Etapas del pensamiento socialista

Page 43

advenimiento de la nueva era orgánica en las personas de sus respectivos mesías, al par que se rebajaron ante todos los gobiernos reaccionarios y mendigaron sus favores, insultando a la república. Sólo se pusieron de acuerdo, por otra parte, en sus diatribas contra la revolución. Los Saint-simonianos –pormenoriza– son verdaderos pilares del imperio y no por ello se les puede acusar de apostasía: «Sus doctrinas han triunfado: la soberanía del capital, la omnipotencia de la banca y de la industria. Reman con ellos; nada mejor. ¡Y pensar que estas buenas gentes han sido tomadas por peligrosos innovadores!» (Ibíd.) Los fourieristas, después de haber cortejado a Luis Felipe, con entero desprecio de la república, se han vuelto republicanos cuando ésta triunfó y «han desaparecido en la tempestad con su burlesca utopía». En cuanto a los positivistas, divididos en ortodoxos («que dicen la misa de difuntos en la cámara mortuoria del profeta») y protestantes («que pasan la vida negando la doctrina que predican o predicando la doctrina que niegan»), son «todos igualmente notables por el miedo a los golpes, el respeto de la fuerza y el cuidado en evitar el contacto con los vencidos». El carácter conservador del positivismo, que Marx señala con toda claridad (y que la historia de América latina testimonia repetidamente), no escapa, como se ve, a la aguda visión de Blanqui, como tampoco la conexión del Saint-simonismo con la tecnocracia y la burocracia (un socialismo para ingenieros-jefes y directores generales) y el torpe desdén por la democracia que llevó a ciertos fourieristas a aceptar las más innobles formas de la tiranía. (Sarmiento cuenta que en uno de sus viajes encontró a un fourierista francés admirador del sangriento señor feudal Juan Manuel de Rosas.) Concordando también en esto con Marx, escribe Blanqui: «El comunismo, que es la revolución misma debe guardarse de los condicionamientos de la utopía y no escindirse jamás de la política. Pero, a diferencia de Marx, que postula un partido de masas (el partido de la clase obrera), Blanqui no sale nunca (tal vez debido a su formación en las sociedades secretas) de la concepción de un partido de “élite”. Para él, la idea de la lucha de clases aparece clara en su oposición a la idea de concordia o armonía que proponen los socialistas utópicos, pero no tiene todavía el carácter de motor de la historia que asume en Marx. La oposición burguesía-proletariado se halla en el centro de todo 86

Angel J. Cappelletti

conflicto social y político contemporáneo, aún cuando no defina el concepto de clase social en general ni el de clase obrera en particular con entera precisión y claridad. Ya en su Defensa, de 1832, se proclamaba a sí mismo «proletario»; caracterizaba al proletariado como «la profesión de treinta millones de franceses que viven de su trabajo y están privados de derechos políticos» y enfáticamente sostenía: «Sí, señores, es la guerra entre ricos y pobres; los ricos lo han querido así: ellos son, en efecto, los agresores. Sólo ellos consideran acción nefasta el hecho de que los pobres opongan resistencia. Con gusto dirían, al hablar del pueblo: “Este animal es tan feroz que cuando es atacado se defiende.”» En una conferencia pronunciada el 2 de febrero de 1832, incluida en los Manuscritos que conserva la Biblioteca Nacional de París, dice: «Hasta ahora ha habido en Francia tres intereses: el de la clase así llamada muy alta, el de la clase media o burguesa y, en fin, el del pueblo. Sitúo al pueblo en último lugar porque ha sido siempre el último y porque confío en la próxima realización de la máxima evangélica: “los últimos serán los primeros.”» Por una parte, tenemos aquí un a tripartición que representa con exactitud a las tres clases principales de la Europa de la época, en la cual, como se ve a través de la misma conferencia de Blanqui, la burguesía luchaba aún duramente con la aristocracia feudal valiéndose del pueblo, y, a la vez, luchaba contra el pueblo, explotando su trabajo y usufructuando sus triunfos políticos. Por otra parte, esta «guerra a última sangre» parecerá que debe concluir en una mera transposición, puesto que «los últimos serán los primeros». Debe advertirse, asimismo, que Blanqui habla genéricamente del «pueblo» o de los «proletarios», o aún de los «pobres», y que aquí parece incluir tanto a obreros como a artesanos y campesinos sin tierra o con poca tierra. Veinte años después, en su Carta a Maillard {1852) delimita así el contenido de las clases protagónicas: la clase burguesa «comprende la mayor parte de los individuos que tienen cierto grado de bienestar y de instrucción: financieros, negociantes, propietarios, abogados, médicos, gentes de leyes, funcionarios acomodados, gente toda que vive de las propias rentas o de la explotación de los trabajadores. Añadid a esto un buen número de campesinos que poseen riquezas pero ninguna educación y llegaréis a reunir como máximo una cifra tal vez de cuatro millones de individuos». La ciase proletaria, a su vez, está compuesta por treinta y dos millones de hombres «sin propiedad o al menos sin grandes propiedades, que viven sólo del magro producto de sus brazos». Etapas del pensamiento socialista

87


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.