y pude ver que la nena estaba dormida y que lo que su papá hacía era sostenerle la cabeza. Bajaron en Berazategui, donde el tren se vacía. Puedo sentarme ahora y escribirlo.
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Notas de música de tren. Un cantor, digamos así, no vidente, canta un tango sobre un varón al que le han prohibido ver a la naifa…
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¿Cómo se llaman esos anteojitos pequeños y sin patillas que se calzan en equilibrio inestable en la nariz? ¿Tienen algún nombre propio? Uso mi teléfono para investigar en internet: quevedos. Una antigüedad. Junto a mí, en medio de la muchedumbre que atiborra el Roca, uno que también viene parado, se ha colocado unos pequeños quevedos y va leyendo un segundo volumen de una edición en papel de Los hermanos Karamazov.
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El violinista espera a que se cierren las puertas y pasen
mientras toca. Un tipo de gorra lo mira con atención y
los vendedores ambulantes. Compra él mismo cuatro
recibe a cambio unos compases en su honor. Después,
bonobones Nevares a diez pesos. Desenvuelve uno y lo
el violinista se dirige a un pibe de unos cinco años que
come. Cuando el tren arranca de nuevo, se para en el
viaja con su madre. Toca para él. La carita del pibe
centro del pasillo entre las puertas y adopta la
fascinado mirando el violín es la carita de todo lo que
posición de listo, el arco en el aire a unos centímetros
está bien con los músicos callejeros. El violinista toca
del violín, inmóvil. Digamos: en el tren, un violinista
con gracia y expresividad, con infinita delicadeza.
inmóvil. Un violinista inmóvil que hace silencio. Espera.
Entra al vagón el venezolano de las arepas que, al
Ataca la primera nota y todos identificamos enseguida
acercarse al violinista, baja el volumen de su pregón.
la melodía, dulce y familiar. El violinista recorre con la
El violinista sigue tocando. Cuando termina, lo
mirada a los pasajeros que quedamos en el vagón y le
aplaudimos. Nos hace ese gesto con las manos,
hace una seña a una mujer que lleva a su bebé en
palmas abajo empujando el aire hacia el piso, de
brazos. Busca su asentimiento. La mujer le hace gesto
pedir mesura. “Gracias. Les pido que aplaudan piano:
de que siga. El violinista empieza a deambular
el bebé duerme”.
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El pibe que está en el asiento de atrás le pregunta a su papá: “¿cómo sabe el tren que está en la estación Hudson?” Mentalmente, adelanto la respuesta que yo daría: es una grabación, las estaciones están en orden, y... “Tiene un GPS”, dice el padre.
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La flaca con el pibe que no puede parar de gritar, moverse, escapar, agredirla, su mirada de cansancio e infinita paciencia. Me pregunto si será Tourette, si esa mujer sabe que hay un síndrome que lleva ese nombre, si alguien habrá atribuido ese nombre al comportamiento de su hijo, si se lo habrá dicho. Luego, el grupo de secundarios trajeados, con su "profe", que les saca fotos. A uno en especial, que lleva un diploma: "revelación ACNUR", se lee. Ríen. El Roca es el mundo.
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“...párese a mi lado pregúntele a la gente cuál de nosotros dos acá es el delincuente...” El mayor tendrá 16, el más chico, 13. Rapean en el Roca.
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Estoy por bajarme del tren y quedo parado junto a una
interminables, hijos desahuciados. La transcribe con
chica que viaja sentada. Va escribiendo. A mano, en un
fidelidad y de hecho advierto que está pasando en
cuaderno. No puedo evitar espiar qué escribe. Reconozco
limpio notas previas, seguramente pescadas al vuelo
el descabellado speach del pedidor que acaba de pasar
mientras el otro hablaba. Espejos frente a espejos,
(hemos perdido un nombre para las personas que pasan
yo ahora escribo sobre la chica que escribe lo que
por el tren pidiendo desesperadamente ayuda, ya no
escribió mientras escuchaba hablar a uno de los
podemos llamarlos “mendigos”, pero tampoco es gente
desesperados del tren…
que pasa simplemente “mangueando”). Leo la ristra de enfermedades exóticas, riñones detonados, internaciones
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Yo voy leyendo El Kybalión, un compendio de las enseñanzas herméticas escrito por tres supuestos iluminados anónimos. A mi lado, un pibe de menos de treinta que lleva campera de cuero, la cabeza rapada a los lados, el pelo largo de la coronilla atado en una trenza cosida y barba pelirroja al estilo vikingo, lee un libro de título Karma, samsara y tiempo. De espaldas a la dirección de avance del tren, vamos hacia la estación Constitución. Ya pasó el que vende auriculares, cargadores, parlantes USB y cigarrillos electrónicos. Ya pasó la que vende el chipá. Ahora el tren está que revienta y ya nadie puede recorrer el pasillo. Así el satori.
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El vendedor de hoy vocifera: "ยกSon mรกs de 35 caramelos!". Completo para, como se dice, mis adentros: "ยก35! ยก35 al precio de 34!"
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A diferencia de otras veces, el tren entra a la estación Constitución por la vía que desemboca en el andén 8. Eso significa que va unos metros más al oeste que lo habitual y que, por esas cosas de la combinatoria (la distancia respecto de los edificios, el ángulo de proyección de las sombras, la declinación del Sol a esta hora, la inclinación de la Tierra a esta altura del año), la ventanilla junto a la cual tengo el privilegio de viajar sentado recibe una luz y una calidez que hoy se me antoja de una cualidad distinta.
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