ERIK EL CONSTRUCTOR DE SUEÑOS - Kike Gómez Fernández, Dani Padrón - Bululú Editorial

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Erik el constructor de sueños

¿Nunca os habéis preguntado de dónde salen los sueños?

Erik el constructor de sueños

¿Quién decide qué es lo que sueña cada uno?

Kike Gómez & Dani Padrón

Cuando yo era niño conocí a la persona que llevaba a cabo este trabajo. Su nombre era Erik.

Kike Gómez

Dani Padrón




Erik el constructor de sueños

Kike Gómez

Dani Padrón


Erik el constructor de sueños

A Xela, por hacer realidad todo aquello que siempre quise. Y a Inés, el pequeño sueño que hemos creado juntos.

Kike Gómez

Dani Padrón


¿Nunca os habéis preguntado de dónde salen los sueños? ¿Quién decide qué es lo que sueña cada uno? Cuando yo era niño conocí a la persona que llevaba a cabo este trabajo. Su nombre era Erik.


E

n un lugar cuyo cielo estĂĄ siempre presidido por una enorme Luna gris y una infinidad de brillantes estrellas, vive Erik, el constructor de sueĂąos. Su casa se encuentra al cobijo de un gran roble, en medio de un inmenso valle repleto de flores por el cual cruza un riachuelo de agua tibia y cristalina, donde puedes escuchar el croar de las ranas.


Su morada es de piedra y las paredes estĂĄn cubiertas por largas enredaderas que lo envuelven todo.

O al menos, asĂ­ era cuando la vi.


Ya que nuestro amigo vivía en el mundo de los sueños, y como constructor del mismo podía modificarlo a su antojo. Por eso aunque su jardín fuera verde y frondoso un día, al día siguiente podía convertirse en un inmenso rosal, y su casa de piedra y losa, en una cabaña de madera. Ese era su don, el de hacer realidad todo aquello que pasara por su mente.


Erik era el encargado de velar por los sueños de todas las personas, de darles forma en la noche mientras éstas dormían. Cuando el sol se ponía en la Tierra, su trabajo comenzaba.

Cada sueño era un mundo distinto y separado del resto, y paseando entre ellos hacía que cada persona lo viviera por una noche.


En cierta ocasión, sin saber cómo, un niño apareció delante de la casa del constructor. Tendría unos ocho años, vestía un gracioso pijama con dibujos de vaqueros y llevaba un oso en su mano… ese niño, era yo.


El constructor no entendía muy bien qué hacía allí, pues nunca antes una persona había llegado hasta su casa. Normalmente las personas permanecían dentro de sus propios sueños. - ¿Cómo has llegado hasta aquí? - No lo sé – respondí. Supongo que tendremos que averiguarlo y llevarte de vuelta a casa… Pero ahora tengo mucho trabajo que hacer, así que tendrás que venir conmigo.


El mundo de los sueños era fascinante, cada persona permanecía dentro de su propia burbuja, incapaz de ver a los que tenían alrededor. Erik se acercó a una de ellas, habitada por un hombre, y la tocó con su mano. Me miró de reojo y sonrió. Poco a poco la burbuja se fue llenando de agua hasta convertirse en un inmenso mar, apareció un barco y el hombre se convirtió en un pirata. -¿¡Cómo has hecho eso?! – le pregunté.


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