LA VIDA NO TIENE NOMBRE - Marcio Veloz Maggiolo

Page 6

garrapata al lugar aquel donde Pali era. una especie de rey al que había que adorar. Como yo nunca adoré a nadie y como nunca me di la gana de decirle que me sentia orgulloso de ser su hijo,u me tenía odio la esposa de papá tambien sentía odio por mi y por Simian y Fremio, tamben sentía odio contranosopensaba siempre en echarnos (le una u otro modo. Sólo tros y Santa era comprensible. Simián era rencorosa y la espesa de mi padre también lo era. Tal vez ulla tenía más rencores que Simián. Tenía sus razane; y va las respetaba. Eramos ín4usos en aquella casa. pero no teniamos la culpa de estar allí. Era papá el responsable de toda. Pero ¡ay de uluien se atreviera a refutar sus órdenes! La misma Santa me cli jo cierto cha: ‘todos nos odiamos aquí, es lo que lada nos ha enseñado’. Simián guardaba sus resquemores. Los amasaba como harina o como un gran tesoro. Quizás esperaba que yo me hiciera completamente hombre para que pudiera sacarla de aquel lugar. Eso lo quería a veces, porque luego se ami1auaba y empezaba a seui;r miedo de la que pudiera sucederle nuevamente por esos mundos llenos de hombres que sólo pensaban en estarse con una mujer unas cuantas lloras, trabajar, comer y dormir. Simián tenía gratada níuv adentro la aventura de su llegada a estas tierras, y a pesar de los años, creía ella que todavía era capaz de despertar el deseo en los hombres. Se miraba ante su espej ita y quizas se encontraba bellisima, pero lo cierto era que los años habian acabado con elIa al igual que hacen con todas las cosas. ‘lila di antes mí madre guardaba sussus resquemores y anhelaba, a je≥ar de toda, salir un día de allí. Me hice hombre y las cosas no sucedieron como a ella le hubiese gustado. En Santo domingo siempre sucede lo que una menos espera. Tierra fastidiosa ésta donde las cosas suceden como para burlarse de los más infelices de los menos alegres de los más sufridos. Como bien decía, me hice honíbre y las cosas no vinieron canto va la; ludía :laueado. Si Santa y Eremio aprendieron bastante quede casi en la ignorancia del silabeo, y a yo me fuerza de mucho fuñir y refu«r aprendí lo que hoy sé, que no es mucho, la digo con sinceridad. Simián no era mala mujer como pensaban los de la casa. Para ellos sus pecados más grandes eran el de haberme parido y el de ser haitiana. Papá odiaba a las negras siempre que no tuviera que amancebarse coíí ellas. Así era papá. Aquellas gentes se acostumbraron bien a la manera de Simián limpiar la casa, cocinar, romperse los dedos lavando, pero jamás al color de su piel, ni a su procedencia, ni a su manera de hablar, ni al hijo de sus entrañas que era yo. Era el hijo de la negra, el hijo de Simián la sucia, descendiente de unos que cierta vez invadieron a Santo Domingo: los haitianos. En la hacienda había otras negras que eran mejor tratadas que Símián. Esas no venían de Haití, eran dominicanas y mi padre íío las odiaba tanto. Sin embargo mi padre no era dominicano, era de un país muy lejano que se llama Holanda, pero tenía muchos años en Santo Domingo. ¿Qué culpa teníamos Simián y yo de todo esto? En todos los bateyes había haitianos que vivían en paz con 1os de aquí, sólo en casa sucedían esas cosas. Yo llevaba en mi alma el deseo profundo de demostrarle a los Vieth (así se apellidabaíí mi padre y sus hijos) que era más dominicano que ellos, que sentía mucho más que ellos amor por esta tierra que tanta traición ha engendrado en los últimos años; por eso,


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.